enero de 2025 - IX Año

‘Testigo de cargo’: Fernando Guillén Cuervo revienta el Fernán Gómez

¡Mis queridos palomiteros! Este domingo 26 de enero finalizan en Madrid las representaciones del gran clásico Testigo de cargo, una de las más populares piezas teatrales escenificadas de la escritora británica Agatha Christie —recordemos, si no, a Manuel Galiana en el teatro hace 13 años, dirigido por Javier Elorrieta, o en el cine a Charles Laughton a las órdenes de Billy Wilder en 1957, asumiendo ambos el rol principal de Sir Wilfrid Roberts, el héroe de la jornada—, que tan buena acogida de público y crítica ha tenido el espectáculo. Celebradas en la imponente Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez es, desde luego, una de las mejores propuestas de la programación de este icónico recinto a cuyo frente está don Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Testigo de cargo —para muchos el primer gran thriller judicial reconocido— se ambienta en el Londres de 1947. Entre la niebla que envuelve la ciudad al anochecer, se produce un terrible crimen. Una viuda solitaria ha sido apuñalada hasta la muerte en su mansión. El único sospechoso es Leonard Vole, atractivo buscavidas que mantenía con la difunta una extraña amistad. Para sorpresa de todos, el famoso, veterano e implacable abogado Sir Wilfrid Roberts acepta defender al acusado. Se enfrenta a un caso prácticamente imposible.

La única coartada del sospechoso se desmorona cuando su propia mujer testifica contra él. Romaine Vole, la esposa, asegura que la noche del asesinato su marido regresó a casa de madrugada con las manos y la ropa ensangrentadas. Tras este inesperado “testigo de cargo”, el juicio parece visto para sentencia. Sin embargo, Sir Wilfrid Roberts aún no ha dicho la última palabra.

El hecho de poner en escena una pieza teatral con tantas y tan buenas versiones, y tantos referentes, corre el riesgo de no aportar nada. ¿Por qué? Conocemos de sobra la trama, sus giros, su desenlace… Ir a ver una función de estas características con estos mimbres es equivalente a manejarse con soltura en un trapecio y sin red que pueda salvarnos de una caída mortal, si hablamos en términos circenses donde todo está calculado al milímetro. Por fortuna, la pieza que nos convoca goza de esa precisión que requiere un buen montaje y donde todo está siempre en su sitio. Para empezar cuenta con una ajustada versión, a cargo de Roberto Santiago —que respeta y potencia las cualidades dramáticas de la obra original— que ha manejado con gran don Fernando Bernués, responsable que firma la obra.

Por otro lado, Testigo de cargo no se aleja del clasicismo en su puesta en escena —acentuado en el vestuario y actitud de todos los intérpretes—, si bien su aspecto estético, su espacio escénico y sonoro están minimizados al máximo para dejar que sea la palabra de Agatha Christie quien nos acompañe en la travesía y quien nos genere una atmósfera apropiada, sin que la mirada se desplace a otros lugares.

No es necesario más cuando se confía en un reparto de gran nivel, integrado por Fernando Guillén Cuervo, Isabelle Stoffel, Bruno Ciordia, Adolfo Fernández, María Zabala, Markos Marín, Borja Maestre (a partir del 1 de enero le sustituye José Cameán) y Nerea Mazo al piano, que subraya oportunamente el thriller, al que le confiere personalidad. No está de más decir, a su vez, que algunos actores realizan más de un papel con gran virtuosismo, consecuencia de un trabajo eficaz y creativo por parte de la dirección actoral que funciona, como hemos sugerido antes, igual que un engrasado mecanismo de relojería.

O lo que es lo mismo: nos identificamos desde el primer momento con cada uno de sus personajes sin que, en ningún caso, sea una imitación de otros traídos del cine u otros espectáculos al uso. Por eso esta función de Testigo de cargo tiene esa carga —ruego me disculpéis la cacofonía— de asistir a una aventura nueva, guiados además por el excelente trabajo de Fernando Guillén Cuervo, especialmente, que da una encomiable lección de interpretación y así muestra otra vez sus credenciales del gran actor que es.

Y todo ello sin perjuicio de los temas que contiene el thriller, bien traídos del humor inglés, así como los que tienen que ver con la banalidad del mal y todos sus afluentes. En fin, un montaje excelente a todos los niveles, con buen ritmo y buenas dosis de suspense que mantiene al espectador expectante durante 100 minutos. Una filigrana que ha de verse más de una vez.

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Archivo Entreletras

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