Llegué a Siniestro Total gracias a la portada de un single suyo que era plagio de la que dicen es la imagen icónica de rock que en 2002, año en el que fue elegida por lectores y expertos de la revista Q como la mejor fotografía de Rock de todos los tiempos. Y eso que más que rock, era punk.
La imagen es de la fotógrafa Pennie Smith. La realizó en un concierto de 1979. En ella se puede ver a Paul Simonon, bajista del grupo punk británico The Clash golpeando su bajo Fender contra el escenario.
Esa es la carátula del primer disco punki que escuché, a principio de los ochenta, cuando salté de escuchar a los Chichos, los Calis, los Chunguitos, Bordón 4, Tijeritas, Lole y Manuel, Triana, Medina Azahara, Alameda para liarme a tope (guay) con The Damned, The Clash, Sex Pistols, los Ramones o los españoles, La Banda Trapera del Río, Eskorbuto, Decibelios, La Polla Récord, y hasta Kortatu, Kaka de Luxe y los Siniestro Total que me parecían los más divertidos, imaginativos y desinhibidos de todos ellos, aunque no lo fueran.
Recuerdo que estaba en el Instituto cuando alguien llegó al recreo con un single con una carátula idéntica a la de la foto de Pennie Smith. Fue alucinante. Como no tenía un duro —era 1983—, me conformé con mirar la que me enseñaron. Todo el mundo lo comentó como una genialidad. Y para nosotros fue un subidón de adrenalina. Y solo era una carátula de un single, es decir, un disco pequeño, con dos canciones. Y este además, era impertinente y original ya que contaba con dos caras B y no, como convencionalmente se hacía con la cara A que era la importante y la B, que solía ser de añadido. Era, cómo no, de los Siniestro Total.
Un poco antes, en octubre de 1982, después del Mundial de España, los Siniestro que así es como llamábamos a Siniestro Total que eran junto con Os Resentidos y Golpes Bajos los únicos grupos gallegos que conocíamos, habían sacado su elepé“. ¿Cuándo se come aquí?”: Quince canciones aceleradas, de un par de minutos escasos de duración cada una —el LP dura media hora— que grabé en una cinta TDK de 45 minutos y que escuchaba a todas horas.
Tanto que aún recuerdo las letras de muchas de sus canciones. Juegas al palé te huelen los pies. Matar jipis en las Cyes. Si los esqueletos no tienen pilila por qué las momias sí. Nocilla, qué merendilla. Ayatola no me toques la pirola. Y así.
Cuando veo a mi hija —19 años— escuchando, cantando y bailando a todas horas K-Pop, música coreana (del sur) o japonesa, me recuerda mucho a mi adolescencia, a que quizá sustancial y básicamente, el ser humano así, en general y en lo básico, no ha cambiado tanto.
Leo que la escritora Sara Morales, acaba de sacar un libro sobre Siniestro Total, lo compraré (y si encuentro el que escribió sobre Ana Curra, también) leeré y reseñaré poniendo de fondo música de hace cuarenta años. La de los primeros elepés de los Siniestro Total.
Será un bonito ejercicio de nostalgia. No soy el mismo que antes, lo sé, pero el asunto me servirá para analizar minuciosamente lo que significaron para mí aquellos años tumultuosos. Y compararé y sea cual sea el resultado, y por un módico precio, sé que saldré ganando.
Por cierto, leo en internet que el bajo destrozado de Paul Simonon —que dijo que fue la única vez que rompió algo en un escenario—, se encuentra actualmente en exposición en el Rock & Roll Hall of Fame, en Cleveland, Ohio (EEUU). Qué cosas tiene la vida.