El pasado dos de abril, el Ministerio de Cultura de España anunciaba la candidatura de la Jota a Bien Inmaterial de la Unesco. Una noticia de gran importancia, pues, en opinión de la investigadora y pianista cosladeña Marta Vela, su declaración podría situar al folclore musical aragonés al lado del argentino con el tango. Y no es para menos, pues en palabras del zaragozano Carmelo Artiaga “la idiosincrasia de la jota aragonesa es única, y su implantación y calado en la sociedad en la que ha nacido, también”. Como creador y presidente de la Academia de las Artes del Folclore y la Jota de Aragón, su labor ha sido fundamental para este reconocimiento.
Desde sus distintas aunque complementarias posiciones, tanto Artiaga como Vela han trabajado por poner en valor a la jota tanto en nuestro país como internacionalmente. No sólo defendiendo su importancia, sino analizando su conformación y evolución, así como interpretándola y difundiéndola académicamente y popularmente. En el caso del primero, subiendo recientemente al escenario del Teatro Principal de Zaragoza Un arte llamado jota, donde un total de noventa artistas —incluyendo voces líricas, bailarines y pianistas— interpretaron obras de compositores nacionales e internacionales en torno a la jota sinfónica; la segunda, llevando a cabo desde el verano de 2021 una intensa investigación que le ha granjeado importantes frutos. En concreto, tres volúmenes que harán las delicias de melómanos, historiadores o etnógrafos: La jota, aragonesa y cosmopolita (Pregunta Ediciones, 2022 y 2024), Jotas cosmopolitas de Aragón (IFC, 2023) y La jota, aragonesa y liberal (Pregunta Ediciones, 2024). En ellos, se da cuenta de una serie de descubrimientos decisivos para comprender la difusión cultural de la jota desde España a lugares tan insospechados como Londres, París, San Petersburgo o Nueva York. De ahí, su adaptación e inclusión por parte de compositores europeos célebres en sus no menos fundamentales obras musicales. Tal fue la influencia de esta forma de danza y canto tradicional más allá de nuestras fronteras. Las investigaciones de Vela no se quedan ahí: además de dar nombres clave en esta difusión y apuntar el papel que jugaron en dicho proceso histórico como transmisores de nuestro tesoro musical, se sacan a la luz partituras prácticamente olvidadas reproduciéndose en una nueva edición —las mencionadas Jotas cosmopolitas de Aragón— para estudiarse e interpretarse en conservatorios, además de registrarse sonoramente por primera vez.
Así nace Jotas cosmopolitas de Aragón, disco patrocinado por la Academia de las Artes y el Folclore de la Jota de Aragón, el Ayuntamiento de Alagón, el Gobierno de Aragón y las asociaciones Patrimonio Sonoro y Mvsica Magna. Disponible en internet y de escucha gratuíta, supone un paso más en la divulgación de la jota como patrimonio de incalculable valor, buscando incluirse como medida de salvaguarda en la mencionada candidatura. En conjunto, conforman el disco siete piezas, entre las que destacan dos obras emblemáticas y otras cuatro inéditas: tres del alagonés Florencio Lahoz y una del alavés Sebastián Iradier —mundialmente famoso por componer, hacia 1863, la canción en ritmo de habanera La paloma—; del primero, se trata de los títulos Introducción y gran jota aragonesa (1841), Nueva jota aragonesa (1848) y A un buen mozo (1851); del segundo, La fête des toreros (1855). El álbum incluye, además, Jota. Sérénade des étudiants de la parisina Pauline Viardot-García (1846-1876), así como las célebres Rhapsodie espagnole del austrohúngaro Franz Liszt (1863-1864) y la Gran jota de La Dolores (1895) del salmantino Tomás Bretón, de quien el año pasado se cumplía el centenario de su muerte.
Íntegramente grabado en la Iglesia de San Antonio de Padua de Alagón —Zaragoza— en septiembre de 2023, la elección de este templo —además de por sus características acústicas, idóneas para la grabación del disco según Carlos Bonal Alonso, músico y anfitrión del proyecto en Alagón— y de esta localidad como escenario no fue casual, pues supone uno de los lugares simbólicos en la investigación llevada a cabo por Vela. En el documental escrito y dirigido por ella —adaptación audiovisual de su libro La jota, aragonesa y cosmopolita y de título homónimo— explica muy bien cómo en la Ribera Alta del Ebro nació Florencio Lahoz y cómo en su iglesia era organista su padre, siendo casi seguro que se formase en dicho espacio musicalmente el hijo. En Alagón éste escucharía durante sus años de crecimiento los cantos populares sobre los que se inspiró para trasladar a partitura la que se conoce como su obra más afamada: Nueva jota aragonesa. La composición de Lahoz —de quien todavía no se conoce su rostro a pesar de su importancia, paradójicamente— fue tan celebrada que dio lugar a múltiples versiones hasta llegar al siglo XX. Por todo ello, debía figurar en el presente disco. Una obra que llegaría hasta Madrid escuchándose en todos los salones y en la corte; será en este tiempo cuando Pauline Viardot —o Paulina García, como se la conocía en la península—, hermana de la Malibrán, llegue a España en el verano de 1842. Según Vela, Viardot tuvo que conocer la Jota de Florencio ya que posteriormente presentó una muy similar. Se trata en definitiva de una hibridación de géneros entre la canción popular española y el mundo de la ópera o de las voces líricas, que —para Vela— se hacen inseparables en el s. XIX. De esta mezcolanza surgen, por ejemplo, dos canciones también presentes en el disco: la Serenata de los estudiantes de Viardot —que toma la jota de Lahoz y la transforma bajo su nuevo aspecto— o la Jota de los toreros de Iradier —que toma la obra de Viardot como inspiración y que fue la sensación de la temporada operística de 1856 en Londres—.
En definitiva, una combinación o “refritada” —palabra empleada con humor por la propia Vela— que lleva a que el propio Lahoz haga lo propio con las suyas. De ahí, las melodías populares de jotas —considerada música de masas en la época— que Liszt incluiría en su Rapsodia —también presente en el disco—, Glinka en su jota aragonesa, o Bizet en su Aragonaise de la ópera Carmen. En el último caso, la obra está precisamente tomada de un Polo de Manuel García —padre de Pauline y de Malibrán—. Se sabe que fue Pauline quien asesoraría y facilitaría al compositor francés el material manuscrito de su progenitor para que pudiera inspirarse en una imagen realista de España, ideando la ópera internacional más española. En definitiva, se trata en todos estos casos de ejemplos tomados del acervo popular y tamizados por el gran virtuosismo creativo de dichos compositores extranjeros. Llegamos así al último ejemplo del citado disco, el del famoso compositor español Tomás Bretón y su jota para la ópera La Dolores, cerrando con broche de oro una colección de grabaciones fascinante.
Además de la propia Vela al piano, participan como intérpretes de las canciones la soprano Esmeralda Jiménez, la mezzo-soprano Susana Cabrero, el tenor Ignacio Prieto y el pianista Alberto Menjón. Ahora sí que podemos decir que la jota es aragonesa y también discográfica.
Para escuchar las canciones pinche aquí