Siempre es buen momento para releer a los clásicos. Una obra como “La Odisea”, por ejemplo, está en permanente evolución y cada época e incluso cada generación, la hace suya y va incorporando nuevas interpretaciones y significados. Está, por tanto, en relación dialéctica con nuestro presente. Su contenido se enriquece por el paso del tiempo.
Recientemente he vuelto a leer, una vez más, “La Odisea”. Me entusiasmó cuando era un muchacho y cuando la biblioteca de mi padre tenía para mí un significado que más tarde, he encontrado en diversos testimonios Jorge Luis Borges.
De “La Odisea” se han dicho muchas cosas, faltan por decir muchas más. Cada momento histórico y, exagerando un poco, cada lector encuentra aspectos y matices en los que con anterioridad no se había reparado.
Hoy, es imprescindible, incorporar a sus múltiples interpretaciones una lectura feminista. Sus mujeres son apasionantes, extraordinariamente modernas, desprejuiciadas y si se sabe seguir el hilo, con atención, sostienen algunos puntos de vista espléndidos, sugieren mucho más de lo que dicen. Son seres libres o que aspiran a serlo y quieren ser las dueñas de su propio destino.
La relación obra-lector me parece, en el caso de “La Odisea” especialmente digna de que fijemos en ella nuestra atención. Por otra parte el crítico, antes que cualquier otra cosa, es un lector que muestra con sabiduría y oficio a los demás, perspectivas, veredas, caminos y vericuetos para comprender un texto y disfrutarlo.
Toda obra que ha sobrevivido incólume al paso del tiempo, contiene ideas y mensajes esenciales y los expresa, a veces de una manera clara y en otras de forma más obscura e incluso criptica. No está de más recordar una vez más, aunque se ha dicho en infinidad de ocasiones, que una obra no tiene dueño o que pertenece a quién la lee o, mejor aún, que pertenece a los lectores que la hacen suya y a quienes enriquece. Nunca está de más recordar las palabras de Oscar Wilde cuando expresa que “la crítica es una creación dentro de otra creación”.
Muchas veces me ha dado por pensar que la vida de Odiseo es una constante fuga, eso sí, hacia un punto fijo y determinado que coincide con el de la partida. Su estructura es más laberíntica de lo que parece a simple vista. Es circular, mas al mismo tiempo proyectiva.
Es la historia de un viaje, de varios naufragios, de aventuras… hasta regresar a Ítaca. Tenía toda la razón Konstantinos Kavafis de que sea cual sea la duración del viaje, lo importante, lo que nos marca son las experiencias que tienen lugar en el trayecto. Experiencias que nos hacen madurar y que nos convierten en más sabios. El Ulises que regresa no es el que se fue. La vida moldea el carácter, amplía el horizonte vital… y nos va haciendo más maduros y reflexivos.
“La Odisea” tiene muchos momentos deslumbrantes, es sencillamente formidable cuando la narración deriva en metafísica… y cuando el verdadero motivo de la reflexión es el paso del tiempo y lo que va haciendo de nosotros, en lo que nos va convirtiendo.
Como era de temer, “La Odisea” ha ido sufriendo a lo largo del tiempo, interpretaciones de carácter misógino y propias de estructuras patriarcales. Ya va siendo hora de que se desprenda de esas adhesiones que no figuran en el texto original pero que ponen de manifiesto los tópicos, visiones y miedos de las sucesivas generaciones que la han leído y comentado.
Tengo un libro en las manos, se llama “Odiseicas. Las mujeres en “La Odisea”” (Seix Barral – 2021). Su autora es Carmen Estrada que ha estudiado, con ahínco, la lengua homérica. Nunca se insistirá lo suficiente en que la Filología es inseparable de la crítica en los textos clásicos. A lo largo de las más de 400 páginas del libro, van desfilando una saga de mujeres que merecen mucha más atención de la que se les ha venido prestando. Por ejemplo, Calipso, Euriclea o la propia Circe, por no hablar de Penélope, que se las arregla –y muy bien por cierto- para salir airosa de cuantas trampas y acechanzas le tienden y para gobernar su palacio con inteligencia y eficacia.
Hoy, vamos a hablar de Circe. ¿Quién es?, ¿qué representa? Se nos ha venido presentado, por parte de un conservadurismo que veía a la mujer como causante del mal… como una maligna hechicera, experta en el manejo de pociones mágicas, que convierte a los hombres en animales. De hecho, en las proximidades de su palacio en la isla de Eea, se escuchan rugidos y lamentaciones de osos, leones o cerdos que fueron, quizás hombres, a los que convirtió en animales.
Habría que decir que, también, es una diosa, hija de Helios (dios del sol) y de Perseis. Se suele afirmar que poseía conocimientos de herboristería y medicina. ¿Era, por tanto, una bruja o se la ha querido presentar como a tal y se han vertido sobre ella las descalificaciones más rastreras al uso?, por el contrario, es una diosa mujer, hermosa, de una clara inteligencia, capaz de imaginar ardides y, sobre todo, una mujer que posee un nítido poder gracia a conocer las propiedades de las hierbas.
Hay que afirmar que las transformaciones están siempre presentes en la mitología y en el imaginario griego. Es excelente “Las metamorfosis” de Ovidio, que no tiene más defecto que el que las generaciones jóvenes no lo leen y no lo conocen… y cada vez el mundo que representa se va difuminando y perdiendo sus referencias. Con ello empobrecemos nuestro conocimiento del mundo clásico.
Digamos que Circe convierte, con su ‘barita mágica’ a los hombres en animales, más no es menos cierto que los devuelve a la condición humana, cuando Odiseo se lo ruega. Por cierto, que en su relación con éste se produce, nada más y nada menos, que una inversión de las relaciones de la tabla de valores y procedimientos tradicionales de la distribución de poder entre varones y mujeres.
La mujer ha estado secularmente sometida al poder del varón y este es quien toma las decisiones. No comprendo cómo ha pasado desapercibido que quien tiene el poder es Circe, que lleva en todo momento la iniciativa y Odiseo quien le presta servicios íntimos… La estancia en la isla, dura un año, no es desde luego despreciable.
Cuando los dioses dictaminan que Odiseo tiene que emprender el camino de vuelta, Circe no se rebela. Acata el mensaje de Hermes y facilita la partida, no sin antes otorgarle sabios consejos. Por ejemplo, que se amarre al palo mayor y tapone los oídos de la tripulación… para poder escuchar el canto de las sirenas sin perecer o las informaciones detalladas y precisas para visitar el Hades y hablar con los muertos, así como los sacrificios propiciatorios que ha de ofrecer. Estos y otros ardides suelen atribuirse a la astucia de Odiseo, olvidando o queriendo olvidar como en este caso, que son obra de Circe.
Deberíamos hacer un esfuerzo por despojar a “La Odisea” de la capa de ‘mugre’ que ha ido adquiriendo, devolviéndole su riqueza y luminosidad prístina. Circe tiene personalidad, fuerza y una energía intacta. No se somete y sabe disfrutar de los placeres y las ocasiones que la vida le ofrece, como dejar pasar las horas a la sombra de un árbol, sentada junto a Ulises en la hierba. Hay en ella una sensación de ligereza como cuando levanta su vuelo un águila. Deja transcurrir la existencia sin atarse demasiado tiempo a nada ni a nadie.
“La Odisea” tiene una humanidad de la que “La Ilíada” carece es, eso sí, menos épica. Homero o los sucesivos homeros ¿hubo tal vez alguna homera?
Se obtiene como resultado de esta espléndida metáfora del viaje y sus implicaciones, una conclusión existencial de calado. A veces, es preferible acertar el resultado que dilatarse en las razones esgrimidas para sus sucesivos aplazamientos. Odiseo no sólo es astuto sino corajudo y, aunque la noche se pueble de cavilaciones y fantasmas, tiene marcado a fuego, en la frente, el camino del regreso.
A veces, me da por pensar que “La Odisea” es una coraza cultural que protege de la angustia y que contiene algunas fisuras por las que penetra la sombra de la inseguridad. El despecho ha conducido y conduce a no aceptar de buen grado la felicidad ajena. Quizás, por eso, una y otra vez se impone la voluntad de proseguir el viaje añorando un viento ligero que ponga alas al navío.
Lo cierto es que Circe, con una lectura apropiada, pone en la agenda el poder de lo femenino que ha sido menospreciado durante siglos. Tiene todo un potencial, consistente en la administración sabia y perseverante de sus poderes.
No puede extrañarnos que de unos años a esta parte hayan aparecido ensayos mas, sobre todo novelas, que han puesto de manifiesto lo que Circe oculta, lo que representa, lo que se ha tergiversado, facilitando así un acercamiento al personaje desde otros supuestos y perspectivas. Es interesante y oportuno leer alguna de estas novelas, a las que por falta de espacio no puedo referirme ahora.
Me atrevo a sugerir que se emprendan nuevas lecturas de “La Odisea” y que se haga, teniendo a mano, un texto solvente. Los hay más que aceptables, mas como hay que elegir, yo sigo prefiriendo el de ‘Gredos’.
Así frente a la imagen de maligna hechicera hay que entrever a Circe como prototipo de mujer libre. En toda incomprensión y en toda manipulación de una manera o de otra, está presente el miedo. En la misoginia hay miedo. Por eso, se pretende destruir o aniquilar lo que se teme.
La mitología griega es una densa red donde se cruzan y entrecruzan múltiples historias. Señalaré, tan solo, que Medea es sobrina de Circe y, que de una forma u otra, se hace presente en la historia de los argonautas y en su viaje para regresar con el ansiado vellocino de oro.
Me causa una profunda tristeza que se haya perdido una obra de Esquilo, que por diversos testimonios, sabemos que se centraba en la figura de Circe, en sus poderes y tribulaciones.
Circe es un personaje instalado en el imaginario colectivo del mundo clásico. Como probablemente, algunos lectores recuerden en “La Eneida”, Eneas, fugitivo de Troya, bordea con su nave la isla donde se decía que habitaba Circe y escucha los lamentos de las criaturas transformadas. En el mundo romano, ya empieza a perfilarse la visión de hechicera que ha perdurado. Posteriormente, en el mundo cristiano Circe era una bruja abominable, sobre la que se vertían todo el odio y las características negativas con que se motejaba a estos seres que se suponía que utilizaban sus poderes para fines perniciosos e infernales.
Creo que es curioso y que merece la pena rescatar que, en cierto modo, el Renacimiento reivindica la figura de Circe. Giovanni Boccaccio que, no sólo escribió “El Decamerón” sino muchas otras obras, poseía una socarronería, una mordacidad y una vitalidad envidiable. Nos habla de Circe en su “De mulieribus claris” que podría traducirse por ‘Mujeres esclarecidas o dignas de fama’. Su principal mérito radica, con todo, en enfrentarse de forma crítica a las obscuras tradiciones medievales.
El caso de Circe no es único, ni mucho menos. Podría hacerse otro tanto con Calipso. Tal vez en una próxima entrega para Entreletras, analicemos este personaje femenino, su personalidad y su forma de vida.
Lo cierto es que por unas causas o por otras, “La Odisea” sigue sorprendiendo y asombrando. Es una fuente inagotable de la que seguir bebiendo agua fresca… como si de otra fuente Castalia, se tratara. De un tiempo a esta parte, sin ir más lejos, se está enriqueciendo su legado con una serie de miradas feministas que ponen de relieve los recursos, matices, juegos y acciones que llevan a cabo algunas de sus fascinantes mujeres.
Muchos de los misterios de “La Odisea” siguen sin descubrirse, sin mostrarse… entre otras cosas, porque no se ha investigado en esa dirección. Hace años que me llamaron la atención unas líneas de “El templo de Poseidón” de Jorge Luis Borges, donde señala, muy acertadamente, que si sabemos buscar con atención, descubriremos nuevos enfoques, nuevas perspectivas y nuevos elementos de análisis.
El texto al que me refiero dice así: “No hay cosa en el mundo que no sea misteriosa, pero ese misterio es más evidente en determinadas cosas que en otras. En el mar, en el color amarillo, en los ojos de los ancianos y en la música”
Muchos pasajes de “La Odisea” son vivaces y dialécticos. Debe repararse, a mi juicio, en el hecho de que hasta ahora, han interesado a una crítica excesivamente convencional, más bien poco o casi nada. Sin embargo, es un descubrimiento transcendental y de calado que diversos personajes femeninos, se atreven a vivir conforme a sus criterios y valores… planteando, mediante sus acciones, que quieren vivir como seres libres y que aceptan sus responsabilidades.
Por supuesto, en el texto hay traiciones e imposturas. Es, asimismo, interesante descubrirlas y analizarlas. Apuntan no poco, sobre las luces y las sombras del ser humano.
Con todo, “La Odisea” es optimista. Está lejos de una perspectiva nihilista y por el contrario, es fuertemente vitalista.
Hay que prepararse, emprender, organizarse, saber sortear los escollos… y, como premio, algunos alcanzan el privilegio de regresar a Ítaca, aunque son muchos quienes se quedan en el camino. En el episodio de Circe se nos dice, explícitamente, que de las doce naves que partieron, once han perecido… Odiseo es el único superviviente que alcanza la costa ansiada.
Deseo, no obstante, hacer una última consideración ofreciendo de paso otra posible lectura. “La Odisea” puede leerse y apreciarse desde la perspectiva de la ética de la realización de los deseos.