‘The Pink Floyd Exhibition’ en la Feria de Madrid (IFEMA). Abierta hasta el próximo 27 de octubre
Inaugurada hace unos meses en Madrid (el 10 de mayo) la exposición, dado su éxito, amplía su permanencia en nuestro país hasta el 27 de octubre. Viene avalada por el éxito que cosechó la dedicada a David Bowie que fue organizada por el mismo museo de arte y diseño que no es otro que el valiente Victoria & Albert Museum de Londres. Son muestras meritorias en la medida en que se hacen eco de propuestas que no han sido ‘carne de cañón’ de este tipo de instituciones, presas todavía hoy de visiones caducas si no reaccionarias. Era hora ya de que se contemplen sin prejuicios y con dimensión artística movimientos que han sido postergados por la cultura oficial. Una crónica como esta que debe cubrir medio siglo jalonado por discos, conciertos, influencias, encuentros y desencuentros es un enorme desafío para el comisario más experto. En este caso, Aubrey ‘Po’ Powell ha contado no solo con la inestimable ayuda de los miembros del propio grupo sino con la supervisión personal del batería de la banda, Nick Mason. Para ello, además ha dispuesto de 350 objetos entre instalaciones, instrumentos, cartas originales, elementos escénicos y letras de canciones manuscritas. Objetos más que suficientes para que el neófito se pueda llevar una digna impresión de conjunto y el conocedor disfrute del encuentro con un viejo amigo sin tener que echar nada de menos. El recorrido que se establece es cronológico y así se va hilvanando la música a través de sus discos más conocidos (‘The Dark Side Of The Moon’, ‘Wish You Were Here’, ‘Animals’, ‘The Division Bell’) con el arte, el diseño, la tecnología de sonido y sus grandiosas actuaciones en directo con el equipamiento utilizado por el diseñador de iluminación, Peter Wynne Willson. Por cierto, el sonido de los cascos que acompañan la expo sería deseable que fuese mejor.
Dicho esto y entrando en el capítulo del debe diremos que el riesgo que tienen estas propuestas es el de caer en la hagiografía, hecho este que lamentablemente se ha ‘conseguido’ con un estrépito absoluto. La muestra adolece de cierta falta de rigor que aquí se hace más indispensable si cabe sabiendo lo que la cultura oficial ‘piensa’ de estas propuestas, como queda dicho más arriba. En este sentido y centrándonos en un solo tema pero de importancia capital hablaremos de las influencias que sufrió el grupo en sus comienzos. Cabe destacar que en las primeras vitrinas se muestran aquellas más importantes (no solo musicales) y para ello se exponen carátulas de discos de Dylan, de Elvis, de blueshmen negros… y, sin embargo… ¡sorpresa donde las haya! no se hace más que una vaga referencia a uno de los grupos que más tiene que ver con el sonido de Pink Floyd: The Beatles. Ni siquiera el comisario ha expuesto la mítica portada del LP ‘Sgt. Pepper’ del cuarteto británico en una de estas vitrinas. El olvido, en el más puro ‘lapsus linguae’ freudiano, dice más de lo que calla. Es como esa peliculita de Danny Boyle (‘Yesterday’) que han estrenado este verano donde nadie recuerda a The Beatles. Lo que sorprende de semejante ‘descuido’ es que, como decíamos, el asesor de la muestra no es otro que el batería de la banda de ‘Animals’. Y esto es lo que decía Nick Mason en sus memorias de 2004, ‘Inside Out: A Personal History of Pink Floyd’: ‘Nos beneficiamos enormemente de The Beatles. Habíamos hecho algunas grabaciones antes de ir a EMI y sabíamos el abecé de trabajar en multipistas (…). Probablemente gracias a The Beatles se nos ofreció algo más que una oportunidad para aprender’. Incluso en el colmo de la autoadulación se habla de la banda de Barrett como auténticos pioneros en la innovación de las cajas de eco y otras martingalas tecnológicas cuando el mago George Martin y su cuarteto ya trabajaban en ellas desde años atrás con auténtica originalidad. Para aquellos que no conozcan la anécdota recordaremos que el 21 de marzo de 1967 según cuenta Hunter Davies, autor de la única biografía autorizada de The Beatles, estos estaban grabando en Abbey road su álbum ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ al mismo tiempo que Pink Floyd hacían lo propio en el estudio contiguo con su álbum debut ‘The Piper at the Gates of Dawn’. La semejanza entre los dos discos es innegable y en particular en temas como ‘Lovely Rita’ y ‘Pow R. Toc H’. Norman Smith., ingeniero de sonido de los Fab Four fue el que les presentó puesto que ahora era el productor del nuevo grupo. Así, los recién llegados pudieron asistir como testigos de excepción a un ensayo del grupo más grande de la historia. Sabida es la admiración que Syd Barrett sentía por Lennon y McCartney. Conviene recordar que él y David Gilmour en sus comienzos vinieron a España como músicos callejeros, mucho antes de su éxito, y su repertorio se nutría del catálogo Beatle. Peter Jenner, el mánager de Pink Floyd en aquella época ha manifestado en alguna ocasión que, posiblemente, sin que Barret lo supiese, fue el propio Paul quien convenció a los directivos de EMI para que les fichasen. Roger Waters en una entrevista declaró: ‘Aprendí un montón de la canción protesta cuando era adolescente. Pero aprendí de John Lennon, Paul McCartney y George Harrison que era correcto componer sobre nuestras vidas, sobre lo que sentíamos, para poder expresarnos’. Por si esto fuera poco, el ingeniero de sonido Alan Parsons participó en la producción de discos de las dos bandas como ‘Abbey Road’ y ‘Let It Be’ de The Beatles y en ‘The Dark Side of the Moon’ de Pink Floyd. Más datos, algunas de las fotografías del grupo de Barrett para su primer LP fueron hechas por Dezzo Hoffman, fotógrafo oficial del grupo de Lennon en sus primeros años. Y para no aburrir, acabamos con las colaboraciones del guitarrista David Gilmour con Paul McCartney. Este ya había trabajado previamente en las sesiones de ‘The Dark Side of the Moon’, donde grabó varias voces que finalmente no fueron utilizadas. Y Gilmour, por su parte, participó en «Rockestra Theme» para el LP ‘Venus and Mars’ y en las sesiones de los álbumes ‘Give My Regards to Broad Street’, ‘Flowers in the Dirt’ y ‘Run devil run’ de McCartney. La pregunta no se puede hacer esperar más: ¿Es un olvido admisible?