Todo progreso parte de la voluntad de perfección y diseña un camino de esfuerzo, una disciplina en pro de la mejora que se intuye o adivina, más allá de las curvas, los baches y los puertos que haya que atravesar.
Para poder avanzar, hay que saber, por un lado, con qué fuerzas contamos y qué recursos nos asisten, porque ellos son la garantía del éxito en la avanzada. Por otra parte, hemos de aclarar cuáles sean los retos que tenemos planteados para determinar dónde queremos ir. Si no sabemos quiénes somos, ni de dónde venimos, ni cuál es nuestro presente, malamente podremos saber que progresamos.
En España, quienes hemos viajado al extranjero y hemos recorrido el primero, el segundo y, no digamos, el tercer mundo, sabemos que vivimos bien, o muy bien. De hecho, nuestra esperanza de vida es de casi 83 años, una de las más altas del mundo, con una esmerada calidad; y hemos convidado a vivir con nosotros a más de cuatro millones y medio de inmigrantes, que son el 10% de la población. Vivimos bien, por eso vienen; somos hospitalarios y aún podemos mejorar la integración, a fin de progresar juntos.
Sin embargo, desde Viriato, no nos sentimos bien. Los españoles adolecemos de una crítica quevedesca siempre dispuesta a generar angustia, a base de enfatizar la cara oscura de la convivencia: la negatividad de la corrupción, el enfrentamiento tribal entre regiones, la intolerancia altiva de unos y otros, los disensos, la beligerancia de la última guerra civil, el futuro de las pensiones, las incertidumbres de una educación sesgada, proclive al amaestramiento, etc. Todo esto no constituye nuestro cuarto de estar, sino algunos de los retos a superar.
Tenemos una renta per cápita de 25.000€. Ciertamente, Irlanda, otro país de la UE, tan católico y pobre como nosotros, no obstante, nos aventaja dado que alcanza 36.000€ de renta. Estoy seguro que es posible trasvasar sus aciertos.
Nuestra deuda de un billón doscientos mil millones de euros, aplastante, superlativa e inmensa, supera al 96.6% del PIB. ¿Es tan difícil reducir gastos? Cuando Rajoy dejó la Moncloa, 400 asesores quedaron cesantes; y Susana Díaz, tras dejar San Telmo, puso en la calle a 600 conmilitones que le ayudaban. En Inglaterra, sólo el Presidente del Gobierno y el Vicepresidente pueden contratar un único asesor. Este modelo es importable.
El trabajo que hacen los contratados de partido lo hurtan a los funcionarios. El contribuyente paga dos sueldos, pero sólo recibe un producto… Aquí hay una mejora posible. Tacita a tacita, a la chita callando, podemos racionalizar el gasto. Y hay muchísimas tacitas: cinco mil coches oficiales dotados de conductor, abre puertas y escoltas, muchos más que en USA; multitud de residencias oficiales con su correspondiente servicio; pensiones vitalicias para los ex altos cargos estatales y autonómicos, etc., etc. El Presidente del Gobierno holandés va en bicicleta a su despacho; se ahorra varias tacitas.
Estamos exportando inteligencia. Nuestros ingenieros y doctores de todas las facultades y escuelas son muy apreciados en la Unión Europea, tanto en áreas de investigación pura, como de ciencia aplicada. Ellos se ven obligados a emigrar, pese a que nacieron y se educaron en España; pero han de rendir en Alemania, Inglaterra o Francia…Y España tiene el reto de afrontar la revolución tecnológica en curso. Podemos repatriar a muchos, si les damos opción, por supuesto; y además podemos detener la sangría, abriendo parques tecnológicos y centros de investigación. Sí, se puede.
Nuestras exportaciones de bienes y servicios ascienden al 33% del PIB, que no está nada mal. Alemania tiene un 40% y no es de las mejores tasas. Para progresar, hay que fijarse metas alcanzables y el incremento de un 7% en nuestras exportaciones es una ambición realista que contribuirá mucho a que decrezca la tasa de paro; sin duda. El remedio del paro no está en subvencionar al parado y enquistarlo en el dolce fare niente, sino ayudarle a encontrar un empleo digno, acorde con su preparación y condiciones, con el que pueda restablecer su autoestima. Para tal gestión, Alemania también tiene mucho que enseñarnos.
Recibimos, anualmente, más de 75 millones de turistas, atraídos por nuestra magnífica climatología, los estupendos servicios hoteleros y el cuidado exquisito de nuestras playas. Es nuestra primera y más suculenta industria nacional. Sin embargo, Francia nos aventaja en número de turistas y en ingresos por turista. ¿Cuáles son las claves? Allí, la entrada en las iglesias, incluidos los tesoros catedralicios, es gratuita; los espectáculos de luz y sonido pueden retrotraernos a la Edad Media, ante la fachada románica de Nôtre Dame de Poitiers; podemos presenciar la Sacre du Roi en los hologramas de Reims y el festival de teatro de Avignon puede inseminar creativamente al de Almagro. Por Francia, discurre el camino de Santiago, también; y además, podemos hacer la ruta de los castillos de la Loire, algunos reconstruidos piedra a piedra, y comprobar en la de los cátaros, que las bastidas de Carcasonne o Mirapoix, tan geométricas y regulares entre sí, son una fiesta distinta. Y, hablando de fiestas, podemos asistir, en los jardines de Versailles, a un espléndido espectáculo junto a los estanques, para ver reflejados en ellos los fuegos artificiales del siglo XVII, por invitación de Luis XIV y su Corte, presentes con vestidos de época. Nuestras barrocas y dramáticas procesiones de Semana Santa y las trágicas corridas de toros quedan pobres, frente a esta exaltación de la imaginación colectiva, que rinde respeto a la Historia.
Por cierto, antes que el Estado de las Autonomías embarrancara en las tensiones centrífugas que nos amenazan, e incluso antes que hubiera nacionalismos de corte romántico, nuestra historia nacional tiene regados por el Atlántico 1.500 pecios, donde yacen, dentro de los galeones, más de 600.000 cadáveres de navegantes vascos, vividores extremeños o andaluces y comerciantes catalanes, junto a millones de artefactos de los siglos XVI al XIX. Hoy se puede reflotar los barcos, o reproducirlos, puesto que conservamos los planos de fabricación. La recuperación de esos tesoros puede dar pie a la creación de una red de museos, al estilo del museo Vasa de Estocolmo. Ese proyecto generará empleo de cualificación alta, media y baja; pero mucho. Y contribuirá, desde la vertiente cultural, a restañar la cohesión nacional, haciendo hablar a la Historia común.
Hispanoamérica es un gran banco de pruebas para nuestra excelencia. La Fundación Ortega- Marañón está haciendo un magnífico trabajo educador, que aún puede incrementarse, incentivando la creación de becas en los mejores centros de formación de posgraduados. En América, hay hambre de saber. Las ambivalencias con la Madre Patria se resuelven favorablemente. Soy testigo de lo que digo. Luego, está el filón de la creación de proyectos de investigación conjuntos; la creación de empresas mixtas, respetando sus derechos y dignidad. Desde México a la Patagonia, hay un amplísimo campo que roturar. Y España añade a su ascendencia histórica, el hecho de ser ahora puente con la UE. Además de madre, puede ser madrina.
Hay un proyecto-España pendiente de hacer, que llenará de sentido el progreso por venir. La sinergia es cohesiva. Durante la última campaña electoral y en las anteriores, podríamos haber escuchado planteamientos sugerentes de nuestros divinos líderes; pero, dado que ellos se entretienen con otros menesteres, el proyecto –España es un asunto de los españoles, porque como dijera Galdós en Cánovas: ‘el pueblo hace las guerras y la paz, la política y la historia’.