¡Mis queridos palomiteros! Ayer acudí al Centro Dramático Nacional, en su sede el Teatro Valle-Inclán, dispuesto a disfrutar con Vulcano, pieza escrita por la joven dramaturga bonaerense de 47 años, Victoria Szpunberg, y dirigida por la todo terreno Andrea Jiménez, que el año pasado ya fascinó a crítica y público en el estreno de su arriesgado Casting Lear —ahora de gira por España—, que además de dirigir también protagoniza junto a Juan Paños. Está claro que la madrileña de 38 años está en uno de sus momentos de mayor creatividad y talento.
En el caso que nos ocupa, Vulcano desarrolla unos acontecimientos en torno a una tragedia de una familia aparentemente al uso, por un lado, y por otro intenta desplegar una investigación sobre ese caso, pero con métodos poco ortodoxos, con aristas de periodismo sensacionalista y algo cutre, a cargo de un cámara recién llegado al oficio (Iván López-Ortega) y una periodista (Pilar Bergés) un poco engreída y autosuficiente.
Desde el punto de vista de la forma, la puesta en escena es de tono realista, clásico y reconocible, que ambienta el salón-comedor de un piso modesto en el que viven Manuel y sus dos hijos mellizos, Manu e Inés, que al menos tienen habitaciones independientes.
Manuel (Albert Ribalta), el padre, es un trabajador de mediana edad de la industria metalúrgica al que le ha abandonado su mujer. De ella en la función no se informa más ni se dan pistas de qué fue de su vida. Manu (Eneko Sagardoy) es un joven desnortado en busca de sí mismo y sus porqués, y su hermana melliza, Inés (Macarena Sanz), trabaja de cajera en un supermercado y está opositando para ser guía del Museo del Prado. Desde hace bien poco, la posible paz familiar revienta a causa de la gran tragedia: ha muerto en un incendio Alba, vecina del domicilio que está discapacitada y en silla de ruedas. Así las cosas, y con estos mimbres, va creciendo el drama.
Desde el punto de vista externo funcionan muy bien las vídeo proyecciones en directo, que subrayan los momentos decisivos de la historia, que se complementa con un montaje rítmico y de gran realismo, donde se aprecia la calidad artística de cada uno de los intérpretes que saben darle fluidez. Esta creciente inmersión de las videocreaciones está otorgando una dimensión nueva a proyectos teatrales con resultados bastante armónicos, funcionales y eficaces como sucede en Vulcano.
Por otro lado, al foro se encuentran dos paneles, dispuestos en línea, que facilitan la creación de volúmenes y que dan paso a un muy oportuno juego dramático. Sobre todo, por su muy interesante ejercicio con la profundidad de campo, que a su vez delimitan el espacio para la acción. En la escena, una mesa de comedor, un sofá y poco más.
Acierta Andrea Jiménez al armar con elegancia este tratado sobre la verdad de unos hechos, a raíz del mencionado incendio en una vivienda y de una víctima mortal —lección de historia del arte incluida con gran habilidad en formato de thriller doloroso-psicológico, pero salpicado de humor en su justa medida, a lo que colabora un excelente elenco, afinado en actores y personajes, de gran carga simbólica.
Sin embargo, Vulcano, a ratos literaria y discursiva, acusa cierta inestabilidad en su dramaturgia y en su ritmo puntualmente, si bien su grandeza reside en el debate moral —demasiada miseria compartida— que se genera en cada uno de sus personajes, y de cómo todos arrastran un sentimiento de culpabilidad del que desean huir porque su herida —más en el alma que en lo físico— es demasiado grande y los ha dejado exhaustos. Además, los momentos de tensión de cada escena de cada acto están bien medidos y su desarrollo hacia el clímax responde muy bien.
Bravo, pues, por el elenco, el montaje y la dirección -también al equipo técnico, que se ha empleado a fondo en la función-, que de nuevo han puesto sobre el tapete una intrincada tragedia donde cada frase pronunciada tiene una gran importancia. De algún modo hasta se le pueden encontrar similitudes con Llama un inspector, ese excelente texto inglés de John Boynton Priestley, que aviva las conciencias de los miembros de una familia a cuentas de las insinuaciones de un extraño, de un inspector, tras señalarles que una joven se ha suicidado.
Así las cosas, Vulcano es una propuesta muy recomendable, tanto por su fondo casi antropológico y su moraleja, así como por el esmerado trabajo artístico de cada uno de sus protagonistas. ¡No os la perdáis! ¡Hasta el 13 de abril en el Teatro Valle-Inclán!