La actividad científica de los exiliados fue muy significativa, a pesar de su dispersión en muchos países y continentes, reflejándose en la revista Ciencia que comienza a publicarse en febrero de 1940 en México, y lo hace hasta diciembre de 1975, editando 294 números. Su Consejo de Redacción estaba formado por destacados científicos, entre otros Francisco Giral.
El historial científico de José Giral Pereira anteriormente había sido el siguiente: sustituyó a Carracido en 1927 en la Complutense en la materia de Química Biológica en Farmacia, posteriormente denominada Bioquímica. Fue elegido rector de la Complutense en 1931, cargo que deja a los pocos meses al ser nombrado ministro, sustituyendo la actividad científica por la política.
Su dedicación a actividades científicas en México fue muy intensa. Al llegar firmó un contrato con la Casa de España y se hizo cargo de cursos de Química del Instituto Politécnico Nacional, IPN, otros de cuatro horas y media semanales de Química Biológica entre julio y noviembre de 1939 y de Bromatología para las trabajadoras de la Asistencia Pública. Da frecuentemente conferencias en la Universidad de Morelia y en la de México. Pronto amplió su contrato con la Casa de España por un año más, mientras gestionaba la validación de su título de químico y farmacéutico para poder ejercer libremente su profesión.
Participó en programas radiofónicos periódicos dependientes de la UNAM bajo el título de “Voces de España”. Al año siguiente dobló sus turnos en el IPN e impartió clases en la Universidad de Guanajuato, a 360 km de México.
Inicia sus trabajos de investigación sobre el maíz y en los medicamentos antipalúdicos, tan necesarios en México. Dirigió varias tesis y tesinas sobre plantas típicas del país como la parota, de la que se obtiene una goma con características medicinales, siendo además su fruto comestible, así como las propiedades químicas del amón, el coyol y la tapona entre otras. Para hacernos una idea de su capacidad presentó en el primer congreso de químicos mexicanos veinte comunicaciones sobre los trabajos por el dirigidos. La presencia de los trabajos españoles supuso dos terceras partes de los presentados. Insistió ante las autoridades sobre la necesidad de estudiar las posibilidades de los productos autóctonos para la fabricación de fármacos y usos industriales. Obtuvo medicamentos sintéticos y diversos productos industriales, algunos resultados del análisis de metales raros obtenidos de materiales volcánicos cercanos.
En marzo de 1941 es nombrado director del Laboratorio de Investigaciones Químicas de la Escuela de Ciencias Biológicas, pero un accidente de laboratorio hace que, en la prensa mexicana, se le acuse de fabricar bombas, bulo fomentado por los sectores derechistas contrarios al acogimiento de los republicanos españoles. Además, le postergan por ser extranjero en el escalafón de los centros de investigación y enseñanza.
La Casa de España como institución por esas fechas se transforma en el Colegio de México y se centra más en las Humanidades, quedando él vinculado como una excepción. Edita un texto sobre Fermentos. La bajada de sueldos y el aumento de horas de trabajo le llevan a decidir marcharse durante un año en 1946 a la Universidad de Nueva León en el Estado de Monterrey a más de 900 km de México.
Al ser elegido presidente de la República en el exilio, se dedica a esta función de noviembre de 1945 a enero de 1947, por lo que se traslada a París intentando influir en los aliados para que intervengan en España, pero ante el resultado de su parcial fracaso político vuelve a México a la actividad docente en la Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la UNAM de ciudad de México con sesenta y ocho años, a instancias de uno de los químicos mexicanos más reconocidos, Rafael Illescas. La vuelta a la actividad científica fue compatible con sus continuos viajes para conferencias, artículos en revistas científicas, sobre todo en Ciencia, y la traducción de manuales de química. Los temas que desarrolló fueron el análisis químico orgánico, la alimentación, los análisis químicos oceanográficos y la industrialización. Permanece en su puesto científico y docente hasta su fallecimiento el 23 de diciembre de 1962 a la edad de ochenta y tres años.
El reconocimiento científico posterior le llegará en cuatro Universidades mexicanas, una cubana, en Puerto Rico, Panamá, Venezuela, Colombia y Perú, hasta un total de diez de ellas. Los números 1-2 del volumen XXIV de la revista Ciencia se dedicaron a su memoria, participando en él científicos destacados como Severo Ochoa, Grande Covián, José Puche, René Cravioto, entre otros. Mucho después de su muerte, muy avanzada ya la democracia en España, la facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid solo bautizó una de sus aulas con el nombre de José Giral Pereira.
Bibliografía:
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BORRAS, José. Políticas de los exiliados españoles 1944-1950. 1976. Ed. Ruedo Ibérico.
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GIRAL GONZÁLEZ, Francisco. Ciencia española en el exilio (1939-1989). 1994. Ed. CIERE y Anthropos.
MORADIELLOS, Enrique. Negrín. 2006. Ed. Península.
PUERTO SARMIENTO, Javier. José Giral y Pereira. Real Academia de la Historia. DBE.
PUERTO SARMIENTO, Javier. Giral: El domador de tormentas. Madrid 2003. Ed Corona Bolearis. 254 pp.
PUERTO SARMIENTO, Javier. Ciencia y Política: José Giral. Madrid 2015. Real Academia de la Historia. BOE. 911 pp. Basado en el archivo personal de José Giral entregado por la familia.
SÁNCHEZ RON, José Manuel. El País de los sueños perdidos: Historia de la Ciencia en España. 2020. Ed Taurus.
VARIOS AUTORES. Exilio: Catálogo de la exposición. Fundación Pablo Iglesias. 2002.