julio de 2024 - VIII Año

Adoración Rosado Merchán: “Mi poesía es sencilla, sin palabras huecas que distraigan al lector”.

Carmen Ortigosa Martín conversa para Entreletras con Adoración Rosado Merchán sobre el primer poemario de esta, que lleva por título Me despertó enero.

El encuentro lo llevamos a cabo Adoración Rosado,  su compañero José María Garrido de la Cruz —también poeta— y la que esto escribe, en un coqueto restaurante del extrarradio madrileño. Dori —para los amigos—, con la humildad que le caracteriza, celebraba sus ferias del libro en Carabanchel y en Torrejón de Ardoz. El poemario —nos dice— ya tiene fechas de presentación: el 15 de mayo en el Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso de Colmenar Viejo, el 7 de junio en el Museo de la Ciudad de Torrejón de Ardoz y el 18 de junio en la Casa de Castilla-La Mancha de Madrid (Tertulia Eduardo Alonso). Y después del verano habrá más.

El libro se acaba de publicar en la Colección Tras la Puerta, patrocinada por la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz. Todo lo recaudado con la venta de la edición será donado a ACCEDELUX (Asociación de catarata congénita), con sede en la citada localidad madrileña.

Entre una animada charla dimos cuenta de las viandas que fueron desfilando por la mesa. En los postres comenzaron las preguntas y fuimos hablando de los sentimientos que le guiaron a Dori a escribir poesía. Sus respuestas suelen ser contundentes, sin alharacas: como sus versos.

El poemario con el que debutas en la publicación tiene un hermoso título. ¿Qué hay detrás de Me despertó enero?

Pues es muy simple, pero hay que explicarlo. Yo me jubilé un mes de enero y entonces empecé a ver la vida de otro modo. Después de tantísimos años trabajando, me parecía que estaba viendo las cosas por primera vez. Ya sabes aquello que dijo —no sé si John Lennon o Woody Allen— de que la vida es lo que pasa cuando estamos haciendo otras cosas… ¡Pues eso! Como no sabía por dónde empezar, me montaba en todos los autobuses que pasaban para ir aquí y allá. Y ver a los niños en los parques con los abuelos, ver los árboles, el cielo, las calles, los escaparates… Todo lo miraba con un sosiego y una curiosidad que nunca antes había disfrutado… Eso es lo que he querido destacar con el título de mi poemario.

¿Cómo es tu poesía?

Creo que mi poesía es sencilla, sin palabras huecas que distraigan al lector. La poesía no está hecha para la mayoría del público: es minoritaria. Quizá es que no se entiende una poesía llena de símbolos, metáforas, encriptada. Si se escribiera más sencillo, más directo, más llano, llegaríamos a más lectores. No me gusta la grandilocuencia ni el artificio injustificado: la palabra desnuda con toda su rotundidad.

¿Desde cuándo escribes?

Escribo desde hace diecisiete años, pero poquito ¡eh! Me tomo mi tiempo. No es bueno tener prisa en esto.

¿Te sientes realizada cuando das por acabado un poema?

No, me siento como siempre. 

¿Cuál es tu método de trabajo?

Cuando escribo un poema pienso en lo que quiero decir, hago una sinopsis mental. Si no sé cuándo lo voy a escribir pongo en un papel “me molestan los que gritan en la calle”, por ejemplo. Y por la noche o al día siguiente o un tiempo después retomo esa idea y lo desarrollo.

¿Qué es la poesía para ti?

La poesía es sacar emociones al exterior, es como una válvula de escape.

¿Qué te inspira para componer un poema?

Me puede inspirar todo: la injusticia, la hipocresía, las apariencias, la naturaleza o el ser humano.

La actualidad tristemente está llena de conflictos bélicos. ¿Te inspira la guerra?

Las guerras me producen impotencia. Puedo escribir sobre la guerra, pero creo que se puede hacer más intentando escribir desde la cercanía del intimismo. La poesía social también me interesa.

¿La poesía puede cambiar el mundo?

Lamentablemente, no. “El mundo no lo cambia ni el apuntador”. Los humanos no aprendemos.  A pesar de ello, creo que no debemos dejar de luchar por lo que pensamos que es justo y la palabra es una manera. Pero de ahí a cambiar el mundo…

¿Vas a seguir escribiendo después de este Me despertó enero?

Sí… de vez en cuando. Me gustan muchas cosas y no puedo hacerlo todo a la vez. Me falta vida. Me gusta caminar, tallar la madera y el cristal, ir al cine, al teatro, tunear vestidos, la fotografía… Me encanta la poesía de José María, ponerle pegas, o no. Me apetece hacer muchas cosas… Y he escrito mucho. De hecho, tengo en el bolso muchos poemas sin terminar, y si mañana veo algo o a alguien que me inspire, escribiré sobre eso.  No es que me guste una cosa más que la otra, sino que lo alterno por épocas.

Defínete cómo poeta.

¡Madre mía! Me parece que lo de poeta lo tendrán que decir otros. Intento ser escribiendo como soy en la vida: clara, que se me entienda, con pocas metáforas, con pocos símbolos…

Adoración Rosado Merchán con Carmen Ortigosa Martín. Fotografía de Ángel Gómez

Ya sabes que la publicación de un poemario trae consigo una serie de “obligaciones”. ¿Qué significan para ti las inminentes presentaciones y las ferias del libro a las que tendrás que acudir?

No me encuentro muy cómoda: me gusta el anonimato.  Es cierto que, ya que está publicado, preferiría que gustara. Pero también quiero señalar que sigo siendo la misma. Hay personas que ponderan mucho eso de “ay, mi primer libro”. Yo no siento nada extraordinario; de hecho, nunca pensé en escribir un libro en solitario.

¿Por qué decidiste publicarlo?

Porque me gusta la colección “Tras la puerta”. Al fin y al cabo, pertenecer a una colección donde hay tantos poetas que escriben diferente es interesante y también ha influido que la dirijas tú.

¿Vivir con un poeta como José María Garrido te ha motivado para escribir?

Creo que sí, sobre todo al principio cuando me dijo que “lo que escribía era un tirirí”. Me sentó muy mal, aunque era verdad, pues mis poemas estaban llenos de ripios fáciles. Pero no me pareció una manera muy sensible de decirlo. Así es que decidí demostrarle que podía aprender. No entro a retos ajenos, solo a los que yo me pongo. Creo que si he aprendido algo es de escuchar. Sobre todo, a los compañeros de diferentes tertulias, porque siempre fui y soy lectora de prosa. Estoy acostumbrada a escuchar a los poetas en el Círculo de Bellas Artes —y en otras tertulias— que para poder escribir poesía hay que leer mucha poesía. No lo discuto, pero no es mi caso.

¿Qué metas tienes en la vida?

Practicar mis aficiones: cosas sencillas, estar tranquila, pero no aburrida… Disfrutar el día a día.

José María entra en la conversación. Dice bajito que “Dori ya ha tenido algunos comentarios sobre su libro de poetas que saben de lo que hablan, como Manolo Cortijo o Carlos Doñamayor. A ella, sin embargo, le gusta más estar fuera de la caseta que dentro. Me explico: cuando lee los poemas míos pone más énfasis en ellos que en los suyos”.

Dori da inmediatamente la réplica a lo que José María acaba de decir: “Claro, es que leer mis poemas es como desnudar mis sentimientos, ahí he metido mucho de mí. Pero al mismo tiempo es muy gratificante cuando lees algo a compañeros de la madera y se les saltan las lágrimas. Eso es muy bonito, porque les llega. No es que yo quiera aparentar que todo me es indiferente. Me doy cuenta que me voy descolgando de cosas y hay una parte de nosotros que no queremos enseñar porque nos sentimos vulnerables”.

En este punto la entrevista se hace coloquio de sentimientos entre los comensales. Se entremezclan con el café y las infusiones. Hablamos de qué hacemos con nuestros ancianos y de cómo la poeta reacciona a esos sentimientos, ella siempre comprometida.

La poesía da fe de nuestro inconsciente que aflora en todo lo escrito.

 

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