diciembre de 2024 - VIII Año

‘Mis queridísimos hijos’, el último film de Alexandra Leclère

Llega a nuestras pantallas, este 1 de julio, la divertida comedia francesa Mes très chers enfants (Mis queridísimos hijos) de la veterana realizadora Alexandra Leclère. La película se estrenó en nuestro país vecino el 15 de diciembre del pasado año, fecha más que adecuada para su exhibición por cuanto que se trata de una comedia navideña, recurso que ahora, en cierto modo, queda desactivado, dado el retraso de seis meses con el que se presenta aquí.

A pesar de ello, es una buena noticia porque vamos a tener la oportunidad de ver una película excelente —viene avalada por buenas críticas en la prensa francesa — que contribuye a engrosar el catálogo de buen cine galo al que ya nos tiene acostumbrados A Contracorriente Films.

Alexandra Leclère es una directora de cine que tiene una larga trayectoria, con una decidida vocación por la comedia familiar, como demuestran sus interesantes Maman (2012) y Las hermanas enfadadas (2004).

Su cortometraje Bouche à bouche llamó la atención del jurado del Cinéma au Parfum de Grasse Festival en 2003, que entonces le concedió dos premios, y del Festival Internacional de Curtas de Belo Horizonte de Brasil.

En Mis queridísimos hijos se nos presenta al matrimonio formado por Chantal (Josiane Balasko) y Christian (Didier Bourdon), que viven una plácida jubilación hasta que se ven aquejados por el síndrome del nido vacío cuando sus dos hijos, Sandrine (Marilou Berry) y Stéphane (Cédric Ben Abdallah), deciden independizarse. A partir de ese momento, se acaba la tranquilidad de la pareja porque las oportunidades de reunirse en familia serán cada vez más escasas. La gota que colma el vaso es el hecho de que la próxima Navidad ninguno de los hijos podrá asistir a celebrarla con sus padres. Ante la profunda decepción que sienten al culpar a aquellos de haberlos descuidado,  Chantal y Christian, desesperados, deciden no quedarse de brazos cruzados y ponen en marcha un plan delirante pero infalible: hacerles creer a sus ingratos hijos que les ha tocado una fuerte suma de dinero en la lotería y fingir por tanto que se han convertido de la noche a la mañana en multimillonarios, todo ello con el fin de recuperarlos.

Esto entronca el film en la tradición del subgénero de “comedias de lotería”, de las que son buenos ejemplos la entrañable producción irlandesa Despertando a Ned (1998) de Kirk Jones o la también francesa Les Tuche (2011) de Olivier Baroux.

La factura de Mis queridísimos hijos es impecable, con un buen ritmo narrativo que acentúa la pimpante banda sonora de Philippe Rombi y con un guión bien escrito por Leclère (la directora es también la autora de sus propios guiones), apoyado en unos diálogos imaginativos y dinámicos: “Compongo mis frases como pequeñas partituras musicales”, suele decir la cineasta.

La historia va encadenando con audacia situaciones hilarantes que cuentan con algunos gags memorables. A ello no es ajena la feliz circunstancia de que Leclère trabaje siempre con el mismo equipo técnico, lo que hace que, al obviar toda pretensión de autoría fatua, la sensación que tiene el espectador cuando ve la película es la de encontrarse con una producción que funciona como un todo orgánico.

Otro de los aciertos de la realizadora es la óptima selección del casting, con unos protagonistas que generan una química inigualable, especialmente en el dúo principal: los ganadores del César Josiane Balasko (Vuelta a casa de mi madre) y Didier Bourdon (Un buen año).

El reparto se completa con la versátil Marilou Berry, hija en la vida real de Balasko, y con el popular humorista Ben, que están muy bien en sus respectivos papeles. Hay que destacar también el divertido personaje del jefe de este último, que encarna el gran actor Laurent Stocker, que, si bien en algún caso está algo sobreactuado, tiene una vis cómica innegable. Todos articulan un conjunto entregado y convincente.

Con dosis de ironía y un sentido del humor bien dosificado, con contados momentos emotivos sin caer en la sensiblería, Leclère nos ofrece una madura reflexión sobre la codicia y las relaciones paternofiliales.

Para definir mejor la comedia nada mejor que apelar a una de las secuencias de la propia película donde Christian le dice a Chantal, su encopetada mujer, tras el cambio de atuendos al que les somete la reciente situación de nuevos ricos, que se parece a la Castafiore, a lo que ella, con igual sorna, le espeta que él, sin embargo, que luce para la ocasión unos ridículos bombachos, le recuerda a Tintin en el Congo. La escena no solo es una de las más cómicas de la película sino que es toda una declaración de intenciones de por dónde van los tiros estéticos y narrativos del film. Leclère quiere en este autoconsciente homenaje a los héroes de Hergé manifestar su anhelo por construir una comedia de “línea clara” que, aprovechando la etiqueta de la bande dessinée de la escuela franco-belga, apuesta por unos personajes bien delimitados, una historia sencilla, y un montaje pulcro y eficaz, en un largometraje que tiene algo de sitcom televisiva, dicho esto sin ningún reproche.

La hermosa fotografía de Jean-Marc Fabre acentúa con unos intensos colores adecuados este “viñetado” funcional en el que los trajes de Fabienne Katany, que como otros personajes más del film —evitando el «Chanel de imitación»— se suman en su aportación dramática a la trama, serán el contrapunto preciso.

Solo los erráticos planos secuencia de la cena navideña, cuando los hijos vuelven tras el reclamo del dinero a la casa familiar —escenario «exacto» que el escenógrafo Carlos Conti convierte en una suerte de castillo de Moulinsart de acuerdo con las declaradas reglas del juego—, rompen circunstancialmente la equilibrada coherencia estética del montaje fílmico, pero sin empañar su acabado final.

En suma, buenos personajes que se hacen verosímiles a pesar de las situaciones rocambolescas que sufren y que en ocasiones, sin embargo, les hacen hondamente conmovedores, y momentos de emoción contenida que destilan costumbrismo del bueno con lectura sociológica, sin pedantería, incluida.

Así pues, no dejen de ver esta agridulce comedia de Alexandra Leclère que sin duda es uno de los platos fuertes que nuestras pantallas nos tienen reservados para los rigores del verano que ya nos acucian. Descubrirán que no solo la ambición mueve este loco y escacharrado mundo de chalados…

Título: Mes très chers enfants (Mis queridísimos hijos),  Francia, 2021.  95 min.
Dirección,  guión y diálogos: Alexandra Leclère.
Fotografía: Jean-Marc Fabre.
Música: Philippe Rombi.
Vestuario: Fabienne Katany.
Escenografía: Carlos Conti.
Género: comedia familiar.
Reparto: Josiane Balasko, Didier Bourdon, Marilou Berry, Cédric Ben Abdallah, Laurent Stocker, Esteban, Joséphine de Meaux, Lise Lamétrie.
Productora: France 2 Cinéma, OCS, France Télévision, Les Films du Premier.
Distribuidora: A Contracorriente Films.
Estreno en España: 1 julio 2022.

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Archivo Entreletras

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