noviembre de 2024 - VIII Año

Diez años releyendo a Dahrendorf

X aniversario del fallecimiento de Ralf Dahrendorf

ralphAsí como -salvo los obligados panegíricos en prensa, más o menos telegráficos- la muerte de Ralf Dahrendorf, el 17 de junio de 2009, tuvo más bien poca repercusión mediática, parece que tampoco al cumplirse diez años de su traspaso, vaya a ser objeto de especial recordatorio, pese a ser personaje central en el pensamiento social europeo del último medio siglo; pequeña injusticia que, con toda modestia, pretenden paliar estas líneas.

Sociólogo de formación, en su etapa universitaria Dahrendorf se había inspirado en el pensamiento de Marx, Weber y los socialistas utópicos para formular su teoría del conflicto social. Aunque asumía que el conflicto es el principal motor de la historia porque produce forzosamente cambios sociales a corto o largo plazo, consideró (en crítica al marxismo y especialmente a sus doctrinarios de penúltima hora) que en el conflicto social moderno el método real para la reducción de las pautas de desigualdad ya no responde ni puede responder, en la práctica, a aquél periclitado esquema de la lucha de clases, sugiriéndonos la idea de la refolución, cuya finalidad principal no es otra que el que todos los individuos tengan las mismas oportunidades vitales, pues en ese ofrecimiento de posibilidades radica la verdadera esencia de una democracia liberal avanzada. Las primeras lecturas de los textos de Dahrendorf suscitan en no pocos lectores una fascinación sólo comparable a la que produce el descubrimiento de ‘La sociedad abierta y sus enemigos’ de K. R. Popper, autor de cuyo pensamiento precisamente es tributario –junto al de Kant, Locke y Berlin-. A Dahrendorf le gustaba definirse como ‘científico social’, y su vida y obra dejaron constancia de su obstinada defensa de los valores de la razón, la tolerancia y la constitución de la libertad. Muchos le debemos la valiosa enseñanza de comprender que la libertad no es un estado, sino nada más y nada menos que la actividad capaz de hacer realidad las oportunidades que ofrece la vida; de ahí la importancia de establecer los mimbres para una sociedad del mérito que permita el desarrollo de las oportunidades vitales de cada individuo en función de su capacidad y esfuerzo.

dahrendorfTan sugerentes postulados incitan fácilmente a retomar la lectura de sus textos, tarea que permite disfrutar, página a página, de la claridad, viveza y plena vigencia de sus argumentos, y redescubrir el lúcido análisis de la realidad en cada hito histórico transformador de nuestro mundo, desde la caída del muro de Berlín hasta el 11-S, pasando por el proceso de construcción política europea y sus numerosos tropiezos hasta la Europa de los 28 (desde su doble alma germana y británica, sin duda le habría conmovido el Brexit ahora en curso); los procesos bélicos y de depuración étnica en los Balcanes, los intentos de desmantelamiento del estado de bienestar y la globalización de la economía (lo que él llamaba ‘plus de globalización’ o aceptación de la necesidad de los mercados globales pero añadiendo elementos clave de bienestar social); las nuevas amenazas totalitarias y la difícil dualidad libertad-seguridad…

A sus enseñanzas se van sumando, con infrecuente amenidad, rigor conceptual y precisión en el lenguaje, atinadas reflexiones sobre cuestiones que para muchos eran inicialmente fútiles, como la preocupación por el descenso en la participación electoral en casi todos los países democráticos, la propensión hacia el populismo antiparlamentario, la inercia del negativo impacto de los mecanismos burocráticos estatistas en los procesos de innovación y profundización democrática, o la relación entre Internet y el futuro de la democracia.

Otra clave omnipresente en su obra es la necesidad fundamental del imperio de la ley: de cómo de entre los grandes riesgos sociales de nuestro tiempo destaca la creciente disociación entre ley y orden, la impunidad y el consiguiente desorden e incertidumbre ciudadana. Sólo mediante un esfuerzo consciente de construcción y reconstrucción de las instituciones podemos tener esperanzas de asegurar nuestra libertad frente a la ‘anomia’. Las normas pueden ser meros epígrafes en un manual de derecho, pero deben ser sobre todo reglas vivas y llenas de significado, que formen un todo con los principios de los que derivan; el derecho necesita ser desarrollado, a fin de hacer que su imperio sea fructífero para la libertad. La anomia no es el único peligro: el otro es lo que él llamaba ‘hipernomia’, el crecimiento salvaje de normas, sanciones e instituciones. Amigo de la fina ironía, Dahrendorf nos relataba en Ley y orden que ‘si bien muchos parlamentarios consiguen ser elegidos por primera vez sosteniendo que hay demasiadas leyes y que es urgente una mayor simplicidad y transparencia de las normas, pronto se unen a sus colegas más veteranos contando orgullosamente el número de leyes que han aprobado como indicador de sus logros’.

leyRalf Dahrendorf nos enseña también el valor del método crítico (la autocrítica y la crítica reflexiva y amistosa), y razona que el liberalismo es un proceso de civilización, entendido justo como ya en 1929 había apuntado Carlo Rosselli; el método liberal no tolera atributos: no es ni puede ser burgués, ni socialista, ni conservador, ni revolucionario… Su naturaleza le lleva a favorecer las fuerzas de progreso, de lo que se infiere el sentido social liberal, o la evidencia de que –contra lo que en los últimos decenios sigue predicando el mal llamado neoliberalismo (que no es otra cosa que el conservadurismo de siempre)-, no todo puede quedar al albur del mercado ni del caos creativo de la sociedad civil, pues, como mínimo, los gobiernos determinan el tono de la economía y de la sociedad en general.

Los argumentos se suceden con inusual claridad, y a medida que redescubrimos capítulos y más capítulos de sus apasionados relatos, nos seguimos interrogando sobre cómo es posible que, a los diez años de la desaparición de tan relevante personaje, otrora reconocido con multitud de doctorados honoris causa y premios internacionales, su legado intelectual sea tan poco reivindicado en la actualidad. ¿Será porque cuando nos ofrecía su brújula ideológica para afrontar la comprensión de todas esas encrucijadas de nuestro tiempo, lo hacía, además de sin dogmatismos, con modestia, ajeno a pompas y a toda posible arrogancia? Muy probablemente tenga que ver su poca veleidad por los ruidos mediáticos; y que su enfoque popperiano en la universal tarea para encontrar la cuadratura del círculo entre libertad política, sociedad civil y sistema económico evitaba categorismos y cualquier solución omnímoda a los problemas, pues ‘las soluciones totales, lejos de mejorar las cosas, las agravan’. Las hemerotecas digitales de El País y La Vanguardia permiten releer docenas de artículos y entrevistas publicados entre 1994 y 2007. ¡Cuánto bien nos hará seguir leyendo a lord Dahrendorf, agradeciéndole el habernos mostrado el discreto encanto del liberalismo y la tranquila pasión de la razón!

* Max Arias es Abogado laboralista
 

 

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