septiembre de 2024 - VIII Año

‘Et in Arcadia Ego’ en el arte

‘Et in Arcadia Ego’ (1618), de Guercino. Palazzo Barberini y Palazzo Corsini. Roma (Italia)

El sentido clásico de Arcadia como símbolo del paraíso lejano en el espacio donde habitan ninfas, espíritus de la naturaleza, pastores, en medio de florestas exuberantes, ríos y fuentes, cambió con la literatura renacentista hacia un nuevo concepto de edad de oro perdida más en el tiempo que la geografía, ese pasado feliz e inalcanzable, evocado con cierta melancolía. Sería el napolitano Jacopo Sannazaro quien establecería el nuevo sentido de Arcadia para la cultura occidental moderna, precisamente con su obra Arcadia, publicada en Venecia en el año 1502, inaugurando el género de la novela pastoril. El joven Sincero, trasunto del propio autor, sufre un desengaño amoroso y marcha de Nápoles para viajar a Arcadia donde encuentra la paz y la serenidad de su atormentado espíritu al vivir la vida de los pastores, aunque luego tendría que abandonar Arcadia al enterarse de la muerte de su amada.

El nuevo género irrumpió con éxito en las literaturas europeas, con Philip Sidney en la Inglaterra isabelina con su romance La Arcadia de la condesa de Pembroke, o en el caso de la literatura castellana con Lope de Vega, que escribió La Arcadia, o Los siete libros de Diana de Jorge de Montemayor, además de Bernardo de Balbuena y su Siglo de Oro en las selvas de Erifile, y en cierta medida, La Galatea de Cervantes.

En la pintura, a partir del Manierismo y el primer Barroco, comenzó a pintarse el tema de la Arcadia. En primer lugar, tenemos que acercarnos a Guercino, que en 1618 pintó Et in Arcadia Ego, un lienzo donde los pastores, los grandes protagonistas de esta vida feliz en la Arcadia, se encuentran con una calavera, un aviso certero de que, a pesar de que habitan en un verdadero paraíso terrenal, la muerte existe. Et in Arcadia Ego significa “también en la Arcadia estoy”, es decir, la muerte también estaría presente en la Arcadia. De esa manera, estaríamos ante una variante del género de la Vanitas, muy distinto al más conocido sobre la representación de placeres mundanos, aunque con la presencia de las calaveras, como una suerte de memento mori. Los pastores son jóvenes, hermosos, uno de ellos tiene una cierta sonrisa melancólica, y están rodeados de un paisaje que nos recuerda los que pintaban los pintores de la escuela veneciana. Por fin, en primer plano, a la derecha del cuadro, se ve la calavera con una mosca. Encima de la calavera, en lo alto del ramaje, se asoma un mochuelo, que ya había perdido su fama siniestra medieval para adquirir un simbolismo asociado a la tristeza y la soledad. La magia del cuadro se encuentra en que conjuga la belleza y la felicidad de Arcadia con la muerte sin estridencia, precisamente, de forma melancólica.

Por su parte, el francés Nicolas Poussin pintó dos cuadros conocidos como Los pastores de Arcadia. El primero, ejecutado entre 1628 y 1630, nos recuerda el cuadro del italiano, y sería más naturalista que el segundo, pintado ya dentro de la línea clásica o académica que hizo famoso al pintor normando. Los pastores descubren una tumba que se encuentra semiescondida entre la vegetación. La pastora presente tiene una cierta connotación erótica, que luego perdería en la segunda versión, la más conocida. En este segundo cuadro, del Museo del Louvre, la tumba se encuentra en el centro de la composición, los pastores y la dama están muy idealizados. La obra es una clara versión de la Vanitas, del memento mori a través de la tumba austera con su inscripción Et in Arcadia ego, señalada por uno de los pastores. La caducidad de la vida es un hecho inexorable a pesar de vivir en el paraíso terrenal de la Arcadia.

Una nueva versión, ya en el siglo XVIII y sin pastores, fue pintada por sir Joshua Reynolds en el retrato de Mrs. Bouverie y Mrs. Crawe, en el Museo Británico. La segunda dama señala a la primera una tumba con la inscripción Et in Arcadia ego. La aparente felicidad de ambas damas no podía sustraerse a la muerte.

La última obra que traemos en esta plancha sería la ilustración de Arthur Beardsley, un pintor e ilustrador británico influido por el simbolismo y el esteticismo, que fue famoso por sus ilustraciones de Lisístrata y Salomé de Óscar Wilde. Para la revista The Savoy realizó una ilustración de un dandy, como él lo era, paseando por un jardín inglés con flores de todo tipo. Con cierto estupor mira un pedestal que sujeta un jarrón de piedra. En dicho pedestal está nuestra inscripción Et in Arcadia Ego. Se trataría de una nueva versión desde la estética del decadentismo.

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Archivo Entreletras

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