enero de 2025 - IX Año

Cultura

Viñeta de Eugenio Rivera

Además de censurar de forma contundente todos los aspectos de la cultura, el franquismo puso en marcha un proyecto de cultura oficial donde se mezclaban y no siempre de forma armónica los intereses falangistas con los de la Iglesia. En lo que se si había un acuerdo casi unánime entre las distintas familias que sustentaron la dictadura fue en una hiperbólica exaltación del nacionalismo español basado en una interpretación del pasado de España en la que se condenaban las etapas liberales y democráticas, de la misma forma que se tachó de antiespañoles a todas las corrientes, ideologías y a los planteamientos culturales y de vida contrarios al franquismo. En ese análisis el franquismo se consideraba como heredero de las épocas imperiales con los Reyes Católicos y los Austrias como principales protagonistas. En esta línea, la cultura debía estar íntimamente impregnada de religiosidad siguiendo los principios del nacionalcatolicismo, considerando que el catolicismo era una esencia de lo español. Si exceptuamos algunas iniciativas y publicaciones el franquismo nos ha dejado un legado extremadamente mediocre si se compara tanto con la Edad de Plata como con lo que se dio a partir de la Transición.

En la época franquista se desarrolló, por otro lado, la cultura de masas, un fenómeno común al resto de Occidente, aunque en el caso español muy dirigido desde el poder con el fin de manipular a la sociedad española. En todo caso, el cine, la radio, los toros, el fútbol y la televisión en la última etapa, aunque estuvieran controlados por las autoridades, con fuerte intervención eclesiástica y evitaran mostrar la verdadera realidad interna del país y de lo que ocurría en el mundo, también pudieron servir de evasión, especialmente, ante la dureza de la vida en los años cuarenta y cincuenta.

En todo caso, dentro de España sí renació una cultura de calidad de tradición liberal que se permitió por el franquismo porque podía dar una buena imagen en el plano internacional. En esta línea habría que citar a Ortega y Gasset y su Instituto de Filosofía (1948), Azorín, Pío Baroja, Menéndez Pidal, Eugenio D’Ors, Dámaso Alonso, Pedro Laín Entralgo, Aranguren o Julián Marías, así como antiguos falangistas o franquistas que terminaron por distanciarse del franquismo como el propio Laín Entralgo o Dionisio Ridruejo, que terminó por desarrollar un intenso antifranquismo.

Ya en los años cuarenta aparecería una literatura crítica en lo social a través del teatro y de la poesía. En el primer caso, sería fundamental la figura de Antonio Buero Vallejo con su Historia de una escalera, y en la poesía la aparición de la revista Espadaña dedicada a la poesía social y donde escribieron Gabriel Celaya, Blas de Otero y José del Hierro. En los años cincuenta apareció la denominada Generación del 50, ya claramente formada por escritores completamente críticos con lo que se vivía en aquella España en todos los planos. Ahí estarían Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama), Carmen Laforet (Nada), Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Luis Martín Santos (Tiempo de Silencio) y Juan Marsé (Si te dicen que caí). Pero también habría que citar a Alfonso Sastre y Lauro Olmo en el teatro, a los poetas Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Gloria Fuertes. El compromiso con una literatura de calidad y, sobre todo, crítica les causaría a muchos de ellos serios problemas con las autoridades a medida que avanzaba la década de los sesenta y la censura se aligeró en cierto modo, la cultura escrita comenzó a encontrar resquicios para conseguir colar entre los lectores obras críticas que se basaban en el marxismo. Seguramente, se pudo hacer este trabajo porque esos textos llegaban más bien a minorías y no al público en general.

En el final del franquismo se produjo también un cambio literario importante superando el realismo social para buscar nuevas formas de expresión y contenidos. Fue el momento, en el cambio de década de los setenta del Grupo de los Novísimos, es decir de poetas con otras inquietudes, como Manuel Vázquez Montalbán, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Ana María Moix o Leopoldo María Panero. Si el realismo social había mostrado las miserias de la sociedad española y criticado al franquismo, ahora la cultura alternativa hacía un canto a la libertad y a nuevas formas de vivir, poniendo las bases del futuro.

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