
En agosto de 1847, Giuseppe Verdi regresaba de Londres, tras el espectacular estreno de I masnadieri [Los bandidos], con la esperanza de recibir un libreto adecuado de la ópera parisina. Sin embargo, la oportunidad de estrenar una ópera pretendidamente nueva, pese al exasperante retraso en la entrega del texto, le hacía aceptar la propuesta del gerente, Léon Pillet, de afrancesar alguna obra anterior y, ballet mediante, adaptarla al gusto parisino, en forma de grand opéra. Así fue como I lombardi alla prima crociata (Milán, 1843) se convertiría en Jérusalem para hacer olvidar el succès d’estime de Nabucco, acogido fríamente por el público parisino, con la ayuda de los libretistas Vaëz y Royer, la participación de una voce di forza, la del tenor Gilbert Duprez, y el esmerado trabajo en la copia manuscrita de una dama.

A su regreso de Londres, Verdi había visitado a Giuseppina Strepponi, la imponente Abigaille del primer Nabucco, y, entre el cómodo anonimato de la gran ciudad, ambos vivían el inicio de una convivencia de más de cincuenta años. Strepponi se había retirado a París como profesora de canto, tras una carrera fulgurante en Italia, donde había tenido cuatro hijos de padre desconocido, a quienes tuvo que dar en adopción. Verdi también había perdido a los dos suyos y a su esposa antes de su éxito internacional… que, de momento, se le escapaba en París.
Finalmente, Jérusalem se estrenaría el 26 de noviembre de 1847 “con los peores cantantes y el coro más mediocre que jamás haya oído”, una escenografía “absolutamente espléndida…” y un relativo éxito, dado que no llegaría a las treinta y cinco representaciones, aunque valiese al operista la Legión de Honor otorgada por el Luis Felipe.
Las críticas tampoco se hicieron esperar…
20 de noviembre de 1847
Ayer vi la ópera de este famoso Verdi que excitó el entusiasmo de este joven músico alemán a quien vi en su casa. Verdi, o Merdi, está de moda hoy en día: es la reflexión sobre todos los ropajes de Rossini, menos las ideas: nada más que ruido (…) Estaba pensando todo el tiempo en su pobre madame Viardot, cuyo destino es, inevitablemente, si quiere vivir, cantar la música de estos sinvergüenzas a perpetuidad. ¿Dónde está Chopin, dónde está Mozart, dónde están los sacerdotes del Dios viviente, dónde está usted? (…) Prepare al pobre Chopin para la música ruda que va a encontrar por aquí, adiós, adiós,
Delacroix a George Sand
27 de noviembre de 1847
Ha sido el estreno de I lombardi de M. Verdi, aquí con el título de Jérusalem, para la Ópera. M. Verdi ha compuesto algunas partes nuevas detestables,
Turguénev a Pauline Viardot
…porque tanto Delacroix como Turguénev ignoraban que Jérusalem sellaría para siempre el compromiso de Verdi y Strepponi, que copiaban a mano el dúo de amor del segundo acto, Hélène…, Oh, ciel, Gaston, como una premonición de lo que habría de llegar:
GASTON Fuis!
HÉLÈNE Je reste!
GASTON Je t’en supplie!
HÉLÈNE Que mon sort au tien se lie.
GASTON Fuis!
HÉLÈNE Je reste! À toi, ma vie!
Que je meure au bras d’un époux!
GASTON Dieu t’inspire un sacrifice
dont les anges seraient jaloux.
HÉLÈNE Avec toi que je périsse!
LES DEUX [Avec toi] Le trépas me sera doux! [frase de la imagen]
(Hélène se jette dans les bras de Gaston…)
GASTON ¡Huye!
HÉLÈNE ¡Me quedo!
GASTON ¡Te lo suplico!
HÉLÈNE Que mi destino al tuyo se ligue.
GASTON ¡Huye!
HÉLÈNE ¡Me quedo! ¡A ti, mi vida!
¡Muera yo en brazos de un esposo!
GASTON Dios te inspira a hacer un sacrificio
del cual los ángeles estarían celosos.
HÉLÈNE ¡Contigo perezco!
AMBOS [Contigo] ¡La muerte será dulce para mí! [frase de la imagen]
(Hélène se arroja en brazos de Gaston…)

En el verano de 1859, Verdi y Strepponi se casaban en secreto, en una aldea de la Saboya, tras haber escandalizado a la sociedad italiana por su íntima convivencia durante tantos años. El compromiso de Jérusalem se extendió casi otros cuarenta años, hasta la muerte de la dama en 1897.