Libro editado en versión digital por Ediciones Casiopea
Entreletras.- / Julio-2020
Se cumple este año el 150 aniversario del inicio de las obras del puente de Brooklyn, tal vez el más retratado e inmortalizado por el cine, pero lo que pocos saben es que detrás de su construcción estuvo una mujer: Emily Warren, que sería la primera persona en cruzarlo el día de su inauguración. Es una de las protagonistas del último libro de Pilar Tejera, Damas de Manhattan, más de treinta historias que nos muestran esta ciudad con una original mirada.
Sufragistas, periodistas, mecenas, escritoras, filántropas, enfermeras y un largo etcétera, forjaron la historia de Nueva York. Algunas de ellas, nacidas en familias acaudaladas, se beneficiaron de sus contactos y su fortuna para aportar mejoras a la ciudad. Unas cuantas gozaron de la suficiente libertad para poner en práctica sus ideales. Las hay que abandonaron la seguridad de su hogar para viajar a Nueva York y sembrar allí su semilla ideológica, cultural, filantrópica o social. Otras, simplemente, lo tuvieron difícil y se vieron obligadas a abrirse camino en el hampa delinquiendo. Pero cada una ayudó a dar forma a la ciudad.
Fuesen ricas o no, conservadoras, progresistas, célebres o anónimas, impregnaron Manhattan de servicios, de mejoras y de glamour. Desde Margaret Corbin, que en la guerra de la Independencia defendió Nueva York con un cañón contra los ingleses, hasta la última protagonista del libro Betsy Rogers, que resucitó Central Park del declive y la delincuencia, el libro es un catálogo de sorprendentes historias. Billie Holiday, Dorothy Parker, la candidata a la presidencia del país Victoria Woodhull, Lillian Wald, que fundó los pilares de la salud pública, la fotógrafa Alice Austen, la fundadora del Colony Club Daisy Harriman, Wilman Russey, primera mujer taxista de Nueva York, la dueña del restaurante Elaine’s, inmortalizado por Woody Allen en su película Manhattan, Anita Loos, autora de Los caballeros las prefieren rubias o Texas Guinan, ‘la reina de los clubs nocturnos’, nos revelan que Nueva York le debe mucho más de lo que creíamos a las mujeres.
Annie Moore, primera en pasar el control de inmigración de Ellis Island
Ocurrió en Nueva York, el 1 de enero de 1892, cuando se estrenaba la oficina de inmigración de Ellis Island. Los 148 pasajeros del SS Nevada, fueron trasladados a la isla. Annie Moore, apenas una niña, fue la primera en desembarcar. Los nervios le jugaron una mala pasada y tropezó con la pasarela. Tan pronto se recuperó avanzó seguida de sus dos hermanos pequeños. Los tres habían viajado desde Queenstown (Irlanda). Tras anotar sus datos, le entregaron una moneda de diez dólares por ser la primera persona inscrita. Annie observó al oficial mientras apretaba en su mano la moneda, la primera moneda de los Estados Unidos que había visto y la mayor suma de dinero que había poseído. Nunca se separaría de ella, la conservará como un recuerdo de su llegada a Nueva York. Su figura inspiró una canción, una novela y dos estatuas de bronce; una de ellas se encuentra en Queenstown, su puerto de partida. La otra, como no podía ser de otra forma, está en Ellis Island, su puerto de llegada.
La inventora del cóctel Manhattan fue la madre de Winston Churchill
Nacida en Brooklyn, Jenny Jerome inventó este célebre cóctel durante un banquete que celebraba el nombramiento del gobernador del Estado de Nueva York. Aquello tuvo lugar en 1874, en el New York City’s Manhattan Club, situado frente al lugar que hoy ocupa el Empire State. Esta dama de la alta sociedad neoyorquina pidió al barman que elaborara un cóctel para la ocasión, a base de vermú amargo y bourbon. El hombre, según parece, agitó la mezcla para impresionarla,en un gesto que pasaría a la posteridad. El éxito de la bebida fue tal que no tardó en ponerse de moda en otros locales. Los clientes pedían el cóctel de Manhattan, en alusión al club club donde se había originado. Jenny Jerome, tras casarse con un ciudadano británico se trasladaría a vivir a Londres, donde tuvo dos hijos, uno de ellos Winston Churchill.
Cuestión de amor propio
El 19 de noviembre de 1889 se abría el Woman’s Press Club de Nueva York. Detrás de la iniciativa estuvo Jane Cunningham Croly, que decidió fundarlo después de que no se la permitiera asistir, por el hecho de ser mujer, a la cena ofrecida por el Club de Prensa neoyorquino a Charles Dickens en el restaurante Delmonico’s. Ante el alud de protestas de otras periodistas, el club se plegó a algunas concesiones: se admitiría a las damas a condición de que tomaran asiento detrás de una cortina, sin ser vistas por los caballeros asistentes a la cena de gala ni por el invitado de honor. Pedirle a Jane Cunnigham que se escondiera, siendo una periodista reconocida y cuyos artículos se publicaban en medios de Nueva York, Boston y Baltimore, mientras su esposo ocupaba un asiento en el comedor, fue el peor de los insultos. Jane Croly se negó a asistir al banquete y pasados unos días su indignación dio paso a una promesa: Fundaría un Club a cuyas cenas no serían admitido ningún colega masculino. Y desde luego la cumplió. El club impulsó proyectos cívicos, becas, conferencias, actividades literarias y sociales y por allí pasaron grandes figuras del periodismo nacional.
Luchadoras por la preservación arquitectónica
Detrás de la historia de los míticos barrios del Soho y Green Village, se encuentran tres mujeres que lucharon por su preservación: Ruth Wittenberg, Margot Gayle y Jane Jacobs. Salvaron la preciosa plaza Washingtong Park de una autopista que estaba proyectada por el alcalde de turno, lograron mantener a raya los bulldózer que estuvieron a punto de demoler las viejas fábricas de hierro que hoy albergan las franquicias y comercios del Soho, preservaron el Jefferson Market que en la actualidad alberga la biblioteca pública de Nueva York, y ganaron la batalla para que en el solar dejado tras la demolición del Centro de Detención de Mujeres del Village, se creara un parque público en vez de un horrible edificio de apartamentos. Cada una de ellas tiene su propia historia y comparten el capítulo del libro titulado ‘espíritu batallador’ con otra luchadora por la preservación histórica: Jackie Kennedy, que lideró una encarnizada batalla en defensa de la estación de ferrocarril, Grand Central, amenazada por las excavadoras.
La constructora del puente de Brooklyn
La historia de la construcción del puente de Brooklyn está sembrada de incidentes y accidentes mortales pero también está envuelta en la leyenda de la mujer que hizo posible que aquella obra pantagruélica siguiera adelante hasta culminar trece años después. Emily Warren se hizo cargo de las obras cuando su esposo cayó enfermo, en una época en la que las mujeres se quedaban en casa cuidando de los hijos y haciendo calceta. Convenció a los políticos y promotores y se hizo cargo de la obra dirigiendo a cientos de obreros, padeciendo con ellos los numerosos incidentes y accidentes, las explosiones de dinamita, y haciendo frente al ayuntamiento y a los celosos promotores que dudaban de la aptitud de una dama sin el preceptivo título de ingeniería. Mientras ello ocurría, su esposo, postrado en la cama, contempló el progreso de las obras desde la ventana de su apartamento situado en Brooklyn Heights. El 24 mayo de 1883, y habiéndose llevado por delante la vida de treinta trabajadores, la obra quedó concluida. El día de la inauguración Emily fue una de las dos primeras personas en cruzarlo. La otra fue el vigésimo primer presidente del país: Chester Alan Arthur.
Lina Astor y el nacimiento del Waldorf Astoria
Vestida con su traje de terciopelo negro y un collar de perlas como única joya, Lina Webster Schermerhorn Astor presidió las cenas celebradas en las más opulentas mansiones neoyorquinas a finales de siglo XIX. Solo tenían permitido el acceso a ellas quienes figuraban en la «Lista de 400», las personas más relevantes del país. Fue por una reyerta familiar con su cuñada, que las mansiones ocupadas por Lina y su esposo y la colindante propiedad de su cuñado y su mujer, fueron demolidas para levantar en su lugar dos hoteles. Un escándalo en la época. Uno fue nombrado Waldorf, por William Waldorf Astor, y el otro Astor. Años después, al fusionarse ambos establecimientos nació el Waldorf Astoria, dotado con adelantos como luz eléctrica y los baños privados en las habitaciones. El hotel también fue pionero en ofrecer servicio de habitaciones y delicias culinarias de su invención: la ensalada Waldorf y los huevos Benedict. Tiempo después se trasladó de lugar y en el solar se levantó el Empire State. Posiblemente, la remilgada dama que fascinó con su buen gusto, se esté revolviendo en su tumba mientras las tiendas de recuerdos para turistas y los puestos de hot dog ocupan el lugar de la que un día fue, la más respetable residencia de Manhattan.
Mecenas del Arte
Gertrude Vanderbilt, escultora y habitual de la bohemia del Village de principios de siglo XX, encauzó sus contactos, su riqueza y su fascinación por el arte en beneficio de la ciudad. El Whitney Museum fue creado por ella en 1931. Respecto al MoMA, debe su existencia a Abby Rockefeller y a su pasión por el arte moderno, que la llevó a crear una colección en el piso superior de su casa. Años más tarde, esa iniciativa daría paso a la creación del Museo de Arte Moderno.