En 1987 Francisco J. Castañón tenía una mata de pelo considerable y conducía su flamante Seat 1430 por la Castellana. Yo me fui el verano a Inglaterra para estudiar inglés y pasé mi primer mes fuera de casa, con doce años tampoco se puede pedir milagros. Era un colegio enorme inglés con niños de toda Europa, lluvia casi a diario y la verde campiña inglesa como una protagonista más del momento, con deciros que el único día del verano que no llovió nos dejaron todo el día sin clases, en el campo, como una forma de celebración. Yo supe de esto por mi hermano Ángel que también vino porque la lluvia es algo que se descubre con la edad y yo hasta los diecinueve o veinte años era inane a la lluvia, los estudios, la responsabilidad y los idiomas, inglés incluido.
Los fines de semana por la tarde-noche, en el gimnasio del colegio preparábamos una tremenda, oscura y desafiante discoteca. Pues en aquella discoteca escuché yo, por primera vez a U2, acababa de salir ‘The Jesoua Tree’ y se escuchaba, en Inglaterra, por todas partes. Aquellas canciones me impresionaron, fue como escuchar algo nuevo, diferente, como si sonara desde otro lugar, desde otro mundo. Reconozco, con cierta tristeza, que nunca me ha vuelto a pasar algo parecido, la vida tiene eso, hay fulgores maravillosos que pasan como un rayo y eso sí, su luz nos deja heridos para siempre. Llegaron otros grupos, otras músicas, años viví después de esto de escuchar mucha música y vivarla toda… pero aquella canción, en aquel gimnasio, con focos precarios y lluvia de verano tras los cristales no ha vuelto a sucederme, este es el tesoro abierto y frágil de las primeras veces.