diciembre de 2024 - VIII Año

LAS NEGRITAS DE ANTONIETA / La noche que llegué al Café Gijón, me esperaba una sorpresa

Si, allí estaba un inmenso ramo de metáforas para mí. Lo había compuesto David Coll, a modo de collage de palabras. Él había pasado un rastrillo a mis poemas, para cultivar con ellos el Jardín del Entusiasmo.

David Coll es el hijo del famoso humorista Coll, del dúo que fue Tip y Coll.

Sin embargo, él es serio. Viste todo de negro, ya sea invierno o verano. Su cartera con asa, tipo colegial antiguo, es negra. Su pelo es negro, su alma es gore y también negra. Pero es solo una apariencia.

Cuando declama, con voz de trueno, sus sonetos desesperados, brilla David. Su presencia tan original, se impone al tremendo bullicio y ruido del Café. De repente, sentimos que nos ha visitado un personaje de ultratumba, un hijo de Chateaubriand, un romántico desesperado.

Cierro los ojos y lo escucho declamando al mundo, su poema titulado a la horma de su alma, “¡Huyamos del mundo, alma mía!”, en su libro de poemas “Desesperación”, donde todas sus secciones nos dan un gran catálogo de los tipos de desesperaciones.

Habla poco. En la distancia corta es breve y certero, su habla es apasionada y generosa.

Durante meses tuvo en su cartera negra de colegial estos folios que hoy me ha regalado. Iba todos los lunes a la cita de “Versos pintados”, esperando a que yo fuera. Los ha sacado con sigilo de su cartera, donde lleva un gran mazo de papeles con sus notas. “Son mis cosas” dice. Afirma que está muy ocupado, que solo en meses me podrá volver a escribir algo. Me voy agradecida con su regalo. Con entusiasmo ha espigado mis poemas.

El poeta David Coll en una foto antigua en el Café Gijón

David Coll es un lector de oro. Un personaje original y fuera de todo molde, gore y tierno. En realidad, David Coll es un arcángel negro, inconfundible, único en la noche de Madrid.

Para mis lectores, su texto.

El libro de poemas titulado “Poeta en llamas” de María Antonia García de León está lleno de belleza poética. Es un canto a los fugaces placeres de la vida y es una sinfonía de pasiones.

En su poema “Esta mañana, la primera mañana del mundo”, cito: “un estallido de alegría, y al mismo tiempo el abismo a los pies”. Es admirable la paradoja de estos versos su rotunda profundidad su síntesis expresiva digna de una Rubaiyat (cuarteta) de Omar Jayam.

 Dice nuestra poeta: “La memoria escribe paraísos”, este verso es verdadero porque los recuerdos del gozo crean cuadros de un edén perdido que se revive milagrosamente, a través de la memoria.

En su poema “Poeta en llamas” escribe: “Al amanecer leo mis poemas nuevos / son rosas blancas recién abiertas / aún con perlas del rocío”. Es magnífica la metáfora de que los poemas son rosas, metáfora que tiene resonancias de Baudelaire.

En el poema “Yo soy la novela” dice: “No acepto estar metida en una sola alma / en un solo cuerpo. / Quiero ser muchas y solo soy una / única”. Estos versos conectan ni más ni menos que con Arthur Rimbaud que llegó a decir:” Yo soy otro” pues quería ser todos los hombres para expresar sus vidas, y es que los poetas verdaderos, como María Antonia, quieren salir de sus almas y, como actores del Teatro Universal, fundirse con todos los papeles y todas las circunstancias de la bienaventurada y desgraciada Humanidad.

En el poema “Mi vida, penacho ardiente” quiero destacar la extraordinaria anáfora (figura retórica que consiste en repetir la misma palabra al inicio de cada verso) que emplea María Antonia:

“Mi vida como un cromo
mi vida secuencia de película
mi vida como Pastora
mi vida cortesana.
Mi vida como cazadora (…)”

Antonia García de León y Ana María Expósito, en el Café Gijón

En el poema “Esta es la hora de escribirle a Dios” quiero resaltar otra maravillosa metáfora: “me levanto y me doy, en secreto, un atracón de vida”. Y es que en este poema, María Antonia ve la vida como una celebración, un banquete sublime, una copa que hay que apurar hasta el fondo.

En el poema “Estratos”, otra metáfora perfecta: “Mis lágrimas van al mar, / son lágrimas azules de alegría”.

En el poema “La amazona herida”, una metáfora luminosa: “El relámpago de tu belleza”.

En el poema “Guerra y Paz”, una metáfora irresistible “De un poeta que navega en mares de tristeza” que casi coincide con un verso de Théodore de Bamville, que en su poema “Vosotros en quienes saludo una nueva aurora” escribió: “Sus grandes ojos bermejos se abren como para beber océanos de amor”.

Solo he comentado unas pocas flores retóricas el jardín poético de María Antonia, como en su poema Kairós, el verso: “Apareció el instante de oro que todo redime”, y es que la poesía bien puede ser ese instante de oro que todo redime.

Y para finalizar, de su poema “Agenda de esperanza”, este verso sublime, esta sinestesia extraña, originalísima y deslumbrante: “Estos días últimos de septiembre, aún tan claros, viven en la unidad del mediodía, saben a eternidad”

* * *

¿Qué es leer? Leer es lo que ha hecho, en esencia y en espíritu, David Coll. Lo expresa bien esta cita que incluyo del poeta Víctor Herrero de Miguel: “Leer es un regalo, por dos razones: porque leyendo aprendemos a recibir (leer es cosechar con los ojos, decía Michel de Certeau) y porque en el acto de lectura se nos otorga, casi secretamente, muy poco a poco, el don de darnos, la capacidad de donar la vida, gratuitamente, como una ofrenda”.

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