noviembre de 2024 - VIII Año

Versalles

El Barroco francés tiene en el palacio de Versalles su seña de identidad, quedando como modelo para otros palacios europeos. Intentemos aportar algunas claves sobre este complejo palaciego, símbolo de la monarquía absoluta.

La necesidad de contar con una residencia digna de un monarca que comenzaba a llegar al culmen de su poder, después de las turbulencias pasadas en las Frondas, llevó, casi de forma simultánea a plantearse, por un lado la necesidad de terminar el Louvre en el centro de París, y por otro por la alternativa de Versalles.

En el primer caso se decidió contratar a Bernini, el genio barroco romano. Efectivamente, el arquitecto, escultor, pintor y urbanista llegó a París en 1665. Ofreció varios proyectos, pero aquí su poder no era, ni mucho menos, el que podía disfrutar en la Roma papal. Bernini concitó la inquina de los arquitectos franceses, siendo especial la hostilidad de Claude Perrault. Tampoco consiguió el apoyo de Colbert especialmente porque le parecían unos proyectos muy caros, aunque valorara los méritos artísticos del italiano. En consecuencia, Bernini decidió muy pronto que este no era un lugar donde pueda trabajar tranquilamente y regresó a Italia. Así pues, se encargaron del proyecto los arquitectos franceses. Pero las obras terminarían por abandonarse.

Al parecer, el deseo íntimo de Luis XIV era alejarse de París, una bulliciosa capital que asociaba al desorden de la época en la que tanto tuvo que luchar para enfrentarse a sus enemigos y comenzar casi de cero una construcción. La opción pasaba por el pabellón de caza que su padre, Luis XIII, había construido con un jardín en Versalles, aunque se sabe que no pocos cortesanos criticaron la decisión al considerar que era un lugar inhóspito. En 1661, es decir, unos años antes de los intentos en el Louvre, se llamó a los constructores del castillo que Fouquet había levantado en Vaux-le-Vicomte, es decir, el arquitecto Louis Le Vau, el pintor y decorador Charles Le Brum y el jardinero André Le Nôtre, para que transformen el pabellón de Versalles. La historia de Fouquet es muy interesante. Superintendente de Finanzas del rey, hombre de refinados gustos y gran mecenas cayó en desgracia acusado de malversación de fondos, concitando los celos del monarca, precisamente por la magnificencia de la fiesta de inauguración del castillo, aunque, al parecer, la decisión de detenerle se había tomado anteriormente. El propio Fouquet ofreció el palacio al monarca. Esto le enfureció aún más. Pero, no cabe duda de que Luis XIV era consciente de que se trataba de una obra magnífica, de ahí que se contratase a sus artífices.

La primera etapa en la construcción de Versalles, y que duraría hasta 1668, consistió en varias acciones. Le Vau añadió dos alas al pabellón que formaron un patio de armas. Las fachadas son de ladrillo y unifica las cubiertas con pizarra y mansardas. Además, se creó un parque de unas seis mil hectáreas con abundante caza, y un jardín, obra de Le Nôtre.

Pero Luis XIV quería más porque su objetivo era convertir el palacio en la residencia real, en la nueva corte que tiene que girar en torno a su persona. De ese modo, ordenó a Le Vau que ampliara considerablemente el edificio y diseñase construcciones con finalidad administrativa. Es el momento en el que se construyeron dos alas más y se levantó la inmensa fachada que da al jardín de influencia italiana. En el primer piso empleó sillares almohadillados, mientras que en el piso noble de doble altura jugó con entrantes y salientes, alternando las columnas con los pilares. El tercer piso sería rematado con jarrones y trofeos, que casi impiden ver la caída de la cubierta.

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Archivo Entreletras

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