«Warhol & Vijande, cita en Madrid» y «Más que Imágenes Alteradas»
Museo Lázaro Galdiano. Calle Serrano 122 (Madrid)
Organiza: Colección Suñol Soler
Del 17 de mayo al 21 de julio de 2024
De M a V: de 9:30 a 15:00. y de 16:30 a 19:30
S y D: de 9:30 a 15:00
Entrada general: 7€ (con la entrada al museo)
Gratuita de M a V: de 14:00 a 15:00
A punto de cumplirse las cuatro décadas de la muerte de Andy Warhol sus obras de arte se mantienen tan vivas e insolentes como siempre. Poco importa si se trata de una lata de sopa, el rostro de una actriz o un instrumento de cocina, el más inofensivo y angelical objeto de consumo, en manos de Warhol, se convierte en una incómoda interpelación que nos lleva a preguntarnos: ¿cómo es que una imagen tan evidente y banal puede causar tanta suspicacia respecto de su “verdadero” sentido?
El museo Lázaro Galdiano nos brinda hasta el 21 de julio en Madrid una nueva ocasión de internarnos en el complejo laberinto warholiano con una bizarra exposición, organizada por la colección Suñol Soler[1] que rememora la visita del artista a la ciudad en 1983, con motivo de la muestra celebrada en la galería Fernando Vijande bajo el título “Pistolas, Cuchillos, Cruces”, que incluía serigrafías realizadas por el autor, ad hoc, para el público español.
Además de las obras mostradas en aquella ocasión, contextualizadas con recortes de prensa de las informaciones publicadas en su momento, fotolibros, vinilos e incluso una vitrina con objetos firmados por Warhol, desde paquetes de tabaco a bonobuses, dicha selección cuenta con el refuerzo inestimable de las fotografías realizadas por Teresa Nieto durante el viaje de Warhol a Toledo, y otras fotos procedentes de las colecciones de Javier Trillo, Javier Porto y Luis Pérez-Mínguez.
Nos encontramos, por lo tanto, con dos exposiciones, juntas pero no revueltas, en el interior de este maravilloso gabinete de curiosidades que es el museo Lázaro Galdiano: «Warhol & Vijande, cita en Madrid», y «Más que Imágenes Alteradas». La primera tiene una sala, digamos, de bienvenida, en la planta 0, con material gráfico, cronología y textos explicativos. Las obras propiamente dichas de ambas selecciones se diseminan estratégicamente en torno a los patios de la primera y segunda planta para culminar en la sala Pórtico de las armaduras, reservada a las fotografías de Makos. Además de los “Cuchillos” en la planta primera hay un excepcional “Mao” de gran tamaño perteneciente a la serie “10 Early Maos”, realizada en 1972, y que Vijande adquirió para Suñol en 1975, así como una serigrafía, la 128, de la serie “Ladies and Gentlemen” y, claro está, el doble retrato que Warhol realizó del propio Vijande, en 1982.
La trayectoria de Fernando Vijande en el mundo del arte contemporáneo se inicia con la apertura, a comienzos de los 70, de la mítica Galería Vandrés de Madrid por la que pasaron algunos de los más destacados informalistas[2], artistas performativos y conceptuales nacionales e internacionales desde Muntadas a Allan Kaprow siendo un centro de reunión donde gentes de la incipiente Movida Madrileña como Pedro Almodóvar se encontraban con veteranos artistas como Maruja Mallo. La galería Vijande se inauguró también en Madrid, en 1981, tras el cierre de la Vandrés.
No hay duda de que el hecho tuvo repercusión en el mundillo de la contracultura que entonces lograba tomar por asalto los espacios de arte con mayúsculas, sin embargo, y pese a quien pese, la estancia del artista en Madrid no causó apenas impresión en el propio Warhol. En sus diarios no hay comentario sobre el particular. Warhol vino a Madrid a vender y llevó a cabo su trabajo con escrupulosa profesionalidad, acudiendo a las fiestas de los círculos adinerados elegidos a tal fin, entre otros el de Juan March, donde cenó y se celebró una fiesta abarrotada de las tribus posmodernas de la movida.
Luis Antonio de Villena cuenta en su web que al día siguiente de aquella cena, unos pocos acompañaron al artista al Museo del Prado: “Pidió primero visitar la librería —relata el poeta—, entonces menos bien puesta que ahora. Pensamos que compraría una guía. Miró y remiró postales y al final compró tres o cuatro, básicamente bodegones de Zurbarán, el célebre bodegón de los cacharros entre otros… Cuando le propusimos iniciar la visita real, muy en pop, nos dijo que ya había visto y tenía lo que deseaba, no quería más. No vio el Museo” (http://luisantoniodevillena.es/web/).
Prestemos atención a la serie producida para la galería; más allá del discreto ruido mediático, y la legitimación que pudo aportar a la ya postmoderna movida madrileña, las obras pueden arrojar hoy interesantes sentidos a los temas que en ese preciso momento preocupaban a Warhol.
Las pistolas hicieron su aparición en la iconografía warholiana en la serie de Elvis serigrafiada en 1963, que tomaba la imagen del cantante vestido de cowboy para la película “Flaming Star” (aquí titulada “Estrella de fuego”). Ya entonces, la crítica avezada detectó la simbología sexual de la pistola desenfundada. Desde luego, en el contexto español, el arma tal vez evoque (también) la guerra civil o incluso el pasado bandolero. Lo que llama la atención es, entonces, la reiteración que supone la inclusión en el repertorio del chuchillo. ¿Simbolizando qué? ¿El otro bando, el del pueblo que se levanta frente al fascismo que encarnaría la pistola? Tal vez. La clave, a mi entender, posiblemente provenga del tercer elemento: la cruz. Mucho se ha hablado de la intensificación de la religiosidad experimentada por Warhol tras ser tiroteado en el 68, pero al cristianismo evidente que cabe asociar a los crucifijos de la exposición con la España de la inquisición cabe añadirse un sentido más acuciante: el sida.
Es precisamente Cristophe Makos quien ha revelado a Blake Gopnic, crítico de The Washington Post y autor de la última y monumental biografía (más de 1.000 páginas) “Warhol. La vida como arte” algunos detalles sobre el penúltimo amor del artista que confirman la preocupación que en esas fechas atormentaban a Warhol por el devastador virus del sida. La relación en cuestión fue calamitosa, como casi todas las mantenidas por el extravagante creador, ya por entonces tremendamente multimillonario y dueño de un imperio al que sacar adelante.
Al decir de Makos, Andy estaba perdidamente enamorado del muchacho y la relación se prolongó sin convivencia desde mediados de 1981, hasta la muerte de Jon Gould, en 1986, víctima del virus del sida. A la luz de estos acontecimientos, hay razones para pensar en los cuchillos de las serigrafías, dispuestos en trío, como instrumentos sexuales de muerte que estragaban al colectivo homosexual, en general, y a la pareja de Warhol en particular.
Avancemos ahora hacia “Más que imágenes alteradas”, la serie de fotografías de Cristopher Makos llevada a cabo tres años antes de la exposición madrileña. Posiblemente sea relevante tener en cuenta que ya en esta última etapa Warhol había dedicado buena parte de su atención a su trabajo como modelo (siempre teniendo en cuenta que ningún fotógrafo que fotografió a Warhol, una vez este se convirtió en celebridad, tuvo autonomía suficiente como para ser considerado autor de la foto, aunque esta llevase su nombre). Queda por explicar la razón que pudo llevar a Warhol[3] precisamente en ese momento a prestarse al tormento de una sesión fotográfica prolongada (dos días), con las incomodidades del maquillaje, las pelucas y el calor de los focos.
Christopher Makos, quizá poco conocido en España, es todavía hoy uno de los fotógrafos importantes en la escena neoyorquina. Además de sus diversas colaboraciones con Warhol que incluyen, entre otras, el libro Exposures es autor de muchas fotografías de personalidades del mundo de la cultura. Y está acreditado que fue Makos[4] quien puso en contacto a Basquiat y Keith Haring con el maestro del pop, lo cual, indudablemente, supuso un revitalizante en el panorama artístico del momento. Pues bien, Makos explica así el sentido de la serie que se muestra en el Lázaro Galdiano:
“Considero estas fotografías como una especie de catálogo sobre la identidad y la identidad cambiante. No tratan sobre las drag queens, ni sobre Andy travestido, ni siquiera sobre Andy Warhol. Son el resultado de una colaboración entre modelo y fotógrafo”.
Tómese su tiempo el espectador en degustar esta magnífica puesta en escena: las enormes fotografías en los dos pisos y la proyección en el centro, flanqueadas por las armaduras de la sala Pórtico. Pongamos ahora la vista en la pantalla. Además del cortometraje “Mario Banana” dirigido por Warhol en 1964, en el que uno de los actores fetiches del artista, Mario Montez, travestido, lame un plátano, se proyecta el audiovisual en el que se documentó la sesión fotográfica con Makos y Warhol travestido.
Como suele ocurrir con Warhol, una falsa primera impresión puede llevarnos a considerar este audiovisual un simple registro sin otro valor que el de documentar la sesión. Teniendo en cuenta la particular forma de hacer cine de Warhol[5], me inclino a pensar lo contrario. El aparente documento es la obra principal: el cine de Warhol mostrándose a sí mismo. Recordemos la que Warhol tuvo por su propuesta cinematográfica quinta esencial, sus famosas “Pruebas de cámara”, consistentes en tomas de 3 minutos de sujetos, generalmente personajes de la cultura y el arte, que debían permanecer sentados inmóviles mientras eran filmados, a menudo en ausencia de Warhol. De manera que tal vez la explicación de Makos sea pertinente en relación con las fotografías, pero en lo que atañe al audiovisual, por supuesto que tienen que ver con Andy Warhol, es puro y desnudo Andy Warhol.
Una vez finalizada en el Lázaro Galdiano, la exposición podrá verse, a partir del 24 de septiembre y hasta enero de 2025, en la fundación Suñol de Barcelona. Así mismo la fundación anuncia la producción de un documental sobre la exposición Warhol y Vijande de estreno en septiembre.
Notas
[1] La Colección Suñol Soler debe su fondo a las aportaciones del empresario y coleccionista Josep Suñol Soler nutrida en buena parte de las adquisiciones promovidas por Vijande. Consta de más de 1.000 obras de arte contemporáneo. Tiene su sede abierta al público desde 2007, en Barcelona, y se dedica, además de a la exhibición, a la promoción de arte actual.
[2] Vijande era al principio uno de los socios de una almoneda que se transformó en la galería Vandrés, gracias a la insistencia de su amigo el escultor chileno Raúl Valdivieso. Para la tarea, dado que Vijande no sabía por esa época nada de arte contemporáneo se asoció con Marisa Torrente, hija del escritor Torrente Ballester, y esposa del pintor Juan Giralt que actuó de asesor, favoreciendo que artistas como Gordillo, Darío Villalba y José Luis Alexanco expusieran allí. La galería salió adelante gracias a las aportaciones de la socia capitalista Gloria Kirby, y, pese a que el espacio nunca produjo ganancias, tuvo enorme repercusión realizando importantes exposiciones algunas de las cuales fueron cerradas por el régimen franquista. Las ventas comenzaron ya cuando Vijande se marchó a Nueva York y se dio a conocer en la exposición New images from Spain en el Guggenheim, en 1980.
[3] Téngase en cuenta que Warhol, ya para entonces, sufría de las piedras en la vesícula que terminarían acabando con su vida y que le causaron tremendo dolor en sus últimos años de vida obligándole a tomar fuertes anestésicos.
[4] Hay que desmentir la afirmación de que fue Makos quien enseñó a Warhol a hacer fotos con la cámara Polaroid. Al igual que Ben Saham, referente muchas veces reconocido por Warhol, este dominó la técnica fotográfica desde su infancia, incluso tuvo un cuarto de revelado en el sótano la casa paterna. Warhol usó la Polaroid desde finales de los cincuenta, y a Makos no le conoció hasta 1976. Existe un muy recomendable libro publicado por la editorial Taschen “Andy Warhol. Polaroids 1968-1987” que recoge una selección de los millares de polaroids realizadas por el artista.