noviembre de 2024 - VIII Año

¿Por qué nadie recuerda a Daniel Bensaïd?

La supresión de los derechos sociales conquistados durante largos años
de encarnizada lucha de clases (como la protección contra el desempleo, el sistema
público de salud o las jubilaciones)
y su retorno al ámbito privado ha constituido una forma política de desposesión,
la más agresiva dirigida en nombre de la ortodoxia neoliberal.
David Harvey

Daniel Bensaid

Quiero comenzar señalando que me irrita profundamente el adanismo. Desgraciadamente, tropezamos a diario con quienes creen que descubren el Mediterráneo o que realizan transcendentales hallazgos, cuando sólo ponen de manifiesto su ignorancia o el injusto olvido de pensadores y activistas que han abierto caminos y que iniciaron la ruta por la que ellos transitan.

Hoy, casi nadie recuerda a Daniel Bensaïd. Es preocupante, la frivolidad con que suelen despacharse fenómenos tan complejos como la Transición, aquí, o el Mayo del 68 y sus consecuencias en varios países europeos.

Las aparentes derrotas son, muchas veces, el germen de victorias futuras. Del Mayo del 68 han quedado ideas, proyectos y análisis que hoy tienen enorme virtualidad y, que nacieron al amparo de ese movimiento contra el anquilosamiento de la izquierda tradicional y una derecha en crisis, que veía como se derrumbaba una concepción eurocéntrica e imperialista del mundo.

Las barricadas estudiantiles y su aldabonazo a las conciencias no fueron banas. A penas, se recuerdan los nombres de algún líder, como Daniel Cohn-Bendit, así como algunos slogans que aparecieron escritos en las paredes, como «se razonable, pide lo imposible» o la «imaginación al poder»… pero las revueltas de la Primavera del 68 fueron mucho más que eso.

5358Daniel Bensaïd fue uno de esos líderes estudiantiles que después fue profesor de Filosofía en París-VIII. Sus ideas fueron trotskistas, jugó un papel destacado en la IV Internacional, militó en el movimiento Alter-Mundialista y escribió algunos textos que contienen un análisis riguroso de la realidad y unas propuestas de futuro, decididas, transformadoras y valientes que, posteriormente, muchos se han atribuido, eso sí, cuidando de ocultar su paternidad.

Antes de destacar algunas ideas-fuerza de este «agitador de conciencias», habría que señalar que sus libros son de una enorme frescura y vitalidad y están repletos de ironía y de sentido del humor. Como prueba de lo que venimos enunciando, algunos capítulos de su emblemático «Marx ha vuelto», llevan títulos tan expresivos y lúdicos como La novela negra del capital: ¿quién robó la plusvalía? o ¿Por qué el señor Capital corre el riesgo de infarto?… naturalmente, sin merma alguna de rigor analítico, ni de contenido político y filosófico exigente.

Dentro de su amplia obra intelectual destacan «Cambiar el mundo», «Marx Intempestivo» y, sobre todo, la mencionada «Marx ha vuelto», que supone una inteligente respuesta a la consigna, mil veces divulgada por los neoliberales: «Marx ha muerto».

¿Con qué panorama mundial nos tropezamos? La desigualdad crece, están en grave peligro, como apunta David Harvey, en la cita que sirve de frontispicio a estas reflexiones, derechos conquistados con grandes sacrificios. Los poderes visibles e invisibles que nos envuelven, controlan, de forma cada vez más férrea, nuestra existencia. Todo es un mercado globalizado donde las privatizaciones invaden espacios que antes eran públicos. Por no hacer interminable la relación indicaremos, tan solo: las empresas públicas privatizadas, la educación, la sanidad, la información y la comunicación y lo que tiene efectos más demoledores, la privatización de la investigación con lo que comporta.

daniel-bensac3afdDaniel Bensaïd, hijo de judíos sefardíes de Argelia, desde sus años jóvenes tuvo ideas propias y no aceptaba, sin más, el dictado de los «ukases» que pretendían ser un oráculo infalible para alcanzar la verdad. Siempre pensó que para planificar y actuar sobre el futuro, había que «bucear» en el pasado. Se ocupó, por ejemplo, del pensamiento de Walter Benjamin, quizás el filósofo más original de la Escuela de Frankfurt y, también, de J. Derrida o M. Foucault. Estuvo en abierto desacuerdo, con Jean Paul Sartre y polemizó, agriamente, con alguno de los llamados nuevos filósofos, que bajo una apariencia de modernidad, ocultaban posiciones inequívocamente reaccionarias como Bernard-Henri Lévy.

Supo advertir la dimensión de futuro que tenían para la izquierda, los movimientos sociales alternativos y contribuyó a elaborar y difundir estrategias para combatir los efectos más degradantes y contrarios al humanismo, del capitalismo. Este brillante profesor, murió en 2010 sin tiempo para percibir el arraigo que iban cobrando sus críticas al pensamiento único, sus brillantes dardos al burocratismo o sus planteamientos eco-socialistas.

Los hechos son tan tozudos y tan vertiginosos, que algunas de sus posiciones críticas se han visto rebasadas por la realidad. Así el capitalismo bursátil mundial, por ejemplo, alcanza ya el 90% del PIB del Planeta. Sé que pone los pelos de punta, pero es así.

En la tradición de la izquierda, la reflexión sobre la «mercancía» ocupa un lugar destacado tras las aportaciones de Karl Marx. Pues bien, hoy, todo es «mercancía» o acaba siendo «mercancía». Con lo que eso supone. ¿Alguien puede dudar, de que no somos hoy más libres de lo que lo fueron nuestros padres o abuelos? Marx consideraba a la naturaleza el cuerpo inorgánico del hombre. No es posible dejar ya de advertir los peligros que para el futuro del Planeta tiene el cambio o desajuste climático, la contaminación de los mares, el calentamiento global o la actitud depredadora e inconsciente del hombre.

daniel-bensaid-pequena1Estamos más necesitados que nunca de una rebeldía intelectual, que primero comprenda y luego actúe, para encontrar nuevas estrategias y praxis transformadoras que sean capaces de diseñar y construir un mundo más justo y salvar al Planeta de una destrucción, que la aplastante lógica científico-técnica, ha colocado al borde del precipicio. Cada vez queda menos tiempo para embridar este caballo desbocado.

Hay que reivindicar el derecho a tener derechos. Frente a tanto dato, entontecedor, que no pretende sino manipularnos, abrumarnos y que nos sintamos impotentes, declarar alto y claro, la necesidad de una nueva economía política, que tenga en cuenta el reino de los fines y que abandone el círculo vicioso de servir, tan solo, para justificar la explotación y la supremacía de la barbarie.

Es urgente y perentorio edificar teorías que estén al servicio de los intereses de los explotados y que sean capaces de oponerse a la desposesión y defender el interés público frente a la codicia privada.

Hay que reivindicar frente a tanto eufemismo que llamemos a las cosas por su nombre. Está bien que hablemos de «pobreza energética» pero sería mucho más interesante que lográramos que se hablase de «soberanía energética».

Daniel Bensaïd nos mostró una senda por la que transitar y unas ideas firmes por las que luchar. «Los desposeídos del mundo, algo tendrán que decir».

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