enero de 2025 - IX Año

Volver a Louis Malle

Hubo un tiempo donde los directores de cine dirigían obras llenas de poesía, que hablaban al corazón, con personajes inolvidables. Gente como Truffaut y Louis Malle han quedado en nuestra retina. Llevaban la mirada del niño que fueron y una nostalgia que prendía en sus películas, como si fueran artesanos que cuidaban y maceraban el barro con delicadeza. Esa labor de amanuenses que descifran el mundo a través de los seres indefensos de su cine ya se ha ido perdiendo.

Tanto Malle como Truffaut murieron jóvenes, como si llevasen en el destino una cruz que obligaba al cumplimiento de desaparecer en plena creación. A veces uno piensa que ese fatum terrible tiene mucho que ver con la bondad que poseían, demasiado buenos para este mundo.

Enric Alberich, después de haber dado a la luz el excelente tomo dedicado a Bertolucci, se adentra en el cine de Louis Malle para la colección Cátedra, signo e imagen. Alberich desentraña cada una de las películas del cineasta, ve en la técnica de la composición de encuadres una de sus virtudes y va perfilando los temas, desde la fatalidad en Ascensor para el cadalso hasta la derrota en Atlantic City o la nostalgia de la niñez en Adiós, muchachos. Todo el universo del cineasta está formado por el técnico de sonido Jean-Claude Laueaux, que se asoció profesionalmente con Malle durante tres décadas.

Pero también la luz, los decorados o el vestuario son siempre concebidos como parte de la historia, porque nada se deja al azar: todo ese cosmos que alumbra Malle tiene una relación intrínseca entre sí. La afición por el jazz y por la literatura están siempre presentes en su obra. Su admiración por Robert Bresson, Jean-Pierre Melville o Jacques Becker lo emparenta con el cine poético, donde las imágenes se suceden como si fuesen un poema visual. Pero también el deseo de filmar en escenarios naturales es un deseo que va logrando a lo largo de su carrera. La Nouvelle Vague se caracterizó por ello, como recordamos en Al final de la escapada de Godard, en las calles de París. Todo convive, porque nos hallamos ante un cineasta riguroso y poderoso, como cita Alberich en su estupendo trabajo:

“Estamos ante un cineasta muy obsesivo, riguroso, muy atento a todas las etapas de producción de una película, sobre las que intenta procurarse un control total”.

Sobrevuela siempre en su obra la pérdida del paraíso, porque tanto en Mi cena con André como en Milou en Mayo o en Adiós, muchachos, hay un deseo de recuperar el ayer, en volver a ser el niño que el paso del tiempo ha destruido. Y los amores difíciles, como señala Alberich, porque también es un idealista que sueña con un amor que está más allá del mundo real.

Volver a Louis Malle es leer este libro, dejarse llevar por las aguas de su cauce, donde Alberich, como buen experto en cine va trazando un perfil de un hombre que siempre llevó la infancia en la mirada, que siempre fue creativo y que se resistió a la muerte. Esta se impuso: es asombroso que después de una operación a corazón abierto siguiera trabajando enseguida, pero poco después sus dolores de cabeza y los pequeños ictus le llevaron a la tumba, acompañado de esa mujer que supo estar a su lado, la bella Candice Bergen.

Cuando acabamos el libro, sabemos que Louis Malle fue un amante del cine clásico, pero también un impresionista y un poeta, donde el arte de filmar tenía mucho de confesión sentimental porque todos sus personajes están tamizados por la pérdida de algo, son perdedores en un mundo donde siempre toca perder.

COMPÁRTELO:

Escrito por

Archivo Entreletras

Exposición. ‘Pioneras. Mujeres artistas de la vanguardia rusa’.
Exposición. ‘Pioneras. Mujeres artistas de la vanguardia rusa’.

Exposición en el Thyssen-Bornemisza. Hasta el al 16 de junio de 2019. Paseo del Prado, 8 – Madrid. Entreletras –…

El camarote de los hermanos Marx (catalanistas)
El camarote de los hermanos Marx (catalanistas)

Imagino que para cualquiera que no siga de cerca la política catalana pero esté atento a las noticias que llegan…

Vicente Aleixandre o el lugar donde el mar deja ver el horizonte de piedra  
Vicente Aleixandre o el lugar donde el mar deja ver el horizonte de piedra  

Cualquier momento es bueno para descubrir o reencontrarse con Vicente Aleixandre. Después de algún tiempo sin frecuentarlo, he vuelto a…

107