"El pensamiento débil es una forma de anarquía no sangrante" Gianni Vattimo
Uno de los problemas más acuciantes de este siglo XXI en el que, hace más de tres lustros que pusimos el pie, es que no entendemos lo que pasa ni lo que nos pasa, que carecemos de instrumentos teóricos precisos y fiables para entender la realidad y que el pensamiento está desprestigiado, en declive y no somos capaces de orientarnos en este escenario hostil y caótico.
Hemos perdido, quizás definitivamente, una visión del mundo ordenada y hemos de acostumbrarnos a visiones dispersas y contradictorias. La Filosofía parece que ha abdicado de muchas de las funciones que tuvo y ha de acostumbrarse a desenvolverse en un mundo carente de certezas.
En medio de tanta confusión hay que volver a Vattimo. Un pensador poco conocido, salvo un pequeño ramillete de tópicos al uso. Este filósofo italiano, que recientemente, ha cumplido los 81 años, resulta necesario e incluso imprescindible para aventurarnos en ese laberinto desconcertante y saber cómo es el terreno que pisamos.
Son muchos los años que Vattimo ha dedicado a ir en pos de un pensamiento que no busque la dominación. Los componentes de la Escuela de Frankfurt, así como Gadamer, otro de sus referentes, ya nos advirtieron que la razón se había encarnado en la ciencia-técnica y en un Estado fuerte que manipulaban, controlaban y asfixiaban al hombre.
Hemos comprendido que nos hallamos en un terreno dónde las viejas concepciones de la modernidad quedan atrás y aún no disponemos de elementos para analizar y movernos en medio de nuevos paradigmas, todavía incipientes.
Creímos superada, la llamada concepción univoca de la historia y, aunque dolorosamente, hemos asimilado que la idea de progreso que veníamos manejando, era ingenua e ilusoria. En realidad, no hay progreso sino nuevas formas, más o menos sofisticadas de dominación. El paradigma europeo ha dejado de tener validez universal y otros pueblos y culturas exigen que sus puntos de vista y sus concepciones sean tenidos en cuenta.
Hemos puesto el pie en la postmodernidad que ha sido conceptualizada de diversas formas. Una de ellas ha sido la de la sociedad de la comunicación, que contrariamente, a lo que se especuló, no ha hecho al mundo, ni a las conciencias, más transparente sino más confuso con la irrupción de mensajes plurales. Naturalmente, las lamentaciones están de más y la única respuesta que tiene valor y que puede conducir a la liberación es, en palabras del propio Vattimo, contaminarse de las múltiples imágenes, interpretaciones y construcciones que la realidad nos pone delante y nos ofrece.
Quizás por eso apuesta firmemente por la tolerancia y el relativismo. Hemos de conocer los peligros y ser lo suficientemente fuertes para mostrarnos sensibles al sufrimiento de los demás. Aprovechar las ventajas de la sociedad de la comunicación, preservar un sentido crítico y evitar caer en la pendiente que desemboca en una serie de alienaciones que nos conducen a un estéril infantilismo en el que cada vez dependemos más de quienes mueven los hilos.
Antes de seguir adelante con nuestras reflexiones conviene contestar a la pregunta: ¿qué podemos y debemos leer de Vattimo? Nos encontramos con la dificultad añadida de que pese a haber escrito en italiano muchas de sus obras no están traducidas al castellano. Aún así, considero que tienen plena actualidad planteamientos como los que expone en «El fin de la modernidad», «Las aventuras de la diferencia», «El sujeto y la máscara», donde se hace patente el influjo de Nietzsche; «La ética de la interpretación» o por no citar más que un último texto «Vocación y responsabilidad del filósofo».
Es innegable que para Vattimo postmodernidad y «babel informativa» vienen a ser términos correlativos, ya que los medios han adquirido un papel central. Los modelos cerrados, las concepciones unívocas o los grandes relatos, han sido superados. Esto crea sensaciones de inseguridad y de desorientación.
Vattimo y otros pensadores, opinan que no debe dejarse expedita la vía hacia el desanimo, la inacción y la resignación sino que, por el contrario, han de abrir el camino a la tolerancia y a la diversidad.
El pensamiento de Vattimo tuvo un innegable prestigio en las décadas finales del pasado siglo pero después, su influencia es menor y fuera de Italia a penas se le cita. Sin embargo, es más necesario que nunca, en estos años de desorientación y de pérdida de referencias.
Su pasión por la interpretación frente a concepciones férreas y unívocas, la conceptualización y el desarrollo de las razones por las que hay que apoyar a los movimientos transversales y su identificación con una visión mundial de las culturas frente a una Europa etnocéntrica, han de ser pensadas y repensadas en estos momentos de crisis generalizada.
Es un filósofo valiente, se atreve a cuestionar conceptos como verdad, sujeto, ser y poder. En algunas de sus obras más representativas, el influjo de Nietzsche es patente y, también, el de Heidegger. De sus planteamientos filosóficos se desprende una ética de la tolerancia así como una defensa de la no violencia.
En cierto modo, abdica del papel de la Filosofía como guía de la acción política. Pero esto no supone ni inacción, ni resignación. Vattimo fue Eurodiputado y dedica hermosas páginas a defender el control sobre la destrucción de la naturaleza. En líneas generales, apuesta por la limitación del poder, reflexionando sobre las consecuencias negativas, para el sujeto, de entidades fuertes que lo anulen.
Cree que es posible desarrollar una vertiente emancipadora que influya decisivamente en las democracias tardo-industriales y piensa que la autonomía es un principio de debilitamiento del poder del Estado. Apuesta decididamente y con el ejemplo, por la participación política como cauce de manifestar la opinión de aquellos que carecen de instrumentos políticos apropiados para influir en la toma de decisiones. También se muestra partidario de perfeccionar la Unión Europea en una época en que los errores, los nacionalismos excluyentes y las fuerzas centrífugas amenazan con debilitar el sueño europeo y se muestra esperanzado y comprometido con el futuro de Latino-América.
Volver a Vattimo en tiempos de la posverdad es una opción valiente. Hay que exponer lo que se piensa, debatir y defender en cuantos foros sea posible, el pensamiento crítico y no caer en el abatimiento ni darse por vencido. El filósofo turinés dio sobradas pruebas de esto, polemizando en revistas y diarios (algunos de nuestro país) y divulgando su pensamiento con rigor, para que llegara a quienes habitualmente no abren un libro de Filosofía.
Quizás sea eso lo que podemos y debemos pedir a los filósofos. En estos tiempos oscuros, en que casi asistimos a la desaparición del intelectual, sustituido por el tertuliano y donde existen innumerables formas de ejercer por activa, por pasiva y por perifrástica, distintas modalidades de censura son imprescindibles quienes contribuyen a crear opinión y a defender un pensamiento crítico.