A medida que transcurre el tiempo, se percibe con creciente claridad el verdadero discurso del ultracapitalismo, camuflado bajo su disfraz de liberal: más de la mitad de la población mundial, le sobra. Le sobra igualmente, la política. Y por ende, el Estado. Su objetivo central: anular la sociedad y transformarla en mero mercado. Eso sí, un mercado desigual, donde todo lo anegue su insaciable codicia, dispuestos a terminar de una vez por todas con cualquier atisbo de paz, de igualdad y de justicia: quiere acabar con todo aquello en lo que durante tantos años hemos soñado tant@s. Veamos, si no, qué papel desempeña ese engendro que ha accedido a la Casa Blanca creyendo redimir a sus gentes con el mandato ultracapitalista bajo el brazo. A quienes lo han colocado allí no les importa su racismo, su ignorancia, su zafiedad. Es el mejor agente del que pueden dotarse para conseguir su propósito de acabar con la política, la sociedad y el Estado. Entretanto, siguen fabricando armas de una destructividad inusitada en la Historia de la Humanidad. Les van a ser útiles para intentar aniquilarla. ¿Qué sentido tiene si no el rampante tamaño de sus arsenales? ¿Por dónde van a empezar a desplegarlas?
En España, pese a numerosos camuflajes, vivimos en primera fila este proceso alineado con aquel discurso. De allí parecen venir las instrucciones. Durante los onerosos años de los Gobiernos del PP, contemplamos casi inermes el robo directo y el desmantelamiento de las fuentes de la riqueza nacional, para sernos expropiada y regalada a manos llenas a voraces entes privados, sin rostro, ni saber alguno, ni autoría de ningún tipo, sin responsabilidad, que no representan a nadie más que a sus inhumanos intereses. Agencias de capital privado evalúan, sancionan y condenan el monto y calidad de los recursos públicos: esto también ha sido posible por la infiltración de las prácticas del crimen organizado en todos los circuitos del capital financiero, toda vez que éste se irguió como hegemónico respecto del capital industrial o comercial que, por su naturaleza productiva, mantenían al menos un nexo directo con el mundo del Trabajo del que siempre han vivido.
Ahora el capital financiero, el más especulativos de todos los modos del capital, se enseñorea eructando a diario que sabe, puede y quiere anular, desplazar, al Trabajo de las prácticas sociales y humillarlo hasta arrebatar hasta la última gota de sudor a quien lo ejerza. Y lo pretende sin cortapisa legal alguna. Para conseguirlo, los métodos mafiosos copan ya el espectro entero de la llamada ingeniería financiera, una aberración pseudo-económica que parte de confundir la riqueza con el dinero y que ha contado aquí con la imprescindible –e irresponsable- ayuda de la cúpula del Partido Popular: sus hombres de negro, bolsistas, jueces, policías, tertulianos, aliados y sicarios de todo tipo.
Entretanto, la izquierda de nuestro atribulado país ha seguido anclada en polémicas internas, paralizantes, originadas en el siglo XIX; polémicas que hoy han dejado de tener sentido. La monstruosa presencia del mafioso capitalismo financiero es tan amenazadora, acosa de tal manera a la posibilidad de vivir socialmente en dignidad, que ha llegado el momento urgente de apartar a un lado aquellas diferencias y poner sobre la mesa la apremiante necesidad de unir fuerzas contra el desalmado monstruo, el mismo que impide a nuestr@s hij@s, vecin@s, migrantes, vivir, a los que esclaviza con salarios miserables e impone condiciones de trabajo propias de la servidumbre medieval.
¿Qué razones subsisten hoy para que personas de sensibilidad socialista, comunista, republicana, anarquista… no puedan sentarse a dialogar para encontrar un consenso democrático de izquierda que levante un sólido y compacto dique contra la atroz impostura ultracapitalista? ¿Acaso no anida en todas estas gentes un mismo anhelo, acaso no viven un mismo y simultáneo latido en sus corazones cuando escuchan palabras como dignidad, igualdad, emancipación o libertad? ¿Por qué hemos renunciado a articular la lucha a escala europea? ¿Vamos a dejar que los especuladores secuestren para siempre nuestro Viejo continente? Hay amigos en Portugal, en Grecia, en Francia e Italia. Convoquémosles a nuestra lucha. Ayudémosles y nos ayudarán.
Pasar de las palabras a los hechos es la tarea urgente a emprender ahora mismo. Hay un conato de unidad de la izquierda en la escena parlamentaria española que tiene que ser el germen indestructible de lo que puede llegar a alcanzarse. Es preciso erradicar tanto la ingenuidad como el maximalismo. Urge más que nunca expropiar a la cúpula de la derecha de los poderes que tan irresponsablemente ha ocupado y aún ocupa durante tantos años. No puede seguir humillándonos.
Hay que recobrar a la juventud, ayudarle a desterrar la inconsciente indolencia y el fatalismo que parecen haberse adueñado de ella y que puede acabar por destruirla al completo. Su resignación sería el principal tributo a sus verdugos. Nosotr@s, que luchamos como pudimos y entre errores y terrores contra la dictadura, hemos de aprender a transmitirles que la organización es la vida. Decirles que si no se organizan política, sindical, asociativamente -como ell@s decidan-, si no lo hacen, perecerán. Ya están pereciendo. Y ell@s lo saben. La estéril fascinación por las tecnologías les ha sepultado en ensoñaciones que a la larga solo sirven para empobrecerles. Cambiemos los usos tecnológicos. Convirtámoslos en armas contra quien nos oprime.
Otra gran meta. El Estado, que históricamente vino a ser el consejo de administración del capitalismo, ya no puede mostrarse tal como fue. Nuestras luchas de siglos le han obligado a cambiar su función. Necesita de la legitimidad, de la propensión al consentimiento del pueblo ciudadano. Si no, no se sostendría. Para ello despliega sus políticas sociales. Y lo proclama. A ello le hemos obligado con nuestro esfuerzo. Vayamos hacia el Estado. Transformemos su entraña otrora sórdida en una transparente herramienta democrática de defensa y distribución de la riqueza colectiva y pongámoslo al servicio de la mayoría, con el respecto que las minorías merecen. Impidamos que el voraz monstruo ultracapitalista destruya el Estado, porque esa es su pretensión cuando ha visto que no defendía únicamente sus intereses privados sino que también era obligado por nuestras luchas a satisfacer algunos importantes intereses públicos, educación, sanidad, vivienda, cultura….
No puede perderse un solo recurso. El legado emancipador de luchas de la izquierda socialista, comunista, anarquista, republicana… esa experiencia histórica de indignado combate que constituye un tesoro de abnegación solidaria y humana, puede ayudarnos enormemente a yugular a esa bestia inhumana sin rostro, que quiere contaminarlo todo con sus guerras, su represión, su mensaje de muerte envuelto en seductoras sedas que siempre acaban impregnadas de sangre. Quieren una nueva conflagración mundial. La preparan y la buscan. La mejor manera de contribuir a detenerla es apartar del poder aquí a sus cómplices. Solo así podremos entre tod@s descorrer las densas cortinas de su impostura y abrir un ventanal al futuro para respirar su brisa fresca y donde cada persona pueda vivir en paz y en armonía consigo, con los demás y con la hoy dolorida Naturaleza, víctima de la rapacidad de nuestro monstruoso enemigo común. La tarea a acometer está ahí mismo, al alcance de la mano. Aquí, en la izquierda, no sobra nadie.