Exposición Guerrero/Vicente. Centro José Guerrero (Calle Oficios, 8 Granada). Martes a sábado y festivos: de 10:30 a 14:00 y de 16:30 a 21:00 Domingos: de 10:30 a 14:00 Del 4 de octubre al 12 de enero de 2020.
'La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada'. F.G.L.
El Centro José Guerrero de Granada en sus hermosas salas acoge durante este final de año la muestra titulada Guerrero/Vicente, exposición que ha pasado ya por el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia y por el Museo de Bellas Artes de Asturias. Es digno de aplauso el esfuerzo conjunto de estas tres instituciones que apoyadas por Acción Cultural Española han roto una lanza a favor de uno de los capítulos más asombrosos del arte español del s. XX, la presencia de dos de nuestros pintores en la génesis de la modernidad en el mismo ojo del huracán, la ciudad de Nueva York, y su correspondiente Escuela durante los años 50. El espíritu de la muestra sigue el iniciado por Inés Vallejo en su tesis doctoral del 2010 en la que por primera vez ponía en relación las respectivas trayectorias artísticas de Esteban Vicente (Segovia, 1903-2001) y de José Guerrero (Granada, 1914-1991). Manejando el criterio que Plutarco inauguró con sus Vidas Paralelas la investigadora pretendió –y la exposición ahora también- no solo poner de manifiesto las similitudes sino al mismo tiempo las diferencias de los dos artistas. Entre los aspectos comunes destacaba su lugar de nacimiento en un país considerado periférico y a su vez, ambos oriundos de ciudades también periféricas con su poderosa carga cultural localista y popular, su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, su exilio a la meca ya entonces del arte al haberle arrebatado a París su capitalidad (estación de paso que nuestros pintores cumplieron los dos también con su ritual visita a Picasso), sus matrimonios con sendas mujeres norteamericanas y, finalmente, su incorporación a la Escuela del Expresionismo Abstracto Americano. Para contextualizar la obra de Vicente conviene remitirse al estimable texto que Vicente Todolí le dedicó en el catálogo de la retrospectiva que organizó el Banco Exterior en 1987 y cuyo título no pudo ser más significativo: ‘Esteban Vicente: entre la generación del 27 y la Escuela de Nueva York’. En cuanto a las diferencias se constataba el hecho singular de que ambos artistas, a pesar de frecuentar en América los mismos escenarios y a la vez de disponer de una red de contactos parecida no llegaran nunca a compartir una amistad porque ni siquiera se conocieron. Bien es cierto que aunque Vicente pertenecía a una generación mayor a la de Guerrero esta circunstancia no supone nunca un impedimento real para poder establecer una relación que sin duda habría sido fructífera para los dos máxime cuando sus inquietudes plásticas sin ser las mismas sí presentan intereses comunes marcados sobre todo por su preocupación por el lirismo del color. No sería la primera vez que creadores de generaciones distintas crean vínculos que fortalecidos por sus circunstancias vitales generan líneas de fuerza coincidentes y alimentan un diálogo que nutre sus respectivas obras. Hay y ha habido muchos e interesantes ejemplos al respecto. Esteban Vicente después de realizar tareas de propaganda para la España republicana se exilia en Nueva York en 1936, año del comienzo de nuestra Guerra Civil. José Guerrero, sin embargo, llega quince años después en 1949, justo cuando en nuestro país aparecen los primeros movimientos de vanguardia después del conflicto. Es la época en la que se produce uno de los mayores éxodos artísticos a consecuencia de los estragos de la Segunda Guerra Mundial provocados por la agresión nazi en el caso de Europa y de la Guerra Civil en el nuestro. De este modo, tanto los cineastas centroeuropeos (Lubitsch, Fritz Lang, Murnau, Wilder…) que insuflarán nuevos aires en Hollywood como los músicos (Schoenberg, Korngold, Kurt Weill,…) o los arquitectos (Mies va der Rohe, Gropius…) van a imprimir una nueva dirección al arte americano.
El proceso que siguen Vicente y Guerrero será ‘paralelo’ puesto que partiendo de presupuestos figurativos e incluso neopopularistas irán avanzando paulatinamente hasta adentrarse en el lenguaje de la abstracción. Este cambio se producirá a partir del año 1950 que marcará un mismo punto de inflexión para ambos y que determinará la asunción de los nuevos códigos estéticos. Fue entonces cuando el influyente crítico de arte Clement Greenberg, promotor del Expresionismo Abstracto y en especial del pintor Jackson Pollock, seleccionó la obra de Esteban Vicente para la exposición Talent. José Guerrero, por su parte, decide instalarse en el barrio bohemio de la ciudad, el Greenwich Village. Es el momento en el que allí está naciendo la Generación Beat al ser un hervidero de poetas, cantantes, escritores, estudiantes, músicos y artistas. Guerrero entrará en contacto con la galerista Betty Parsons. Así nuestros pintores van a irrumpir decididamente en la configuración de la Escuela de Nueva York coincidiendo con gentes como De Kooning, Rothko, Kline, Motherwell, Guston, Newmann o Pollock por citar algunos de los artistas de la primera hornada del movimiento abstracto.
Francisco Baena y Ana Doldán de Cáceres, comisarios de la muestra, han seleccionado con mano maestra más de 60 piezas procedentes de distintos museos y colecciones, entre las que podemos admirar algunas obras de Juan Gris y Joan Miró en la medida en que estos fueron una referencia esencial para las obras de Guerrero/Vicente. La exposición se articula en tres recorridos compartidos aprovechando las tres plantas del Centro. Una primera, Primeros años, etapa figurativa con paisajes urbanos y rurales; una segunda, Entre lo lírico y lo trágico, en la década de los 50, donde el protagonismo ya en Nueva York está centrado en la abstracción; y una tercera, El color como experiencia, ya en los años 70, que marca el período de madurez de los dos artistas en la que el color vehicula el lenguaje plástico de ambos con las evidentes señas de identidad propias. Si bien en Guerrero el color adopta una función estructuradora después de un período alentado por la expansividad locuaz del action painting en Vicente el color asumirá la función de tratar de fijar la luz al lienzo. Asimismo en dos vitrinas se muestran documentos que van desde folletos de exposiciones de la época hasta cartas y manuscritos y que hubiera sido deseable que el catálogo que se ha editado para la ocasión (excelente por lo demás) hubiera recogido.
En suma, una muestra para que aquellos que no vivimos en Granada hagamos una peregrinación a la ciudad del Poeta en Nueva York y nos dejemos atrapar por la magia conjunta de dos de los artistas más sugerentes que ha dado nuestro país y que participaron con sus respectivos esfuerzos en uno de los movimientos más controvertidos y fascinantes del inquieto siglo XX. No nos arrepentiremos. Se lo prometo.