Autora de ‘Los ojos de Galdós’
Carolina Molina acaba de publicar la novela histórica ‘Los ojos de Galdós’, justo en el centenario de la muerte de don Benito Pérez Galdós. La autora madrileña es una apasionada de la historia de Granada y Madrid, a ambas ciudades ha dedicado varios libros. Y, en esta ocasión, ha unido su pasión por ellas a la que siente por el escritor canario para realizar una novela sobre los últimos años de la vida del genial autor.
‘Los ojos de Galdós’ trata sobre el escritor de ‘Fortunata y Jacinta’ a los ojos de la supuesta cuidadora de sus últimos años de vida. Carmela Cid es un personaje ficticio que ya había utilizado Carolina Molina en otras de sus novelas. Con la rigurosidad que la caracteriza, su buen tino literario y una trama muy específica, la autora compone una gran novela histórica que esperamos sirva para que se le reconozcan los muchos méritos que el escritor tuvo en vida. En la entrevista, Carolina nos cuenta algunos de los secretos de su espectacular novela.
– ¿La próxima efeméride del centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós ha influido para escribir su novela ‘Los ojos de Galdós’?
– Lo cierto es que no. Tuve la intención de escribir sobre Galdós desde hace muchos años. Es mi novelista de referencia desde mi adolescencia. Galdós ya fue personaje mío en Noches en Bib-Rambla (como joven periodista) y en El último romántico (como escritor consagrado). Mientras me documentaba para la novela conocí a Eduardo Valero (que ha conseguido para todos los madrileños que don Benito sea nombrado hijo adoptivo) y le ofrecí participar en las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica, una idea que íbamos formando entre varios autores (Olalla García, Víctor Fernández Correas y David Yagüe). Con la asociación que formamos, Verdeviento, también he podido dedicarle de forma personal a Galdós algunas conferencias, así que esta novela que acabo de publicar es un homenaje más a Benito Pérez Galdós, al que espero seguir recordando más allá del propio centenario.
– ¿Cómo surgió la idea de volver a utilizar a Carmela Cid en su nueva obra?
– Fue un recurso fundamentalmente práctico. Hace años prometí a los granadinos, que me quieren mucho, que siempre haría un guiño a Granada en mis novelas. Galdós y Granada parecían no encajar, pero finalmente la solución la vi en Carmela Cid que en mi anterior novela El último romántico conoció a Galdós. Esto me ha dado la oportunidad de tener una protagonista femenina, escritora y periodista que lucha en un mundo de hombres. Un mundo que no me es desconocido.
– ¿Qué relación tuvo Galdós con Granada?
– Que sepa, hasta el momento, Galdós visitó Granada una vez, en 1904. Pernoctó en la ciudad a la vuelta de un viaje a Marruecos para documentarse para su Episodio Nacional ‘Aita Tettauen’. No conocía Granada y le impresionó. Prometió volver pero no se tiene constancia de ello. Solo existe una cita de Federico García Lorca en la que dice que lo vio en un mitin cuando era un niño. Sabemos que en Andalucía estuvo en varias ocasiones pero en Granada concretamente solo hay constancia de esa visita de 1904. De todas formas seguiré investigando.
– En su novela vuelve a utilizar tanto personajes históricos como ficticios. ¿Cuáles son más difíciles de desarrollar?
– Sin duda los reales. A los ficticios los moldeas según necesitas, pero los históricos te dan mucho respeto. En el caso de Galdós, además, te puede la admiración y la ternura que produce. No he querido juzgarlo, he intentado ser lo más objetiva posible para que el lector pueda formarse su propia idea. Fue una persona de grandes pasiones y que inspiró opiniones encontradas. Por eso era necesario que los propios personajes que le rodean nos dieran la clave de cómo era, evitando que el narrador (en este caso narradora) aportara su propia voz.
– Usted narra la novela en primera persona y a los ojos de Carmela Cid. ¿Le ha sido complicado hacerlo?
– No, en absoluto. Me gusta mucho escribir en primera persona porque aunque limitas las acciones de los personajes (solo puedes describir lo que conoces) trabajas en otros niveles de lectura, empatizas con el lector, describes sentimientos, te sinceras. También es más fácil usar la ironía y llegar, a veces, al humor.
– Muchas de las novelas de Galdós están centradas en Madrid. ¿Qué supuso la capital para el escritor?
– Galdós vivió en Madrid cerca de 58 años, en muchos aspectos fue más madrileño que canario. Es cierto que no perdió su acento seseante y siempre recordó con cariño su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canarias, pero toda su vida literaria y personal la vivió en Madrid con descansos en Santander y viajes puntuales por muchos lugares dentro y fuera de España. Madrid le proporcionó la inspiración para la mayoría de sus novelas contemporáneas, era una capital europea pero provinciana, que mezclaba (y aún sigue mezclando) universos muy diferentes, clases sociales variadas, personas con orígenes distintos que están condenados a entenderse. Los madrileños estamos hechos de esa fusión de costumbres y supongo que ese ir y venir, ese movimiento constante, es lo que más atrajo a Galdós y lo supo aprovechar a la perfección.
– Benito Pérez Galdós se relacionó con varios escritores de la generación del 98. ¿Cuál de ellos tuvo más influencias suyas?
– Galdós fue el espejo en el que se miraron muchos escritores del momento, le admiraron los jóvenes de la generación que luego se llamaría del 98 porque él se anticipó a la idea que ellos darían forma, la que denunciaba la crisis de entre siglos, una crisis que parece inseparable del español, siempre dispuesto a criticar la desidia pero incapaz de movilizarse para conseguir las cosas. En el estreno de su obra Electra reunió en el patio de butacas a Valle- Inclán, Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu y todos le aplaudieron, admiraron por su valentía y gran visión innovadora. Maeztu se entusiasmó especialmente. A los tres meses del estreno estos jóvenes escritores publicaron una revista a la que llamaron igual que la obra de teatro: Electra. Galdós les escribió el prólogo avalándoles, como era propio en él, ofreciendo siempre su generosidad. Pero estos escritores emergentes que lo adoraban y de cuya experiencia y nombre se aprovecharon no se portaron con Galdós de la misma manera. Cuando uno llega a la fama casi nunca se acuerda de quién te ayudó a conseguirla. Todas las generaciones se rebelan contra las anteriores y la del 98 no iba a ser la excepción. Galdós pasó de ser un escritor de referencia a un escritor costumbrista que representaba la esencia del pasado siglo. Tengo la sensación de que la envidia, que es el deporta nacional, desvirtuó la buena influencia que pudo ejercer en la generación de entre siglos.
– ¿Fue una injusticia política que no le concediesen el Premio Nobel a don Benito?
– Totalmente, Galdós era y es el mejor escritor español tras Cervantes. Y eso es decir mucho porque hemos tenido escritores y escritoras magníficos. Pero Galdós fue inmenso en todo cuanto hizo, fue un gran periodista, un hombre de teatro y un novelista único. Él entonces no lo sabía pero nos dio la clave de cómo ha de escribirse una novela histórica, género tan leído en la actualidad. La academia sueca no cometió una injusticia, cometió un acto que deshonró a la propia academia porque a Galdós no lo juzgaron como escritor sino como persona y lo castigaron por ser como era.
– ¿Qué representó como escritor el genial escritor canario?
– Creo que todavía no somos del todo conscientes de lo mucho que Galdós aportó a la literatura española. No es solo el escritor de los Episodios Nacionales, obras de ficción histórica que describen el cambio político y social de la España del s. XIX, es el escritor que sentó las bases del género histórico actual. Antes que él hubo otros que lo intentaron, como Manuel Fernández y González, que escribió mucho pero que se desfasó rápidamente. Galdós, con el paso del tiempo, se ha revalorizado. Su forma de trabajar es totalmente actual: se documenta buscando las fuentes orales y escritas, busca a testigos, lee periódicos, pregunta a quien sabe más que él, analiza y reflexiona. Es el creador de la novela histórica actual, sin ninguna duda. Por su temática y por las técnicas que utiliza. Pero también nos ha dejado un drama potente, innovador por su contenido, su valentía y por sus efectos teatrales. Galdós pensaba y escribía la literatura como un periodista de investigación, siempre procurando impactar al lector. Escribía buscando un objetivo y eso le hacía ser totalmente moderno. Desde esa postura influyó en la vida literaria y política. Era un hombre de peso y experiencia. Si hubiera sido actor habríamos dicho de él que era un hombre que ‘llenaba la escena’ con su sola presencia.
– ¿Por qué se ha centrado, sobre todo, en los años finales de Galdós?
– Me era más práctico empezar en 1890 porque era la fecha en que Carmela conoce a Galdós en el libro anterior, El último romántico. Pero también porque Galdós ya era un escritor consagrado en ese momento. Podría haber escrito una novela lineal, desde el joven Benito al Galdós ciego, pero eso hubiera sido algo convencional y poco galdosiano. La novela refleja el universo Galdós, así que tenía que convertirlo en sol de ese universo, al que se acerca Carmela atraída por su luz y va conociéndole a través de sus conversaciones. La joven escritora, en un acto de investigación periodística, decide saber cómo es Galdós preguntando a las personas que lo conocen, así vamos descubriendo a un don Benito tolerante, amable, tímido y observador. Un hombre, que a mí me parece, fundamentalmente, bueno.
Los escritores aprendemos de Galdós constantemente y los lectores disfrutan de todo cuanto escribió
– ¿Qué le supuso su ceguera? ¿Cuándo creó a Marianela no tenía su ceguera avanzada? ¿Es verdad la leyenda que se cuenta de su estreno?
– Galdós, como todo el mundo sabe, terminó sus días ciego. A causa de una mala operación de cataratas el escritor va perdiendo la vista hasta que en 1913 puede decirse que ya es invidente. Algunos de sus personajes más conocidos son ciegos, como Pablo (a quien Marianela sirve de lazarillo), el indigente Almudena (de Misericordia) o Rafael del Águila (cuya hermana se casa con el usurero Torquemada). En varias novelas, anteriores a su ceguera, hay referencias directas a enfermedades oculares. En el s. XIX, sin posibilidad de cirugía o de tratamientos modernos, la ceguera era un mal gravísimo para un escritor. Se presiente un tremendo desasosiego en las palabras de Galdós cuando describe la existencia de los invidentes. Rafael del Águila, no en vano, termina suicidándose. Galdós era un anciano de setenta años cuando perdió la vista y tuvo que ir adaptándose a un mundo nuevo, primero escribiendo a lápiz (su letra se va deformando y agrandando buscando la luz), luego dictando sus novelas a un secretario. Cuando escribió Marianela en 1878 no podía suponer que terminaría como uno de sus personajes pero el tiempo pasó y al adaptarse al teatro en 1916, Galdós se emocionó en el ensayo general de la gran actriz Margarita Xirgu que interpretó a Nela. El público requirió su presencia en el estreno y percibieron los sentimientos encontrados de Galdós. Don Benito anciano nos ha dejado anécdotas conmovedoras al respecto, como la de solicitar palpar el monumento que le realizó Victorio Macho para El Retiro con el fin de poder reconocerse a través de las manos.
– Recientemente, se ha hecho a Benito Pérez Galdós hijo adoptivo de Madrid. ¿Por qué ha costado tanto este reconocimiento?
– Todo en España cuesta mucho si está relacionado con la cultura. La iniciativa de hacerle hijo adoptivo madrileño parte de Eduardo Valero, creador de la web Historia Urbana de Madrid y compañero y fundador de la asociación Verdeviento que presido. Eduardo lleva dedicado a Galdós muchos años, lo que se puede apreciar en su último libro Benito Pérez Galdós, la figura del realismo español, pero es cierto que hace años Galdós era simplemente un escritor que aparecía en nuestros libros de texto, el creador de los Episodios Nacionales y de Fortunata y Jacinta, un autor que todos conocíamos de oídas pero al que rara vez nos atrevíamos a leer. También ha pasado con Cervantes, es como si los grandes escritores nos dieran miedo. Tiene que llegar un centenario para que nos sentemos y pensemos en ellos para valorarlos como se merecen. De todas formas, esta pregunta, debería contestarla mejor Eduardo que es quien ha conseguido nombrar a Galdós hijo adoptivo de Madrid.
– Como organizadora de las Jornadas de Novela Histórica de Madrid, para ¿cuándo unas jornadas dedicadas a su figura?
– Muy muy pronto. Es un proyecto que queremos realizar desde nuestra asociación Verdeviento. Desde el próximo año tendremos un encuentro anual con don Benito, para no olvidarnos de él pasado el centenario. Queremos hablar de él al público, que lo conozcan en todas sus facetas, como escritor y como hombre.
– Con su novela y la de Carlos Mayoral se ha convertido a Galdós en protagonista de novelas. ¿Es el final justo para tan gran escritor?
– Justo sería que lo recordáramos en todo momento sin necesidad de centenarios, pero bienvenido sea todo lo que se haga por don Benito. Los escritores aprendemos de él constantemente y los lectores disfrutan de todo cuanto escribió. Nos llega un año intenso pero apasionante. ¡Comienza el año Galdós!