diciembre de 2024 - VIII Año

España, en la atención y en los escritos de Engels

Bicentenario del nacimiento de Engels (28 de noviembre de1820 – 5 de agosto de 1895)

Federico Engels, de cuyo nacimiento se cumplen este 28 de noviembre dos siglos, mantuvo con España importantes nexos que reflejó en algunos de sus interesantes escritos, en buena parte relativos a temas militares españoles, ejército regular y guerrillas. Como se sabe, desde su mocedad, el intelectual germano, compañero de Karl Marx, se mostraba proclive a involucrarse en el estudio de los asuntos militares, por haber nacido en la ciudad renana de Barmen, Elberfeld, de Wüppertal, en 1820, el seno de una familia burguesa dedicada al comercio textil, pero dentro de un ambiente prusiano, donde lo militar vertebraba numerosos vectores de la cultura y de la vida cotidiana de la zona septentrional y oriental germana. Asimismo, en su progresiva teorización sobre el Estado y sus instituciones, la percepción política de las fuerzas armadas como supremo aparato de coerción, sostén perpetuo de las clases dominantes y, en ocasiones, de avance y modernización social, resultaba ser, para Engels, una evidencia de examen obligado para el diseño de las estrategias y tácticas revolucionarias con las que afrontarlas, neutralizarlas, infiltrarlas o reconducirlas conforme a los intereses del proletariado.

Su afición por los trasuntos castrenses encontró su primera expresión tangible en su incorporación al servicio militar en un regimiento de Artillería de Berlín en 1841-42. Mas su atracción se desplegaría conforme avanzaban sus estudios teórico-prácticos sobre el poder, en sus múltiples manifestaciones sociales, institucionales y culturales, dada la entidad estatal que lo militar para él adquiría.

Así, en 1860, publicaría Engels en The New York Daily Tribune, editado en Londres, una serie de tres artículos bajo el título “The Moorrish war”, sobre la toma de la localidad norafricana de Tetuán por el general Leopoldo O’Donnell (1809-1867), cuya figura atrajo su atención en distintas ocasiones dada la potente proyección del militar canario sobre la escena española de su tiempo. También, junto con Marx, dedicó su atención a los generales Baldomero Espartero, Domingo Dulce y Ros de Olano. Previamente, en 1855, Engels había escrito otros artículos de trasunto hispano, concretamente iberoamericano, para el Putnam’s Magazine y otros dos más, titulados Badajoz y Bidasoa, respectivamente, sobre dos importantes episodios bélicos, que publicaría en 1858 en la New American Cyclopaedia.

Por otra parte, Federico Engels dedicaría posteriormente, ya en 1873, un plus de su atención a España en cuatro pequeños ensayos políticos, denominados Die Bakuninisten an der Arbeit (“Los bakuninistas en acción”). Esta colección de textos fue publicada por el órgano del Partido de los Socialdemócratas Alemanes, Die Volksstadt.

La afección española de Engels se intensificaría tras haber sido designado responsable para España, Italia y Rumanía de la Primera Internacional, así como por conocer el idioma español, comprenderlo y hablarlo, junto con otra decena de lenguas habladas y escritas, de las 24 que, según una hermana suya, llegó a conocer. Sin embargo, sus estudios databan de mucho antes, cuando su trabajo sobre las guerras campesinas en Alemania protagonizadas por Thomas Münzer le condujo hacia el estudio de las insurgencias bajomedievales; de estas paso a analizar los levantamientos y revueltas populares, de pequeños artesanos y obreros contra el despotismo de los validos, figura delegada del poder real que, en España, adquirió enorme entidad política.

Así, en marzo de 1766, el denominado motín contra el italiano De Gregorio, marqués de Esquilache, bajo el reinado de Carlos III, el levantamiento popular aparentemente desencadenado contra ciertas medidas represivas decretadas por el valido real, registró el reparto de hasta 10.000 fusiles entre el pueblo de Madrid, tras ser asaltados distintos cuarteles. Sin embargo, los publicistas de la época sellaron la verdad con una versión edulcorada y elitista de los hechos, en la que establecían que lo sucedido se trataba de una conjura interélites, con inducción jesuítica, contra la Corona. Así restaban el verdadero mordiente político revolucionario que el levantamiento popular había logrado, con la fuiga del Rey a Aranjuez. Por contra, la historiografía actual muestra probadamente que se trató de una revuelta revolucionaria y antimonárquica, una de las primeras en la Europa contemporánea, anterior a la Revolución Francesa, si bien su desenlace sería una alternativa política reformista rubricada por la caída del favorito.

Este y otros episodios cargados de potencialidad interpretativa en clave política revolucionaria llevaron a Engels a estudiar la guerra de guerrillas que en la Guerra de la Independencia, entre 1808 y 1814, cobraron su mayor auge e intensidad, cosechando numeroso éxitos los combatientes irregulares españoles en el hostigamiento del Ejército imperial que Napoleón desplegó en España: hubo de replegarse, incluso de las posiciones consolidadas en Madrid, en distintas ocasiones.

No obstante, el foco de atención del pensador prusiano se centraría en los acontecimientos militares y políticos protagonizados en España y en el Norte de África por una cohorte de espadones en los que tanto Engels como Marx vieron la posibilidad del renacer de un rescoldo revolucionario tras el fracaso de los levantamientos de 1848 y 1849 en Alemania, Francia, Hungría y Polonia.

Pugna en la Internacional

Primera Internacional Ginebra 1866

Más adelante, dentro de las luchas generadas en el interior de la Primera Internacional entre los seguidores de Marx y Engels y los del príncipe anarquista Mijail Bakunin (1814-1876), el pensador prusiano, como responsable para España de la Internacional proletaria se consagró en cuerpo y alma a refutar los planteamientos del sector bakuninista, que tenía en España potente arraigo. La introducción de la Primera Internacional en nuestro país había sido protagonizada por el anarquista y diputado italiano Giuseppe Fanelli (1827-1877), portavoz, en el seno de la Alianza Internacional de los Trabajadores, de la Alianza de la Democracia Socialista afín al príncipe anarquista ruso. Esta fracción era contraria al Consejo General de la Internacional encabezado por Marx y Engels. Por ello, el marxismo en España no llegaría nunca a ser la corriente hegemónica dentro del republicanismo ni de la izquierda obrera.

Federico Engels, como responsable de la Sección para España de la Internacional, atacó duramente al anarquismo entonces aquí en auge, del que criticaba que su ideario y su programa antiautoritarios, caracterizados políticamente por ser abstencionistas y por exigir, de una manera que Engels consideraba prematura e irresponsable, la abolición inmediata del Estado. Lo cual había convertido al anarquismo, según las palabras de Engels, en “un verdadero muro de contención para la difusión del marxismo y para la creación de un potente partido obrero”. Y ello a pesar de la potente e histórica energía revolucionaria que tanto él como su compañero Marx detectaban en España.

En otros dos de sus artículos sobre España, Engels arremetió contra el cantonalismo que, a su juicio, resultaba ser suprema expresión del antiestatalismo anarquista, el abstencionismo político y la disgregación de fuerzas proletarias. Subrayaba igualmente que “jamás pudo conducirse de peor manera un proceso revolucionario”, en referencia al desenlace de la Revolución llamada Gloriosa, que en 1868 derrocó la monarquía isabelina y dio paso a una República de incierto y efímero destino hasta 1874, con la Restauración borbónica manu militari, con el pronunciamiento militar en Sagunto del general Arsenio Martínez Campos.

Comoquiera que Engels dominaba los temas militares y contaba con abundante información histórica, política y coyuntural sobre España, muy presumiblemente influyó de manera decisiva sobre los planteamientos que Marx exhibió sobre nuestro país. En sus análisis sobre la realidad política española que plasmaría en los ocho artículos publicados- sobre España que publicó también en The New York Daily Tribune en 1854 y 1856, Marx recibió sin duda esta influencia. De trasunto histórico que se remontaba a la reconquista, Marx los escribió incluso con algunas deformaciones que la incipiente y deficiente historiografía al uso en Francia y en Alemania proyectaban sobre España, tantas, que llevaron a Marx a prescindir en sus análisis españoles de la determinación infraestructural económica sobre la superestructura institucional, propia de sus investigaciones y aplicadas a otras realidades.

De esta manera las trocaba aquí con un sesgo en el que para él, tan solo había operado en los procesos populares revolucionarios la dinámica antiautoritaria y nacionalista del pueblo, tanto contra Napoleón como en las luchas posteriores contra los validos regios. Ello se veía signado por una visión romántica –en clave germana- que exaltaba al pueblo español por su patriotismo antidespótico, pero no profundizaba en el bastidor económico sobre el cual aquellas dinámicas sociopolíticas se sustentaban, teorización que constituía ya, desde 1849, el fundamento sustancial del marxismo.

La figura de Engels, pese al understatement, la auto-infravaloración cortés que se aplicó a sí mismo respecto a la figura de su amigo y camarada Karl Marx, al que admiraba, sería puntal decisivo de la causa del proletariado mundial y mentor de muchos de los avances teóricos, prácticos y organizativos del movimiento comunista internacional.

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