Por F.J. Castañón.-
Antonio Lázaro acaba de publicar su última novela, «Los años dorados», editada en Suma de Letras (grupo Random House Mondadori). En «Los años dorados» el autor vuelve la mirada a un tiempo lleno de ideales y sueños, los años de plomo previos a la transición democrática. Una vuelta al pasado que en realidad es un regreso al futuro, un viaje que clarifica un presente siempre incierto.
Entre las novelas de este escritor y filologo destacan títulos como El club Lovecraft, Memorias de un hombre de palo o La cruz de los ángeles. Colaborador habitual en prensa y crítico literario, ha ejercido la docencia en varias universidades extranjeras. Ha escrito poesía, teatro y relato corto. Su obra ha sido galardonada con premios como el Don Quijote o el Fernando de Rojas.
– Esta novela es un viaje al pasado, a los denominados años de plomo de nuestra transición a la democracia, ¿por qué Antonio Lázaro retrocede con este thriller hasta aquellos años convulsos?
– Un día, rebuscando en cajones, encontré un ejemplar de un pasquín poético que hacíamos en la Facultad de Letras de la Autónoma a mediados de los 70. Lo imprimíamos con una vietnamita cedida por compañeros activistas políticos. Aquello me hizo revivir un tiempo apasionante y terrible, cargado de claroscuros y de enigmas.
– Con «Los años dorados» ¿ha querido contar una historia del pasado o reivindicar un tiempo de cambio, con sus luces y sombras, en el que hubo grandes dosis de ilusión y tolerancia?
– El tiempo de la acción es contemporáneo, mediados de los 2000. El viaje al pasado, el flash back, es un camino de ida y vuelta, exento de nostalgia. Los personajes vuelven transformados positivamente. Pero sí, es cierto que, con sus carencias y defectos (que los tuvo), la Transición merece ser revisitada. Gracias a ella, España está disfrutando de un prolongado periodo de libertad y de concordia.
– En «Los años dorados» la poesía tiene un papel principal en el desarrollo de la trama. Usted ha escrito poesía. ¿Piensa que la poesía es un buen vehículo para cambiar el mundo?
– Es el lado bolaño de este libro. Un grupo de amigos se reúne y viaja tres décadas atrás para esclarecer el enigma de una revista de poesía y de unas acciones callejeras que la acompañaban. Un compañero del grupo real me recordó que uno de los números fue compuesto por internos del Alonso Vega, un hospital psiquiátrico. La poesía puede curar y, como poco, consolar de los males prosaicos de la realidad. Más que el mundo, lo que sí cambia es la percepción del mundo.
– ¿Hay elementos autobiográficos en su nueva novela?
– Bueno, ya he mencionado lo de la revista poética, que en realidad se llamo «El Trompa» y en la novela se llama «La Trama». Hay muchas cosas vividas, autobiográficas, pero combinadas entre sí, a veces pienso que más allá de mi plan inicial, como si los personajes y los hechos se hubieran ido haciendo por sí mismos, a la manera pirandelliana. Hay un policía que evoca a los policías torturadores del tardofranquismo pero con elementos humanos, positivos, de un policía que conocí en África y que estaba refugiado en una Embajada, amenazado por ETA. Es lo que llamo personajes «frankestein». Más que autobiográfica, a «Los años dorados» le cuadra el adjetivo generacional.
– El protagonista de su novela es un hombre marcado por el pasado. Al igual que Mateo Quesada, la gran mayoría de la gente soñaba entonces con alcanzar la libertad. ¿Cree usted que la sociedad de hoy está marcada por heridas que entonces no llegaron a cerrarse del todo o se cerraron en falso?
– En lo concerniente al terrorismo de ETA y, en general, al asunto del separatismo en País Vasco y Cataluña, creo que los legisladores no entraron al fondo del problema y de hecho retardaron su eclosión tres décadas, que es lo que ahora estamos viviendo. Con todo lo que tuvo de lampedusiano, reforma o pacto versus ruptura, creo que el ansia de libertad quedó suficientemente satisfecha y homologada respecto del resto de Europa.
– ¿Qué supone esta novela en su trayectoria literaria?
– Un paso más en ese thriller histórico que vengo cultivando. Y un intento por acercar mi propuesta y mi escritura a nuevos lectores.
– Haciendo memoria, ¿la cultura ha perdido valor en relación al momento histórico en el que se ubica su novela?
– Yo diría que sí. Las nuevas tecnologías han trivializado los discursos y la transmisión de los discursos. En aquella época se creía en el poder transformador de la palabra. Creíamos que la poesía, la canción, el cine, el teatro eran «armas cargadas de futuro». Y sin duda, lo eran y lo son, pero en un sentido menos literal, más sutil y subterráneo. La verdadera revolución humana empieza en uno mismo, en las cosas pequeñas, en el pequeño mundo de cada cual.
– Una de rigor. ¿Qué proyectos literarios tiene Antonio Lázaro para el futuro?
– Aparte de ordenar mis cuentos, tanto los impresos como los inéditos y los no acabados, tengo un proyecto ambicioso, realmente excitante: una serie narrativa basada en el desvelamiento del lado oscuro de algunos de nuestros clásicos, la génesis del Quijote, la composición de las Coplas por Jorge Manrique, la adicción al juego de don Luis de Góngora… También me gustaría activar la adaptación al cine de alguna de mis novelas. Creo que todas ellas podrían dar lugar a buenas películas.
(Invierno, 2017)