Samanta Villar tiene los ojos azules, es periodista, presentadora de televisión y ha perdido nivel de vida al ser madre de mellizos con cuarenta años. Nos ha jodido mayo con no llover a tiempo, que decía mi abuelo o su amigo, tanto monta. Los hijos los tiene uno cuando quiere, o mejor dicho, cuando puede, esto es como la borrachera, la tienes con veinte año y al día siguiente puedes incluso ir a la misa de la comunión de tu prima, la pequeña; la tienes con cuarenta y al día siguiente no sabes si ir a Urgencias o morirte en tu cama, sin remedio alguno. También puedes no beber, pero si bebes pues ya sabes… luego no digas que pierdes nivel de vida.
Los hijos son perderlo todo, todo, todo… para ganarlo al mismo tiempo. De otra forma, los hijos te rompen el reloj de tu bisabuelo, el que te costó gritos y llanto en la herencia y cuando lo ves en el suelo, dices: Bah, ya estaba viejo… y así cada día. Hay algo cósmico y hermoso en esa forma que tienen los hijos de destruirte, es una forma de ir haciendo camino. Hace algunos años, veinte por lo menos, cuando yo tenía la edad esa de las borracheras, me dijo una frase Fernando Beltrán extraña y ciertísima, cuando caminas con tu hijo de la mano, no tienes miedo. Porque todo lo que te quietan es todo lo que te devuelven y hay que ser muy superficial para no verlo.
Y los de Samanta acaban de nacer, ¡pobre!, espérate que cumpla cuarenta y siete y tenga que enseñarle a sus hijos montar en bici, a los dos al mismo tiempo, o quieran escalar, o esquiar que era el deporte preferido de su madre antes de perder nivel de vida… se acordará con nostalgia de los biberones y el cólico de lactante.
Hoy en día, para muchos, los hijos son el único trabajo indefinido que tienen, pero no tengáis duda, ese mismo trabajo es la razón más poderosa de su felicidad.
(Invierno, 2017)