El escritor Alberto Infante presentará el próximo 27 de septiembre su Poesía reunida bajo el título Paisaje interior. Un volumen de unas 350 páginas que contiene sus cuatro poemarios publicados con anterioridad (La sal de la vida, Diario de ruta, Los poemas de Massachusetts y Carta de ajuste) y un quinto libro de poemas, inédito hasta la fecha, que da título a esta nueva entrega. Los poemas de esta Poesía reunida van precedidos de un prólogo del poeta Alfonso Berrocal. El acto tendrá lugar en la Biblioteca Eugenio de Trías del Retiro (antigua Casa de Fieras) de Madrid (Paseo de Fernán Núñez, nº 24).
Doctor en Medicina y Cirugía, Alberto Infante es poeta, novelista, autor de numerosos artículos e incansable viajero. Entreletras ha tenido la oportunidad de conversar con el autor en estos días postreros del verano. Nos recibe en su casa de la sierra madrileña. En torno a un café conversamos sobre literatura y algo más, rodeados por un espléndido paisaje, donde la sierra de Guadarrama va concluyendo y se anuncian ya las cumbres de Gredos,…
-¿Qué le ha llevado a reunir ahora toda tu poesía publicada desde 2004 en un mismo libro?
-El motivo principal es que este año he cumplido 70 y es poco probable que publique mucha poesía más. Tengo escritos otros dos poemarios que algún día quizás verán la luz, si es que la ven. Mi sensación es que ya he dicho casi todo lo que he querido expresar mediante la poesía. Puede que en un futuro vengan poemas sueltos, pero libros creo que será difícil, porque para mí la poesía es innovación e indagación y con estos cinco poemarios, más los dos que comentaba, el abanico de lo que soy capaz de innovar, tanto en temas como en formas expresivas, está bastante cumplido. Además en los últimos años me he ido pasando más a la prosa.
-Usted cultiva la poesía y la narrativa, además de los poemarios que hemos comentado también ha publicado varias novelas. ¿Qué tiene más peso específico en su trayectoria literaria?
-Yo empecé escribiendo y publicando poesía, pero uno va transitando a lo largo de la vida de unos registros a otros. Sin duda, la poesía en el pasado tuvo más peso en mi obra. La poesía tiene una ventaja, lo he comentado en ocasiones, y es que exige mucho. Hay que tratar de decir mucho con poco y enseña a escribir, subraya la importancia de cada palabra, de cada coma, del ritmo, de la metáfora, las imágenes,… La poesía es una disciplina muy exigente. Después algunos poemas se fueron alargando, prosificando, transformándose en pequeños relatos, y de ahí transité al relato corto que es un género que me gusta mucho, pero que hoy en día no tiene demasiado predicamento entre nosotros.
-Y llegó su primera novela,…
-Una vez que me sentí cómodo, esos relatos se fueron convirtiendo, por decir así, en secuencias cortas de una película. Me vinieron las ganas de construir una novela y, en efecto, llegó la primera, Bajo el agua. En realidad esa novela es una sucesión de relatos cortos hilvanados por el desarrollo mental y físico de los protagonistas, un grupo de chavales que van madurando hacia la adolescencia y la juventud. Una novela que va recorriendo el Madrid de los años 60 que yo conocí.
-¿Luego continuó escribiendo poesía?
-Sí, seguí escribiendo poesía, pero también me metí de lleno en una segunda novela, Constantes vitales. Es otro tipo de empeño literario. Fue pensada como novela desde el principio y me enseñó lo duro que es terminar una obra de más de trescientas páginas que se tenga en pie. Aquel ejercicio, muy especial por muchos motivos, me dejó en la pista de salida de este género. Entre tanto escribí relatos de viajes. Sin embargo, después de Constantes vitales me plantee seguir en esta línea y escribí un nueva novela, Sierra oeste, que se ubica en esta zona de la sierra madrileña donde estamos ahora. Aunque la tuve que corregir mucho, salió bien concebida desde el inicio. Luego escribí otra y ahora estoy con una cuarta novela. Todo esto ha hecho que la poesía se haya quedado un poco relegada.
-En este sentido, ¿se considera más poeta que novelista o al revés?
-A estas alturas de la vida me da un poco igual. Si miro mi biografía y observo lo realizado hasta ahora, la poesía es algo a lo que he dedicado mucho tiempo. Desde ese punto de vista, diría que soy más poeta. De hecho si soy conocido, donde quiera que lo sea (sonríe), soy más conocido como poeta.
-Viendo las cosas ya con cierta distancia, ¿está satisfecho con el libro que presentará en breve, Paisaje interior?
-Sí. Creo que Paisaje interior es un libro original por muchos motivos. Es un libro evolutivo, variado. Cada uno de los libros que lo compone tiene personalidad propia. Además, el prólogo de Alfonso Berrocal recoge muy acertadamente las claves de mi poesía. Una poesía que empiezan siendo más lírica y romántica en el sentido más anglosajón de la palabra y termina siendo una poesía más existencial y comprometida con los problemas cotidianos de la sociedad en la que vivimos, sin perder el tono lírico.
-¿Cuáles diría que son los temas principales de su poesía?
-Algún autor ha dicho que en poesía solo hay tres grandes temas: el amor, la vida y la muerte. Pero esto dice poco. También está el desamor. Y la cotidianidad. Y los viajes. La muerte menos, en mi caso. Mi poesía no es triste, ni melancólica. Es más bien una poesía de autoafirmación, de canto a la vida, a la existencia, con toda su complejidad y adversidades, qué no son pocas, pero también a su belleza, atractivos y retos.
-Su poesía entonces ha transitado desde lo lírico y una posición más intimista, hacia la búsqueda del mundo que nos rodea…
-Sí pero iluminada por una visión: qué pese a todo la vida merece la pena. Esta idea también está en mi último libro de poemas, más apegado a las complejidades y dramas sociales. Pese a todo merece la pena vivir. Vivir suele ser contradictorio, esperanzado y desesperanzado, trágico y lírico…, pero merece la pena. Lo importante es llegar a etapas avanzadas de la vida con la sensación, como pone en la lápida de un conocido político (risas), de que uno ‘se tomó la molestia’. Es decir, de que uno ha pasado por aquí interesándose, implicándose, siendo parte de cosas que se han hecho o dejado de hacer, de aciertos o errores, donde lo que importa es la huella que dejas y reconocer las huellas que te dejan. Significaste mucho para algunos y algunas, y ellos y ellas también significaron cosas para ti mismo. Y en esa interacción uno no fue pasivo, se implicó, se tomó la molestia.
-¿Qué autores o autoras han influido más en su literatura?
-Esa pregunta en mi caso tiene difícil respuesta, porque yo he sido un furibundo lector. Casi diría aquello que afirmaba Borges (risas), que solo escribía los libros para los que había un hueco en su biblioteca. En fin, en distintas etapas de la vida influyen unos u otros. De joven no soportaba a Conrad, por ejemplo. Sin embargo, luego me encantó. Con treinta años, Faulkner se me cayó de las manos y con setenta lo he devorado. Con veinticinco años A la busca del tiempo perdido de Proust me pareció un tostón y cuando cumplí sesenta me leí los siete tomos en un verano (risas). En poesía me ha influido bastante la Generación de los 50, Claudio Rodríguez, Valente, Pepe Hierro…. La del 27, por supuesto. Luego he leído mucha poesía norteamericana del siglo XX, a los surrealistas o a los poetas románticos ingleses. Muchas fuentes,…en realidad. Siempre he sido curioso y me he dejado influir por quien he considerado que merecía la pena. No pasa nada por dejarse invadir por otros autores o autoras, siempre que se tenga una voz poética propia. Nunca he querido encerrarme en una corriente, temática o registro. En cualquier caso, sentir resonar en el interior de uno la poesía de los grandes y las grandes es un placer.
-¿Cómo ve el panorama de nuestra poesía actual?
-Se escribe más poesía que nunca. La poesía sigue gozando de un cierto prestigio social. Como es un descriptor de éxito, bajo la palabra poesía aparecen productos inenarrables que no tienen nada que ver con ella. Pero hoy existe una base extensa de gente interesada en la poesía y tenemos muy buenos autores y autoras. Sobre todo de autoras. Es verdad que también se observa una fuerte atomización por territorios. Sin embargo, lo importante es que hay gente muy buena escribiendo poesía y surgen voces verdaderamente notables.
-Vivimos en un mundo que se encuentra en profunda transformación y, aunque parezca algo de ciencia-ficción, pronto los robots formarán parte de nuestras vidas. ¿Veremos a los robots escribiendo poesía? ¿Existirá una cibor-poesía?
-Ya ha habido algunas experiencias. Si los robots juegan en la actualidad las mejores partidas de ajedrez posibles, no existe ninguna razón para pensar que no puedan en un futuro escribir también la mejor poesía posible. Otra cosa es quien la vaya a disfrutar. Dudo que los robots puedan disfrutar de la poesía que sean capaces de fabricar. Porque lo importante de la poesía no es tanto escribirla como disfrutarla. El disfrute implica una dimensión de la subjetividad muy evolucionada y muy individualizada. Si un día llegamos a tener robots que piensan sobre sí mismos, como los que aparecen en algunas películas, quizá eso sea posible aunque yo lo dudo. Los sentimientos son un producto de la evolución animal. Los robots evolucionan sobre otras lógicas que no son la homeostasis animal que conocemos. Cuando llegue el día en que los robots nos sustituyan y ya no estemos aquí nos echarán de menos, añorarán a los seres humanos. Nos necesitarán para que nos emocionemos con aquello que sean capaces de crear. Nos querrán como lectores.
-Qué paradoja, ¿verdad?
-Esto nos lleva además a una reflexión muy interesante: al final quien es insustituible es el lector o lectora, no el escritor. El lector sensible, culto, que se emociona con lo escrito por él o ella y por otros, que comparte con los otros,…
-Para finalizar, ¿qué impacto, para bien o para mal, creé que han tenido las redes sociales en la poesía que se hace hoy?
Es un fenómeno ambivalente. Por un lado, permite llegar a mucha más gente y que la poesía se difunda mucho más. En términos cuantitativos, bienvenido sea. En términos cualitativos, la cuestión es más complicada. No creo que una poesía que tenga muchos ‘me gusta’ en las redes sea mejor que otra que no los tiene. Autores que fueron muy conocidos en el pasado son absolutamente desconocidos hoy. Y a la inversa. Otros se han mantenido siempre ahí. Pasa en casi todas las artes y en casi todas las facetas de la vida. El riesgo de banalización, existe. Pero ¿qué es peor, que te conozcan y te banalicen o que seas estupendo y no te conozca nadie? Cada cual tiene que optar. Como autores nos obliga hoy a tomar decisiones que antes no estaban en nuestra mano y ahora sí. Por ejemplo, sobre cuándo y dónde publicar. O sobre el esfuerzo que queremos hacer para difundir nuestras obras por estas vías. Hay más opciones que nunca y eso, a menudo, confunde.