marzo de 2025

‘La voz de la lluvia’, de Leticia Molina  

La voz de la lluvia
Leticia Molina
Prólogo de Joselyn Michelle Almeida
Los libros del Mississippi, 2025
70 páginas 

Si yo fuera un psiquiatra forense, que no lo soy, si yo fuese un crítico literario o un excelente poeta con capacidad de crítica, que tampoco, empezaría por fijarme en el color de las portadas de sus obras, dos hasta el momento, del negro del oleaje de un mar embravecido en el que quiere asentarse su atalaya de viento, a ese blanco inmaculado bajo el paraguas protector, de donde sale ahora la voz de la lluvia. Y entre los dos, una diferencia de seis años, una editorial y los entresijos, las cavernas de una vida.

También la editorial y el dibujante o el diseñador, como queráis, pero ellos pintan lo que ven y sus ojos nunca son los nuestros. Ahora ya, pasado el mar y su oleaje, el blanco del principio y el paraguas esconden otro tipo de tormenta y sus sollozos, pues es este libro, o al menos yo lo veo así, un retrato tal vez intencionado de la autora y de sus horas, dejando salir de su alma poética esta voz de la lluvia, que poco a poco va empapando, o empañando los cristales de mis gafas con una emoción hecha discordia Íntima o catarsis, según el viento sople, según las horas disuelvan la tinta de su pluma.

Y en un susurro nos va permitiendo descubrirla, en cuatro capítulos, como las estaciones de una vida, estaciones, que en un profundo prólogo Joselyn Michelle Almeida identifica sucesivamente, como las eras del luto, la búsqueda, el regreso y la calma. Y todo en femenino, en claro e íntimo monólogo donde se disparan las preguntas y a veces las respuestas no acaban de llegar o no son las esperadas. Entonces, el sentimiento de la autora se desborda como la lluvia, de ahí el paraguas protector de la portada, porque todo tiene sentido en esta obra, hasta el abrazo de la madre cuyo rostro se oculta entre los versos, y deja que aparezca la llovizna, el chaparrón, la tormenta, el aguacero, la tromba o el rocío.

Pero antes de abrir la sala capitular algo me retiene: las citas a las que la autora acude para dejar clara su voluntad y su propósito: “Para Ada, mi hija, y mi maestra…”, porque “este ojo no es para llorar, su visión debe ser nítida…”, ya que “escribo sobre mí, porque yo soy cualquiera”, y ahora “dadme té para calentar mi lengua, porque estas palabras mías no pueden salir de aquí”. Y ahora sí, os dejo con la curiosidad sobre sus versos, su intimidad y la historia de fuego que la alienta, porque “te he dado el mar inmenso / de mi vientre / el temporal del llanto / la brisa y la amapola / te entregué la semilla de la bestia / y el trigo…”. Ya solo estos versos son razón suficiente para disfrutar de la lectura de esta obra. Por ello agradecemos la iniciativa de la editorial para hacerla llegar a los lectores.

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