noviembre de 2024 - VIII Año

Beatriz Díaz Carvajales, Victoria Embid y Antonio Ángel Morales Martínez ganadores del Concurso de Microficción Literaula 2023

Beatriz Díaz Carvajales, Victoria Embid y Antonio Ángel Morales Martínez han sido los ganadores del Concurso de Microficción Literaula 2023, convocado por el Programa Literaula, UGT, la Fundación Progreso y Cultura y la Escuela Julián Besteiro, para incentivar la libre expresión y la creatividad en el colectivo de la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores.

Los trabajos premiados por el Jurado del concurso han sido: Un concierto para ella de Beatriz Díaz Carvajales, Nunca jamás de Victoria Embid y La aparición mariana de Antonio Ángel Morales Martínez

El jurado, presidido por Alexander Prieto, escritor y coordinador general de Literaula, y compuesto por Isabel Vilabella, directora gerente de la Fundación Progreso y Cultura; Isabel Navarro, directora de la Escuela Julián Besteiro; Antonio Chazarra, escritor y profesor de historia de la filosofía; y Manuel Espín, escritor y guionista; han resaltado la gran diversidad temática y estilística de los participantes. Igualmente, han destacado su imaginación, sentido del humor y gran sensibilidad y compromiso social.

Los premios se entregarán el día 11 de julio a las 18 horas en la Escuela Julián Besteiro de UGT (C/ Azcona, 53)

A continuación reproducimos los trabajos premiados:
(copyright de los textos: autoras y autor de los mismos)

Un concierto para ella de Beatriz Díaz Carvajales (Tres Cantos, Madrid)

La mujer para la que no existen los fines de semana ya ha limpiado toda la casa, ha regado los rosales y tapado la jaula del canario porque empieza a anochecer. Ahora está apoyada en la barandilla de la terraza mirando, inquieta, a un lado y a otro de la calle.
Cuando por fin cruza la calzada su vecino de al lado, suspira con alivio. Observa que lleva, como siempre, bajo el brazo, el estuche de su violín.
Al verle entrar en el portal corre hacia su dormitorio. Se pone el vestido largo de terciopelo negro y los zapatos de tacón alto, recoge su pelo en un moño, se extiende crema por la cara, ya envejecida, y se pinta los labios. En el salón acerca su butaca a la pared. Sentada, cierra los ojos, esperando las primeras notas.
Continúa bastante tiempo inmóvil después de finalizar la música; algunas lágrimas han caído a la butaca cuando se levanta, sale a la terraza, corta una rosa y la deja, con sigilo y sin que nadie la vea, en la puerta de su vecino.
Justo antes de dormirse repasa mentalmente la lista de la compra.

Nunca jamás de Victoria Embid (Paracuellos de Jarama, Madrid)

Wendy comenzó a morir cuando, atrapada en el laberinto del falso amor, la realidad se le desveló cruel y ya no pudo encontrar el camino de regreso al cuento de hadas de su infancia. Wendy comenzó a morir cuando todo se volvió violento y ajeno, cuando la vida alzó una mano de hombre amenazante sobre ella y sintió el azote del aire espeso sobre su cara, sobre su cuerpo y no pudo ahogar más el grito mudo que le ataba a su miedo. Wendy comenzó a morir cuando Nunca Jamás se volvió un lugar inútil e inservible, a la deriva de los sueños rotos. Fue cuando Wendy, anulada, no supo dónde dirigir sus pasos, no supo dónde encontrar puntos de apoyo y sus sentimientos se volvieron oscuros hasta reducirse en pensamientos sin salida. Y su vida fue ya una ruleta rusa cuando comprendió que, en cualquier momento, divisaría la luminosa línea que separaría su vida de su muerte y comenzaría el inevitable aleteo que diera inicio al último peregrinaje.
Y Wendy murió una mañana, en la fría sala de un centro de salud, mientras el protagonista del cuento de hadas pasaba a disposición judicial.

La aparición mariana de Antonio Ángel Morales Martínez (Almería, Andalucía)

Lourdes estaba súper nerviosa, nunca lo había estado tanto, porque se jugaba mucho.
Había estudiado lo justo, pues había estado ocupada en otros asuntos más lúdicos, y se había presentado a las oposiciones por exigencias de sus familiares, ignorantes de aquello.
Cuando le dieron el examen, Lourdes se espantó. Ninguna pregunta le sonaba, y un suspenso categórico se vislumbraba.
Desesperada, dudó entre abandonar vergonzosamente el aula o llorar con desconsuelo. Optó al final por rezar, implorar a la virgen una ayuda inmerecida.
A punto de rendirse, de manera milagrosa, nunca mejor dicho, la mismísima madre de Dios se le apareció encima de su mesa resplandecientemente. Lourdes quedó patidifusa, pero allí estaba, como lo había rogado.
Inmediatamente, la Virgen fue susurrándole las respuestas a su devota necesitada, ya que ésta siempre la había reverenciado con un fanatismo irracional.
Ilusionada y apresurada, la pía marcaba las contestaciones. Terminó la primera el examen y lo entregó, orgullosa.
Sobra decir que no acertó ni una, siendo su prueba una de las peores de la historia.
Por ello, Lourdes se planteó el estudiar de forma aplicada a partir de ahora y, asimismo, dejar de creer en vírgenes, santos y dioses imaginarios.

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