El sexo no es la herida de Dios
Federico de Arce
Los libros del Mississippi. Colección Poesía, nº 41
Madrid, 2024
ISBN: 978-84-128242-3-0
«EL SEXO NO ES LA HERIDA DE DIOS», DE FEDERICO DE ARCE, EL GÉNERO COMO ARMA POÉTICA
Federico de Arce, poeta, erudito, traductor y también narrador, publica este nuevo poemario en la editorial “Los libros del Mississippi”, con prólogo del musicólogo y escritor Antonio Curado e ilustraciones de Andrea Constanza Ferrari.
Este libro, según manifiesta el propio autor, es un largo poema ecfrástico, en el que se describen detalladamente cuestiones relativas a un aspecto fundamental que abordan casi todas las religiones: el origen y la función del sexo y los géneros. Abordaje fatal y con un enfoque equivocado, malintencionado o perverso, en general, para lograr sojuzgar a través del miedo y la culpa a los fieles y súbditos de los gobernantes. Así fue en la Edad Media con la Iglesia cristiana, y lo ha sido y es actualmente en casi todas las dictaduras teocráticas o de cualquier signo, que utilizan la fuerza del sexo y la cuestión reproductiva —o simplemente placentera— para someter a los seres humanos a los fines de la autoridad.
Pero el acertado hallazgo de Federico de Arce es que lo hace usando la écfrasis a través del visionado de distintas obras maestras de la pintura —José de Ribera, con su “Mujer barbuda” y otros pintores que trataron el tema del género cruzado—, usando el vehículo de la música a través de la escucha extática y visionaria de diversos cantautores y músicos rock-pop de la cultura anglosajona que abordaron la cuestión de la muerte de la reina Jane, una de las esposas ejecutadas por Enrique VIII de Inglaterra, para sus particulares cuestiones nacionalistas y religiosas, bien documentadas por la historia. Esas trágicas y terribles historias han sido tratados por diversos cantantes anglosajones, llegando a formar parte de la cultura popular, y precisamente el autor del prólogo de este libro, Antonio Curado, emitió un podcast titulado “Tres es multitud” —que trataba estas cuestiones musicales e históricas— que fascinó al poeta y desencadenó la escritura de este largo poema ecfrástico sobre el sexo y el género, al modo de los maestros de la generación beat, como Jack Kerouac y Allen Ginsberg, cuyos ecos resuenan claramente en este bello e intenso poema que conforma el libro. Y como Federico de Arce es un autor muy culto, salta a la vista, lo ejecuta como una epístola a su amigo el prologuista, Antonio Curado, al modo de la Epístola a Boscán, de Garcilaso de la Vega. Metaliteratura y rabiosa actualidad unidos: nunca como ahora la cuestión del género cruzado —el transgénero— ha estado tan presente en la vida política y social de buena parte del planeta, en el que la ultraderecha y las fuerzas dictatoriales de algunos países culpan al feminismo y al colectivo LTGBIQ+ de todas las desgracias de la humanidad y su cacareada y recurrente decadencia.
Si “haz el amor y no la guerra”, lema fundamental del pacifismo y el movimiento hippie de los 60, vindicó el sexo como herramienta liberadora de la humanidad y posteriormente blandieron el feminismo y el movimiento de liberación gay, es ahora con la eclosión del “Me too” y el transfeminismo cuando la cuestión del género cruzado y sus implicaciones políticas y liberadoras para la humanidad cobran más sentido aún.
Destaco algunos fragmentos del largo poema, en los que se menciona obsesivamente la cuestión de las mujeres barbudas representadas a través del arte en los siglos XVI a XVIII y la fascinación y repugnancia que a su vez suscitaban, por romper brutalmente las convenciones sociales acerca del género y la naturaleza. Y destaco también que el poeta lo relaciona con el misterio de la inmaculada concepción cristiana, en la que una niña es “embarazada” de Dios por un ser divino y andrógino —el espíritu santo—, cuyo padre putativo —San José— es equiparado al consorte resignado de la mujer barbuda del cuadro de Ribera. Es misterioso y paradójico que la concepción de la divinidad requiera de la confusión de sexos y géneros en toda regla. Asimismo, se menciona en algunas partes del largo poema la existencia de mujeres santas barbudas, que fueron generalmente martirizadas por afirmar su fe cristiana y además “cruzaron la frontera del género” adquiriendo características masculinas para evitar ser violadas o desposadas a la fuerza con hombres perversos. Por no hablar también de la santa transgénero por excelencia, Juana de Arco.
La “herida de Dios” alude al mito griego mencionado en “El banquete” de Platón, en el que se recuerda a los participantes del banquete que en un principio los seres humanos “perfectos” eran “dobles” (doble macho, doble hembra y doble macho-hembra, estos los divinos andróginos), y que por su soberbia frente a los dioses fueron castigados seccionándolos Zeus por la mitad y separándolos en sexos, condenándolos a buscarse para satisfacer esa unión primordial que conocieron en el estado paradisíaco. Explicación sencilla para las diversas orientaciones sexuales de los humanos, ciertamente, pero ante la que filosóficamente el poeta se rebela y no acepta:
escucho lo que dicen las criaturas
mientras se aparean no tienen sexo
los dioses el sexo señor curado
no es la herida de dios no tienen
género señor curado los dioses
el género no es la cicatriz del nombre
de dios se aparean los dioses sin sexo
penetro en la noche oscura
de la hembra misteriosa contemplo
el amor sin género sin sexo
en las diez mil criaturas en las gentes
sin nombre de la naturaleza
No falta espacio tampoco en el libro para las reflexiones poéticas acerca del misterio del cristianismo y de otras religiones más antiguas, así como de religiones “paganas” como fue el nazismo, y de las cuestiones de la hierogamia y el sacrificio, al fin y al cabo, las diversas manifestaciones de lo sagrado en el mundo y el problema del dolor, la violencia y la depredación.
Se agradece también la mención a “lo natural” y “lo contranatural” de Pier Paolo Pasolini, esgrimido sin piedad por el poder represor y la autoridad, así como su transgresión mediante la sexualidad libre al margen de géneros u orientaciones, en estos versos:
todo ser humano está hecho dice [Pier Paolo Pasolini]
de una forma diferente en su estructura
física en su construcción espiritual
todos los hombres son anormales
en un cierto sentido en contraste
con la naturaleza el acto
de la civilización es un acto
de prepotencia humana
sobre la naturaleza es un acto
contra la naturaleza o sea
contra natura es todo lo que hacemos
Ciertamente la escritura tan inspirada de este poemario, su transitar por ese lado salvaje del cruce del género —guiño a Lou Reed—, desemboca en la tesis de la vindicación de la libertad amorosa y sexual, ya que la cuestión de la “modernidad líquida” no es ni moderna ni de ahora, es absolutamente intemporal. Los seres humanos hemos nacido sexuados, hombres o mujeres, con género acorde al sexo biológico o mezclado, incluso con sexos biológicos mezclados, por capricho de la naturaleza y para facilitar nuestra reproducción. Y eso es algo que comparten, precisamente, el resto de las especies animales sexuadas, superiores o inferiores, como ya ha podido estudiar y observar la biología, y el deseo y la orientación sexual no dependen en absoluto ni del sexo biológico ni del género, ni mucho menos es unidireccional ni exclusivo a lo largo del tiempo de la vida de cada persona en particular. Porque el sexo no es la herida de Dios, como dijeron los griegos, sospechosamente similar a nuestro bíblico “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, o a “la mujer parirá con dolor y su deseo será para su marido y él señoreará sobre ella”. No es un castigo, sino fuente de goce y liberación. Podríamos decir que más allá de tratar el género como arma política, “El sexo no es la herida de Dios” trata el género como arma poética. Y por ello, asombrado por la erudición de este largo texto en verso y sus bellas metáforas, citas metaliterarias, fragmentos en inglés de canciones bien conocidas del pop-rock, y análisis detallado de algunos cuadros transgresores de la historia de la pintura, recomiendo encarecidamente a los lectores este hipnótico y bello poemario de Federico de Arce.