El agua en la mano
Félix Recio
Ediciones Vitruvio, 2024
La poesía es un refugio en una época en que el exceso de narcisismo, el individualismo y los imperativos de felicidad que nos propone un neoliberalismo desmedido, entierran literalmente el deseo de los sujetos, lo devalúan, y lo pervierten. La destrucción de la palabra y sus consecuencias en el arte, la política, la cultura, la sociedad, es alarmante. La experiencia de verdad que conlleva la poesía parece que es incompatible con las coordenadas de consumismo que el sistema capitalista fomenta: es más valioso tener que ser.
¿Dónde situar la poesía en este mare magnum consumista? Pier Paolo Pasolini, escritor italiano, director de cine, como sabéis, pero ante todo, poeta, decía que “los sociólogos se confunden al decir que el sistema se lo come todo, lo asimila todo”. “No es cierto —dice Pasolini— hay cosas que el sistema no puede digerir. Una de ellas es la poesía. La poesía es inconsumible en lo más profundo, pero yo quiero que sea lo menos consumible posible también exteriormente”… “La poesía tiene una lengua que le es propia; una lengua que no es ni decorativa ni referencial, sino la conciencia misma del lenguaje poético”.
El libro editado en 2024, consta de cincuenta y una páginas, y es el número 1009 de la Colección Baños del Carmen de Ediciones Vitrubio. Es una colección muy rica en la que podemos encontrar, entre otros muchos, a poetas de la categoría de Antonio Machado, Octavio Paz, León Felipe, Miguel Hernández, Gloria Fuertes, etc.
Cuando me propusieron hacer una reseña de este libro, no lo había leído aún. Sin embargo, a primera vista, el título me llamó la atención: El agua en la mano. Más allá de las imágenes que el título evoca, muy potentes por lo que conllevan de pérdida inevitable, me imaginé también que esa agua que cae o resbala bien podría ser una tinta transparente con la que el poeta, Félix Recio, habría escrito este poemario del que yo no sabía nada.
Sabía que Félix Recio es psicoanalista, es profesor de la Universidad Complutense de Madrid, es sociólogo…, pero no sabía que es poeta.
Volví a pensar, entonces, en el título, y en el agua en la mano, para adentrarme en una lenta lectura del libro y descubrir poco a poco, con asombro, que el agua se escribe.
No estoy diciendo que se puede escribir sobre el agua. Estoy diciendo que se puede escribir el agua igual que se puede pintar un relámpago. Voy a utilizar este símil: una especie de trasvase del arte de la escritura al arte de la pintura para entender esta evocación.
Conocemos el cuadro de Edvard Munch, El grito. A mi entender, Munch no pinta a alguien gritando. Munch consigue pintar el grito, y por eso impresiona, conmueve y resulta perturbador. Hace poco, tuve la oportunidad de admirar este cuadro, en vivo, en el Nuevo Museo Munch de Oslo, y ahí fue cuando me plantee esta cuestión desde la escritura: si Munch consigue pintar el grito, pensé: ¿cómo escribirlo, cómo escribir un grito? Y ese recuerdo noruego retornó en Madrid al leer este poemario en el que el poeta consigue, como decía antes, escribir el agua, abordando las palabras para hacer algo nuevo con ellas.
Félix Recio trabaja las palabras para concebir nuevas estructuras y formas en los versos y en la construcción de sus poemas. El agua, en este poemario, no emana de una fuente, tampoco la vemos como cascada en una montaña, la vamos a ver en la mano para, a partir de ahí, dejarnos llevar por un universo poético al borde mismo de las palabras.
Esto es lo interesante de la buena poesía: se trata de forzar el acercamiento a una zona que no sólo nos concierne como lectores, sino también como sujetos de deseo. A propósito, Virginia Woolf en su libro El lector común expresa: “El impacto de la poesía es tan duro y directo que por un momento no se siente más que el poema mismo… La intensidad de la poesía cubre un inmenso abanico de sentimientos…”.
Algunos poemas de El agua en la mano que reflejan, creo, lo que estoy diciendo:
El agua en la mano
canta la sed
en el despertar del agua…
…
El agua sabe
la dicha
secreta y olvidada
…
Esperar el vuelo del pájaro
la pisada húmeda
caminando bajo el cielo…
…
Buscarás la senda
Esquiva luz
Manantial de lo no dicho
Sobre el título, que me parece vertebra gran parte de este poemario, no voy a desvelar más. Siempre que presento un libro me planteo cómo hacerlo para preservar ese encuentro exclusivo que se produce entre libro y lector, y que es un verdadero acontecimiento.
En las primeras páginas del poemario, el poeta Félix Recio nos advierte de su posición ante su propia creación. Lo hace a través de la elección cuidadosa de unas citas de dos grandísimos escritores.
La primera, de la escritora francesa Marguerite Duras dice: “Un libro abierto es también la noche… No sé qué es un libro. Nadie lo sabe”.
La segunda cita del poeta rumano Paul Celan es: “Dice verdad quien dice sombra”.
Estas dos citas funcionan como epígrafe o pórtico del poemario, anunciándonos el tono, el ritmo y la trama poética por venir.
El libro está estructurado en dos partes. La primera se titula Agua fugitiva. La segunda, En desconocida orilla.
En Agua fugitiva, la voz poética profundiza en una apuesta ética y estética clara y valiente: el encabalgamiento de los versos configura una travesía vital, sin pausa ni signos de puntuación, donde las palabras aparecen en una intemperie sostenida de sombras, agua, sed y cenizas. Dice el poeta:
Es del agua
donde la llama brota
…
Este oleaje de fuego
la vida, jamás
alcanzará su propia sombra
…
En la oscuridad
brota el camino
flor, no cuchillo.
Se conjugan, en estas composiciones, la pérdida radical y la sed inagotable transformando el agua en noche. El agua cae, el agua se pierde, desaparece. Hay un dolor infinito en estos versos. Hay un amor infinito en estos versos. También hay giros fundamentales en los que las heridas florecen hacia la luz y
Aún, es posible
escuchar la luz
…
Vivir es esperar
el pan recién hecho
Aparecen también elementos de la naturaleza como la mies, la siega, el vuelo del pájaro, la brisa, el mar, recursos idóneos que facilitan una experiencia de verdad sin concesiones.
Hay silencios, hay elipsis, repeticiones, hay experiencias sonoras que interpelan al lector y dialogan con él.
En la segunda parte del poemario titulada En desconocida orilla encuentro elementos metapoéticos que explican cuál es la visión del poeta sobre la poesía, la palabra, la voz, el bien decir y el decir bello.
Escritura, vida y deseo aparecen conectados para decirnos, por ejemplo, que “las palabras son zanja interminable”, que “escribir es cavar en desconocida orilla”, que “la palabra es pozo rumor de voz”, y que “agazapado lo no dicho palpita”.
Simultáneamente las palabras, en esta parte del poemario, nos conducen a la potencia del deseo amoroso…” antes de que los sueños se desvanezcan” dice el poeta, “escribo sin saber lo que escribo… en el ala de la noche”.
El libro se cierra con tres poemas titulados “El brillo de Antígona”, “Edipo en su sombra” y “Volverás a Formentera”.
Sabemos que en la Odisea, en la Ilíada, en la Eneida, los héroes viajan siempre al mundo de los muertos para hablar con ellos y hacerles preguntas. No para obtener certezas ni respuestas. Convertidos ahora en sombras, los héroes griegos preguntan a los muertos por su propia oscuridad sin límites: sin embargo, Antígona en su tumba, enterrada en vida, brilla, y Edipo, “descenderá al Hades para morir”… y será “sombra enamorada de la luz”. Félix Recio describe bien en estos poemas el espacio trágico de la verdad a través del destino inexorable de los héroes.
“Volverás a Formentera” es el último poema del libro, y es tan rotundo que voy a guardar silencio, para que los lectores lo lean con la sorpresa y la gravedad que merece. En él nombra al poeta peruano César Vallejo del que tomo su palabra para decir que Félix forja su poesía de una forma “personal e intransferible”.
Sólo añadir que en el libro El agua en la mano vamos a encontrar una poesía esencial, intensa, honesta y sin adornos.