A propósito del centenario de Enrique Tierno Galván (1918-1986)
Por José Antonio Díaz*.- | Febrero 2018
Hay un autor de referencia para los científicos sociales, Max Weber; y una de sus obras, El Político y el Científico, que me viene a la mente cuando me propongo escribir sobre Enrique Tierno Galván, del que conmemoramos en 2018 el centenario de su nacimiento. Esta pequeña obra recoge las conferencias impartidas por Max Weber con ocasión de las jornadas organizadas por la Asociación Libre de Estudiantes de Munich, durante el invierno revolucionario de 1919, casi también hace 100. En esos tiempos convulsos, la Cátedra universitaria se convirtió en el foro de radicales debates sobre la función de los intelectuales, sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad; sobre el papel que pueden o deben tener los científicos en la gestión de la ‘res publica’. En buena medida, supongo que Weber, el sociólogo de los conceptos y los tipos puros para el análisis de la realidad social, necesitaba esclarecer su propio papel como científico y como político, ya que, no solo como intelectual sino también en política tuvo un gran protagonismo. Estas conferencias trataban sobre la responsabilidad del profesor, que desde la tarima del aula ejerce el magisterio con más o menos rigor científico, e influye en la conformación de opciones políticas desde una supuesta imparcialidad ‘científica’. No es una llamada a alejar la política y la ciencia, como a veces suele interpretarse, si no a diferenciar ambos ámbitos de actuación, según dónde se esté; e incluso, a la necesidad de ‘tomar partido’ claramente cuando las circunstancias lo exigen.
Supongo que el lector ya habrá deducido los paralelismos que trato de establecer entre Weber y de quien se conmemora el centenario de su nacimiento: Enrique Tierno Galván. Ambos fueron científicos sociales y políticos vocacionales. Profesores con el rigor exigible en la Cátedra, que, no obstante, en un momento determinado, ante las circunstancias políticas del momento, se sienten ‘moralmente obligados’ a tomar partido y también a promover una opción política: Weber, el Partido Democrático Alemán, partido socialdemócrata y liberal; Tierno, el Partido Socialista Popular, inicialmente, Partido Socialista del Interior. Bien se le puede aplicar a Enrique Tierno las palabras de Weber, cuando dice: ‘sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un ‘sin embargo’; sólo un hombre de esta forma construido tiene ‘vocación’ por la política’ (Weber, M. (1975). El Político y el Científico. Madrid, Alianza, p. 179).
En la década de los 60, España atravesaba efectivamente un momento oscuro, cruel, ‘estúpido’ y ‘demasiado abyecto’ como para que personas con una ética personal y vocación por la acción, no se sintieran moralmente obligados a tomar partido por la transformación de esa realidad, por la democratización de España; cuando hacerlo suponía un riesgo cierto de ser expulsado de la academia, y en muchos casos el exilio.
Tierno destacó en los dos ámbitos mencionados, el político y el científico. Para los Sociólogos y Politólogos de hoy en día, su contribución al desarrollo de una ciencia social en España es muy destacable. Enrique Tierno, en los años 50 de la dictadura franquista, junto con un grupo importante de profesores, promovió la reflexión intelectual independiente y crítica con el régimen autoritario. Hay que destacar el papel de los promotores en España de esa nueva ciencia social crítica, que realmente construyen las bases de la ciencia social moderna; gracias, por ejemplo, al trabajo que realiza Tierno Galván en el Seminario de la Universidad de Salamanca. En este empeño coincidió, entre otros, con profesores como Javier Conde, Aranguren, Maravall, Sánchez Agesta, Murillo, Ollero, García Calvo, Carlos Moya o Vidal Beneyto. Una generación comprometida con la ciencia social, que necesariamente es política crítica y crítica política. Bien podría aplicarse a este colectivo el concepto acuñado por Tierno, cuando estudia la obra de Joaquín Costa, de ‘Espacio histórico generacional’ (Enrique Tierno Galván (1961). Costa y el regeneracionismo. Barcelona: Editorial Barna), para denominar a un grupo de intelectuales que comparten actitudes e ideas (no necesariamente semejantes), y trabajando por la democratización de España.
Este año, celebramos el centenario de quien pudo plasmar sus ideales democráticos en una gestión pública ejemplar. Como Alcalde de Madrid, Enrique Tierno encontró una ciudad cerrada, algo oscura y con poca vitalidad. Su política cultural era, realmente, una cultura política diferente. Ahora que se dice que otra política es necesaria, un tipo de política que represente mejor a la ciudadanía, que defienda del interés general, y en la que la gente de la calle se pueda sentir identificada; se puede afirmar que esa otra forma de hacer política no es nueva, es la política de los políticos por convicción, y no por necesidad, de los que defienden el interés común, de los que se indignan por la injusticia social; de los que a pesar de las dificultades sienten el deber moral de tratar de cambiar las cosas. Y, de hecho, las cambia. La forma de hacer política de Tierno Galván transformó Madrid, hizo de esta ciudad una referencia cultural internacional, y el sustrato sobre el que floreció la innovación social. En este sentido, Enrique Tierno es una referencia actual sobre cómo promover la convivencia cívica en libertad, sobre cómo hacer de la política una actividad que dignifica a sus protagonistas. Tomándole como ejemplo, bien podría decirse que esa forma de hacer política serviría para recuperar Madrid para el bien común y la ciudadanía.
- *José Antonio Díaz es Catedrático de Sociología (UNED) y Secretario de Cohesión e Integración del PSOE-Madrid