La piedra angular de la filosofía de Eugenio Trías es la idea de límite. Desde su primer libro, La filosofía y su sombra, hasta la ontología trágica de ‘Los límites del mundo’, la idea de límite se va conformando y expandiendo, hasta alcanzar una forma topológica. La estética de Trías es, por lo tanto, tributaria de esta concepción filosófica.
La idea de límite, está presente en el pensamiento filosófico: Platón, entre la episteme y la doxa; Kant, entre el saber y la creencia; Nietzsche, entre lo activo y lo reactivo; Wittgenstein, entre lo que se puede decir y lo que se puede mostrar; Heidegger, entre el ser y el ente…… En toda la tradición filosófica, el límite es algo negativo, pues de-limita. En su entre-dos funciona como un muro. La aportación de Trías, consiste en convertir el muro en una puerta, el límite se convierte en algo positivo, dado que la puerta separa y une, en lugar de excluir lo que está del otro lado del muro. El lado de allá se comunica con el lado de acá, pues el límite es poroso. Trías, dirá ‘la piedra desechada, la convierto en la piedra angular de mi filosofía’. Lo desechado: la sombra, la pasión, el logos olvidado, lo siniestro, el horror, el sinsentido……., el límite queda así desplazado, de periférico se vuelve central, de negativo en positivo, pues une lo que sin embargo separa. La creación filosófica requiere no únicamente remitirse al legado recibido de la tradición, es necesario además, realizar un desplazamiento conceptual, es precisamente lo que hace Trías con la idea de límite.
La frase de Nietzsche ‘Dios ha muerto’, implica que no hay fundamento ni fin. Frente a ese vacío solo queda la voluntad de poder y el eterno retorno de lo mismo. Para Trías, la voluntad de poder es voluntad indestructible de creación, en su filosofía hay una convergencia de Nietzsche con Platón, pues la voluntad de creación irreductible converge con el eros platónico, teniendo este un carácter poietico y no meramente contemplativo. El eros, no seria solo una ascensión contemplativa hacia la idea, tal y como aparece en el Banquete de Platón, su carácter poietico implica un hacer con respecto a la idea vislumbrada. Iluminar con la luz de la idea las sombras de la caverna, transmitir la visión alcanzada a la ciudad. De esta forma la estética de Trías es, como quería Kant, una forma de ética.
En su itinerario filosófico, Trías irá del ensayo, de sus primeros libros, a la construcción de una ontología trágica. Ontología que versará tanto del ser como de la verdad. El ser o el sujeto se caracterizará porque su fundamento es un fundamento en falta, siendo su fin, un fin sin fin. A partir, de esta ontología el sujeto podrá abordarse como ser fronterizo. La verdad será tomada como la pura transparencia. Trans-parecer, pues el prefijo trans remite tanto al otro lado, como a través de. La verdad está en lo que aparece pero también en lo que se sustrae. La verdad es no toda, fronteriza al igual que el sujeto. La ontología de Trías, se hará topológica pues el cerco fronterizo o del límite, será una intersección entre el cerco hermético y el cerco del aparecer. El cerco fronterizo, une y separa los otros dos, en la presencia habita lo que se sustrae a la presencia misma.
El Gran Vidrio de Marcel Duchamp, es el ejemplo que tomará Trías para esta ontología del límite, si por el anverso contemplamos ‘la casada desnudada por sus solteros’, cuando nos desplazamos y miramos su reverso no solo las figuras que estaban en la derecha pasan a estar en la izquierda, sino que están como desleídas, diluidas, alejándose. Estéticamente no es lo mismo el espejo que el vidrio, el espejo no tiene reverso, funciona como si fuera un muro. El vidrio, en cambio, permite contemplar el otro lado, su revés, el vidrio funciona como una puerta, como un tapiz que dejara ver su urdimbre.
El libro Lo bello y lo siniestro, se abre con dos citas: ‘lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar’ de Rilke; y otra de Schelling ‘Lo siniestro (Unheimliche) es aquello que debiendo aparecer oculto, se ha revelado’. Para Trías, lo siniestro es condición y límite de lo bello. Condición, pues se revela pero también límite que todavía podemos soportar’. Lo siniestro, el horror, no puede mostrarse totalmente pues destruiría el efecto estético, la belleza. En la obra de arte lo siniestro está presente pero con forma de ausencia. Trías, piensa lo siniestro en relación con lo bello de una manera fronteriza.
Kant, abordó lo sublime como lo infinito, como lo inconmensurable, aquello que puede producir angustia, una tempestad, un alud, pero también placer, produciendo un goce moral, pues lo divino se hace patente y presente. El Romanticismo y el Idealismo, seguirá la enseñanza kantiana de lo sublime, la belleza será presencia divina en lo infinito, pero cuando los dioses se retiran, lo sublime dará lugar a un abismo sin fondo, a un vértigo esencial, dando lugar a lo siniestro.
Freud, en su libro ‘Lo siniestro’, tomará la definición de Schelling, aunque alterándola, pues aquello que se revela cuando debía estar oculto, es lo familiar. Así, en el análisis que hace Freud del cuento de E.T.A. Hoffmann ‘El hombre de arena’. El interés de Freud no es la estética, sino la manifestación de una verdad angustiante. Trías, señalará este carácter en su comentario de la tragedia de Edipo Rey, de tal forma que lo siniestro oscila entre la belleza y la verdad, pues la angustia es según Lacann el afecto que no engaña.