'Esto matará a aquello' Víctor Hugo (Nuestra Señora de París)
La Ilustración fue un período de tránsito que cerró una época e iluminó el despuntar de otra. Las dos revoluciones que la pusieron fin, las sociopolíticas de los Estados Unidos de América y Francia, y la Industrial, nacieron de sus entrañas, para seguir recalando, como un perenne oleaje en los tiempos actuales.
Fueron muchas las causas que nos llevaron hasta la Ilustración, es decir, a esa época en la que la humanidad creía haber llegado a la madurez de su razón, basada sobre todo en el pensamiento científico empirista y en los avances tecnológicos, todo ello bajo el aliento de un humanismo cargado de optimismo. Pero hubo tres circunstancias concretas que permitieron a nuestra civilización occidental llegar a aquel momento de convicción racionalista, aunque estas sucediesen en épocas muy anteriores a ella misma.
Hay que irse muchos siglos atrás para llegar hasta el primero de estos pasos, exactamente a finales del siglo VI de nuestra era. Hubo, en los comienzos del cristianismo, una corriente de tendencia iconoclasta como reacción a la idolatría ante las estatuas que habían visto practicar en los paganos. Sin embargo, en los principios de la Edad Media, el Papa Gregorio el Grande atajó estas posturas respondiendo, que: ‘La pintura puede ser para los iletrados lo mismo que la escritura para los que saben leer’.
Esta decisión inició al arte Occidental por el desarrollo de la pintura, y dirigiendo la figuración hacia una representación de tendencia ilustrativa y divulgativa, alejándola del carácter sagrado que había tenido en la Antigüedad y posteriormente en la Iglesia Bizantina.
Tratemos de interpretar un texto literario con una pintura. Ello nos obligaría a imaginarlo en una época y lugar concretos, ambientar las circunstancias, los personajes y buscar la forma mejor de expresar y mostrar lo que se trata de contar.
Por otro lado, pensemos en querer representar cualquier rincón del mundo que nos rodea. Una vez escogida esa parcela de nuestro entorno y la técnica más adecuada para plasmarla, nos veríamos obligados a utilizar perspectivas, estudiar las luces y las sombras, el color, a la vez que nos daríamos cuenta de los matices y cambios que conforman nuestra realidad.
Hasta la aparición de la fotografía, el arte occidental, sobre todo la pintura, buscó el poder representar de la forma más correcta y fiel posible la realidad sensible que le rodeaba. Ello permitió el desarrollo de técnicas, metodologías, materiales y un sinfín de medios que consiguieron aprehender esa realidad por imágenes y crear, a su vez, otras imaginarias de la manera más natural posible. La misma fotografía surgió de ese mismo interés.
Y el arranque de todo esto nació de ese afán por poner imágenes a la Historia Sagrada. Después, superada la temática religiosa, crecería en los artistas el deseo de dejar reflejado el mundo que les rodeaba como paisajes, gentes… Con el Renacimiento, vendría el interés por la Antigüedad Clásica y su Mitología, abriendo a los creadores, a partir de allí, la puerta hacia nuevas temáticas y mundos que expresar iconográficamente.
Pero esta actitud no solo fue importante para el arte, sino para muchos otros ámbitos de nuestra cultura. Pensemos en los estudios anatómicos de Leonardo o la multitud de ilustraciones que mandó hacer Napoleón, sobre todo cuanto les rodeaba, a los dibujantes que le acompañaban durante su expedición a Egipto.
Gracias a esa tendencia a la ilustración, la cultura occidental apostó por una forma de aprehender el conocimiento, que no solo se basara en la letra sino también en los sentidos. La realidad así se vuelve más dinámica, cambiante y llena de matices que si estuviera sujeta únicamente a la interpretación de un texto, abriendo paso a una inclinación por el empirismo. Como se suele decir ‘Una imagen vale más que mil palabras’.
Por una paradoja del destino, el primer gran paso hacia la Ilustración se dio cuando un Pontífice decidió que merecía la pena ilustrar la Historia Sagrada. Pero teniendo en cuenta que el cristianismo celebra un Dios que se encarna en ser humano, era lógico que permitiera poder imaginar su aspecto a las generaciones futuras. Aunque algunas veces la imaginería ha rozado el fetichismo, vemos que también se consiguió desarrollar el arte occidental y todo lo que este ha conllevado de bueno a la cultura universal.
Finalmente, y haciendo un breve paréntesis y mirando hacia los tiempos que nos tocan vivir, observamos que hay demasiadas pantallas (televisión, ordenador, móviles…) que no cesan de emitir imágenes e información sin ningún tipo de límites. Ello puede llevar a muchos a una percepción un poco distorsionada de la realidad y quizás no estaría de más recordar, y de cara a las generaciones futuras, que hay otras formas de aprehender la realidad y la vida más allá de las pantallas.
Volviendo al tema que nos ocupa, habrían de pasar casi nueve siglos, y llegar a las postrimerías de la Baja Edad Media, para alcanzar los otros dos grandes pasos a los que se refiere este artículo. No es que en tan largo tiempo el mundo y la cultura occidental no avanzasen, pero, como se considera en estas líneas, hay circunstancias concretas que son más significativas que otras. Así cuando hacía 1450, el alemán Johannes Gutenberg, inventó la primera imprenta de tipos móviles, su ingenio marcaría un hito definitivo en la historia de toda la humanidad.
El origen lejano de aquel artilugio estaba en los grabados en madera, o xilografías, que a lo largo de la Edad Media se había utilizado para imprimir imágenes y pequeños panfletos. Mas la revolucionaria máquina de Gutenberg, permitía editar libros, comenzando por el libro de los libros, La Biblia.
De pronto, el conocimiento que encerraban los libros, tan solo al alcance de unas minorías, se universalizó. La iglesia, la única institución que había dispuesto de legiones de copistas amanuenses, y por lo tanto había monopolizado el saber y la buena parte del poder que de él proviene, se vio superada por aquel artilugio.
No es de extrañar que surgiesen en aquella época los grandes movimientos que clamaban por la libertad de conciencia y la interpretación personal de las Escrituras. Entre el fracaso de Juan Huss y su quema en la hoguera, y el triunfo de la Reforma de Lutero, estaba la imprenta.
Con la imprenta, los libros se multiplicaron, y con ellos sus lectores y quienes los escribían, iluminando así desde sus páginas el camino hacia el Siglo de las Luces.
Unas décadas después, y todavía en aquel siglo XV se daría el último y definitivo paso hacia la Ilustración. El 12 de octubre de 1492, y tras atravesar el Océano Atlántico, el navegante Cristóbal Colón ponía el pie en una tierra desconocida. Aquel enigmático personaje había tenido que llamar a muchas puertas para que alguien apostase por su proyecto de cruzar aquel piélago misterioso y temido, creando una nueva ruta hacia el Oriente. Tan solo la reina Isabel de Castilla se decidió a ello, apoyándole económicamente, y cambiar con aquel viaje la historia de la humanidad.
Como si de una nueva paloma de Noé se tratase, pues a esa ave hacía referencia su apellido Columbus, el almirante con su travesía, traería al viejo mundo el conocimiento de una tierra y una humanidad nuevas.
El Descubrimiento de América, pues de aquel continente se trataba, abriría a los navegantes y a las naciones europeas la posibilidad de conocer nuevos mares, tierras, gentes, culturas y conseguir circunvalar el globo, evidenciando así la verdadera fisonomía de nuestro planeta. Aunque desde la antigüedad se había especulado sobre la auténtica forma de la Tierra y su situación en el universo, las tres carabelas colombinas mostraron una realidad tangible, que asimilada por los espíritus más despiertos, abriría las puertas a Copérnico, Galileo, Newton…
A comienzos del siglo XVI, Europa se hallaba ante unos inmensos horizontes, que la conducirán por un camino de intensa transformación. Contar con grandes recursos marineros, la impresión de libros y las diversas metodologías que conseguían plasmar por dibujos y pinturas aquel mundo que se iba descubriendo, permitieron universalizar su conocimiento. Aún así pasarían más de dos siglos marcados por terribles guerras y persecuciones, hasta llegar al XVIII, y sería en aquella centuria, más sosegada y optimista, cuando se consideró que la humanidad había llegado a la Edad de la Razón.
Así pues, y como propone este artículo, fueron una decisión cultural, una invención técnica y un descubrimiento geográfico, tres muy importantes pasos que condujeron a la cultura europea a ese momento tan afortunado al que se conoce como Ilustración. A partir de entonces se crearon unas nuevas circunstancias que nos traerían los tiempos en que aún vivimos.