Este pasado miércoles 10 de noviembre los cinéfilos hemos podido felicitarnos un año más por la nueva edición del Festival de Cine Fantástico que se viene celebrando en la ciudad de Málaga durante el mes que se abre en nuestro país con el Día de Todos los Santos y con la discutible por polémica, en estos pagos, fiesta yanqui de Halloween.
La muestra está organizada por la UMA, en un heroico esfuerzo de su vicerrectora Tecla Lumbreras y su escueto pero infatigable equipo organizativo, que no tiene parangón en el resto de Europa; sólo hay otro festival financiado por la Universidad norteamericana de Virginia, eso sí, con medios mucho más abultados, como se puede uno imaginar.
El festival durará hasta el próximo 18 de noviembre con un sinfín de películas muy apetecibles, que la eficiente gestión de la Universidad ha conseguido a pesar de que no han podido aterrizar en otros festivales de prestigio. Por otra parte, se ha confirmado la asistencia de profesionales del género, como el simpar animador Bill Plympton, por citar un magnífico ejemplo. Paralelamente, se pone en marcha un interesante programa de actividades, como un concurso de cómics para los institutos de enseñanza media y charlas como la de las inquietas Bloody Girls sobre ‘La mujer y el demonio en el cine’.
La gala inaugural del festival, como sus futuras proyecciones, lo que ya es habitual, se celebró en el bellísimo Cine Albéniz con una afluencia de público tal que hubo que colgar el cartel de “no hay localidades” a sus puertas. El acto se inició con un espectáculo audiovisual de música electrónica para amenizar el acceso del público a la sala, y tras este, el televisivo José Corbacho nos ofreció una hilarante “clase universitaria” de Física cuántica, propia del profesor Bacterio con gato de Schödinger y todo en alusión al logo del certamen, en la que comprometió las innatas dotes interpretativas de Tecla Lumbreras, que sorprendió al respetable con su inesperada y divertidísima intervención de pertinaz repetidora llena de desparpajo. Tras las carcajadas de rigor, las sonrisas, sin embargo, se nos congelaron en la boca durante la proyección de la apocalíptica producción británica ‘Silent Night’, debut en el largometraje de la veterana Camille Griffin, como realizadora y guionista del mismo.
El film, de igual título que el mítico slasher que nos regaló en los 80 el norteamericano Charles E. Sellier Jr., que culminaba una tradición ya existente de películas de terror con temática navideña, y que tuvo después varias secuelas, gana en músculo narrativo y en elegancia en la puesta en escena con la nueva propuesta de Griffin. Con unos actores en estado de gracia, a lo que nos tiene ya felizmente acostumbrados el cine inglés, encabezados por el brillante Roman Griffin Davis, hijo de la directora que ya a su corta edad obtuvo una nominación a los Globos de Oro por ‘Jojo Rabbit’ (2019), mezcla inteligentemente dos géneros tan disímiles como los ya mencionados, que asimismo se enriquece con acerados golpes de humor negro que ponen de relieve las miserias más profundas de una middle class acomodada que a través de su reencuentro, para una cena familiar de navidad, en una idílica casa de la campiña inglesa, nos acerca a las situaciones más inesperadas dentro de una trama coral donde se viene a dirimir una compleja decisión moral. Es digno de destacar a su vez el guiño a los filmes clásicos de la serie B de la época dorada de la ciencia-ficción de los 50, en su apunte autorreferencial a la invasión rusa durante la guerra fría, que hace atinadamente Griffin por boca de la repelente niña de la fiesta familiar. La reciente crisis del Covid y la amenaza del cambio climático hacen terriblemente verosímil la propuesta, incluso a riesgo de sacar el film del arquetípico género de la ciencia-ficción para “casi” trasladarlo al ámbito del crudo docudrama, en un irónico ejercicio de cruce de géneros, amplificando el juego de espejos que plantea sutilmente Griffin entre el Armagedón y la comedia macabra.
La película viene avalada por el premio del Festival de Sitges al mejor guión y, si bien es cierto, que no es redonda del todo, sí que supone un comienzo más que plausible y promisorio para su sensible realizadora, que se ha bregado en el medio, estos años atrás, en el oficio del cortometraje. A su vez, pone el listón alto en un festival que promete ponernos los pelos de punta.
¡Amigos, agárrense, a sus butacas! El viaje en la montaña rusa malacitana no ha hecho más que empezar… y el dichoso minino de Schrödinger maúlla espectral desde lo alto de la Alcazaba.