noviembre de 2024 - VIII Año

Pensar en grande

sociedadLa sociedad es un organismo vivo, igual que un cuerpo biológico. Ambos se debaten a diario entre la vida y la muerte. En el plano físico, la mitosis y la meiosis generan células nuevas; hay un nacimiento constante, al tiempo que el sistema inmunológico, los leucocitos, preserva la higiene radical matando las células patógenas. Todos los días, nuestro organismo genera células cancerígenas, el principio de muerte, llamadas a ser fagocitadas por el principio de vida. Hasta aquí la metáfora.

El grito de ‘Teruel existe’ es un epifenómeno, que ha sido secundado por el de ‘León existe’. Soterrado aún y a somormujo, hay un movimiento de segregación de Cuenca y Guadalajara, ya hartas del centralismo de Toledo. Almería con sus desiertos y su poderío económico está al caer. Y surgirán más; el país está en descomposición, por la deriva de la mortudo, que así llama Freud al principio contrario al de libido, que apuesta por la vida.

Esta barahúnda divisoria es la fracción continua de los números irracionales, cuyo radical está en el llamado ‘procés’ catalán: células locas que, para ocultar la corrupción, han huido hacia adelante, generando expectativas imposibles que amenazan, con su metástasis, la existencia misma del organismo social. Algo parecido a esto pasó en 1934.

La corrupción es la carcoma del quehacer político actual: Jordi Pujol, el capo campeador de Banca Catalana, sigue ganando batallas después de muerto, cuando ha dejado de ser muy honorable. La última contra la Agencia Tributaria asciende a cerca de 900.000€, irrecuperables, mientras el delito queda impune. El agravio comparativo con relación a un ciudadano de a pie, que se descuide un día en pagar algo que no tenga domiciliado, no puede ser más bochornoso.

En Castilla la Nueva, hubo un tiempo que su presidente invirtió millones y millones en arreglar las techumbres de los templos parroquiales y sembrar el campo de ermitas a San Isidro. La inversión en espiritualidad, con aquella humareda del incienso, sirvió para ocultar el trabajoso proceso de amasar un suculento patrimonio material en viñedos, bodegas, picadero e inmuebles de lujo, por aquello de ‘a Dios rogando, pero con el mazo dando’.

Desde el caso Nóos abajo, o desde más arriba, PP, PSOE, PNV y, en lo por venir de Bolivia PODEMOS (Quiroga dixit) todos los partidos políticos comulgan bajo la misma especie. El problema es que el pueblo soberano no sólo calla, es decir, no sólo otorga y consiente, sino que sigue votando a sus corruptos con fruición religiosa.

votoLa corrupción es un producto del pensar pequeño, del pensar con el vientre, que nos induce a un epicureísmo cuyo horizonte está en el ombligo. Es un pensar tan pequeño que se agota en el propio yo, el yo inmediato, el yo material, con sus extensiones también materiales. El escarabajo pelotero es el paradigma.

Cada hombre, y toda mujer, es responsable de su proyecto existencial y éste ha de organizarse pensando en grande (sintagma acuñado por el Jefe del Estado el pasado día 24 de diciembre), con amplitud de miras, ideas ambiciosas, pretensiones serias de excelencia, que gocen del altruismo preciso para convocar adhesiones y fomentar la cohesión que empodera. Ahí está la frontera frente a la desagregación.

El proyecto existencial no proviene de arriba, es horizontal, cada uno ha de tener el suyo y reconocerse como centro de regeneración, un foco en la entalpía, sólo la pasividad es un hueco que rompe ésta. Si cada quien cumple con su proyecto existencial, la sociedad estará protegida, el principio de vida habrá triunfado sobre el de muerte.

Pensar en grande es pensar en los demás, o en uno mismo, en tanto que uno de tantos. Por ejemplo, cuidar el planeta ha de hacerse porque, detrás de los nietos a los que quizás vemos, vendrán los biznietos a quienes tal vez no veamos. Todos vendrán con derecho a tener un planeta habitable. Ese derecho, hoy es obligación para quienes usufructuamos la vida y somos meros inquilinos del planeta.

Pensar en grande exige hacer un uso productivo de los recursos personales, en provecho propio y ajeno. Otro ejemplo inmediato: escribir este artículo a mí me resulta útil, porque hago funcionar mis neuronas y las mantengo en forma; quienes lo lean pueden acrecentar su conciencia crítica y percatarse, en algún sentido, de su responsabilidad personal. Yo gano-tú ganas.

Pensar en grande impone dejar de practicar corruptelas ordinarias: aceptar facturas sin numerar y sin IVA; hacer trampas con el PER; buscar la subvención diciendo que se va a hacer esto y aquello, para defraudar después haciendo la cuarta parte de la mitad, o nada; reducir la jornada laboral del funcionario, discrecionalmente, a expensas del criterio individual del propio funcionario, etc. Hay una cantera inmensa en la que el pensamiento positivo puede promover rectificaciones y más si agrandamos y ampliamos la línea del horizonte.

Pensar en grande deriva a compromiso, al pacto que obliga mutuamente a quienes lo suscriben porque se otorgaron confianza y se hacen acreedores a recibir bienes y servicios en virtud de sus entregas a cuenta. El contrato social es compromiso, una transacción continua, un intercambio leal permanente, que garantiza la convivencia con la ley ‘yo gano – tú ganas- ellos ganan’. La reciprocidad como norte y guía.

Pensar en grande es superar las actitudes decimonónicas, relativas al nacionalismo y las ideologías de clase, por los nefastos resultados que obtuvieron ambas cuantificados en guerras y millones de muertos, para encontrar espacios amplios de consenso, integradores, que hagan posible la sinergia y den cauce a valores como la solidaridad y la cooperación.

Pensar en grande es promover investigación, crear futuro, ordenar el porvenir. Una sociedad arrastrada por el presente, sin línea del horizonte, debe desaparecer porque carece de proyecto. La falta de proyecto individual arrostra, de inmediato, la muerte psíquica; y ésta, ineludiblemente, la muerte física.

Pensar en grande es promover la sociedad civil, la autonomía de cada quisque, cuya soberanía es incuestionable: listo o tonto, preparado o en proceso, educado o por civilizar, sabio o ignaro, cada ser humano es sumamente respetable, siempre y cuando sea foco de entalpía, agente de calor, ejecutor de su proyecto existencial.

Pensar en grande es gobernar con ejemplaridad moral, respetando las instituciones y leyes que democráticamente nos hemos otorgado y, yendo un poco más lejos, marcando un estilo, un modo de ser generoso, entusiasta del nosotros, como sesgo diferenciador: nosotros los europeos, nosotros los españoles europeos, nosotros los castellanos, españoles, europeos, o los euscaldunes, españoles, europeos porque, así como el yo tiene nombre y dos apellidos, el nosotros, los seres humanos del planeta, también nos diferenciamos antes de confluir.

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Archivo Entreletras

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