Lo que funda el silencio
Luis Ramos de la Torre
Prólogo de Miguel Veyrat
Lastura, 2024
118 págs.
Silencio fundado: La luz lírica de Luis Ramos de la Torre
En la sombra que Derrida intuye, emerge un verso, no como un simple eco, sino cual aurora renovada. Luis Ramos de la Torre, demiurgo de su propio edén, despliega un universo singular en cada libro que concibe.
Más de diez estaciones han cincelado su voz, un jardín de palabras donde el tiempo se serena. Cada título es un eco del cosmos interno, un lenguaje distintivo, límpido, perenne. Su poesía, una revelación que brota de la oscuridad, es un mundo que él funda, abre e invita a custodiar. Revela la belleza latente en lo que apenas vislumbramos, desde Nubes de evolución hasta La serena estrategia de la luz y La densidad de los números. Ahora, late junto a ellos Lo que funda el silencio (Lastura), guiándonos con la palabra como faro en la noche.
En la trayectoria del autor zamorano, se percibe una morosidad sutil, una detención en el instante fugaz. Captura la alegría en el vuelo de un ave, en la persistencia de la vida, terca y dichosa. Alza el vuelo, incluso con las alas fatigadas, celebra el sol tras la tempestad. Una oda a la resiliencia, al avance constante, con la esperanza tatuada en el alma errante.
El título reverbera con los anteriores, ya que su autor habita el silencio, la palabra tácita, el eco resonante. Un vacío preñado de significado profundo, donde lo sagrado se manifiesta, sereno. Un misticismo sutil, no ajeno a las dudas, una búsqueda incesante de la trascendencia. El alma se eleva, en comunión secreta, con el misterio inefable, persiguiendo la claridad, tal como lo preconizaba su maestro, Claudio Rodríguez.
La obra se compone de una sucesión de unos ochenta poemas breves, sin título (entre siete y once versos), donde la fluidez moral no riñe con la perfección formal.
El primer poema se erige como una declaración de intenciones, donde la finitud del tiempo y el tono apacible transmiten asombro y sosiego: «Entrar despacio, / casi de puntillas / como quien nunca sabe / que tras de sí se olvida de lago. // Como si de la estancia, / quisiera huir sin prisa el conjuro del tiempo. // Y así, sin dudas y en silencio, / alzarse, entrar».
En los versos de Ramos de la Torre, anida la reflexión humilde y bondadosa. El alma se alza, en comunión secreta, ofreciéndose al otro, en analogía con lo que nos provoca la naturaleza, porque el poeta nos impulsa a reparar nuestra existencia en lo natural: «Ni amparo ni tormenta en el respiro / efímero del agua que ahora se remansa, / ofrecimiento y ola que reciente espera / hacerse abrazo y tolva en tierra húmeda».
El proceso reflexivo, el análisis del entorno, se eleva en estas composiciones, donde el afán por asombrar los pensamientos se convierte en una experiencia que conduce al feliz entusiasmo: «Alégrate, / al mundo le cabe hoy / algo de amor y ofrecimiento». Aunque la creación conlleva «Abrir heridas. / Urgir heridas». Y antes de que la palabra flote en el aire, «sea intención y ritmo permanente, / sea metal herrado al fuego del silencio».
El discurso poético de Ramos de la Torre reside en captar el mundo a través de un mecanismo que trasciende lo inmediato. La perfección formal, anhelada en cada verso, se alcanza en poemas de estilo depurado. Contribuyen a esta perfección, trascendiendo las vivencias, un silencio elocuente, las nominalizaciones, las elipsis verbales y las imágenes empleadas, esculpidas con maestría, dando forma a lo intangible, pues lo relevante son los instantes vividos, el temblor con que los reproducimos: «La lluvia virgen en la espiga del alma, / las sombras vespertinas, líneas imprecisas. // Haría falta un segundo, la elipsis / de un tiempo apenas consagrado al óxido / para sabernos libres y ser más conscientes».
Y el ritmo impar, como un pulso que anima el texto, un latido constante que invita a la escucha. La poesía del zamorano teje un tapiz de sensaciones, donde forma y fondo se entrelazan. Un universo poético, sutil y profundo, donde el silencio habla y la imagen resuena. Una búsqueda constante de la belleza pura «donde la alegría y la belleza aún crecen, / urgiéndose en bancal».
Con estos versos de Lo que funda el silencio disfrutamos de las experiencias transitadas en el entorno rural. En estos poemas disfrutamos de la cadencia luminosa que nos ofrece Luis Ramos de la Torre.