El terror y el terrorismo. Cómo ha gestionado la humanidad sus miedos
José María Perceval
Cátedra, Madrid, 2017
Por Ricardo Martínez
http://www.ricardomartinez-conde.es/
Miedo y hombre, en efecto, van intrínsecamente unidos. No solo, digamos, como propiciador de dudas (y en tal sentido, como propiciador de susceptibilidades, presunciones, imaginación al fin) sino también como manifestación física, como enfermedad. Un miedo que, tantas veces, no proviene de efectos de la naturaleza sino de ese Otro que es aquel que no soy yo, esto es, de otro ser humano.
Sería conveniente distinguir, no obstante, dos procedencias distintas del miedo en relación con el comportamiento humano: la violencia y el terror.
«La violencia provoca (leemos en la Introducción) la ruptura de la comunicación entre los seres humanos. Se acaba el diálogo y comienza la lucha. La fuerza impone sus razones dando la posibilidad de expresarse solo al que vence» De otra parte, sostiene el autor, «el terror se presenta como un fenómeno de comunicación pura y diáfana. Su base es la publicidad del acto violento que se realiza, del que ese ha realizado o del que tan solo se enuncia como una amenaza próxima, que puede suceder en el tiempo o en el espacio cercanos».
El contenido del libro es amplio y fecundo, pues en él se recogen las distintas manifestaciones, expresiones o formas en que el terror (ese ‘miedo muy intenso’, como lo define la R.A.E. O, dicho de otro modo, ese miedo por antonomasia cuando se hace real como ‘método expeditivo de represión revolucionaria o contrarrevolucionaria’, implicando en ellos a seres humanos indiscriminadamente) Los apartados del texto son numerosos y explícitos: ‘La violencia de lo sagrado’, ‘Los miedos de Occidente y la formación de una sociedad represiva (500-1250), ‘Terrorismo mediático’ o ‘Siglo XXI y el terror en red’ Semeja una demostración, como expresión real, del famoso ‘Hom homini lupus’ de Hobbes.
Tal vez por ello concluye el libro con una afirmación certera, a mi entender: «Convivir con el miedo es lo más razonable, porque este nunca dejará de existir. El futuro no está definido de antemano, quizás, afortunadamente. Será bueno o malo según lo determinen las comunidades históricas que lo vivan» Una lección de prudencia, objetividad y realismo, siempre bajo el marchamo de la naturaleza de la libertad.