Por Ricardo Martínez-Conde (www.ricardomartinez-conde.es).-
Gustavo Travi es un hombre joven y, a la vez, con una consciencia literaria y una percepción poética fuera de lo común. Una referencia muy interesante, pues, para conocer algo de propuestas imaginativas, de sentido de la realidad literaria. Él es argentino, nacido en un lugar llamado Caseros.
Me llamó la atención, de la lectura un tanto accidental de su obra –y sirva como tema de comentario por ello-, el poema ‘Piezas del asombro’, donde, entre otros versos, aparecen estos que dicen así:
(nos juntábamos los domingos / a cortar los países limítrofes de las retamas / a cortar, también / todos los otros bordes;/ los que sobresalían de las palabras / los que se habían abierto del aire / y así / íbamos llegando al centro de las cosas / hasta que una noche / nos quedamos en silencio)
Entonces lluvia, / y una gota que el cielo no deja caer. / La parte que le falta al hombre
cuando se mira en el hombre. (*)
Lo leí en una página de Internet. Al poco, no pude resistirme a la tentación y, en un espacio señalado, respondiendo a la invitación de alguien llamado Google, puse una nota breve con, no mi opinión, sino mi buena opinión de lo leído, que para mí tenía mucho de alabanza: ‘Qué invitación al sugerente arte de las cosas, esto es, del vivir’.
Luego, bajo el efecto sedante y nutritivo-didáctico de sus palabras, me dije: creo que sería interesante recoger sus propias opiniones –tengo entendido que es persona afable y bien dispuesta al diálogo- y a ello voy:
– Tu poesía, Gustavo, creo, agranda y aporta interés a la Realidad porque, gracias a lo deslumbrante de tus imágenes, la ensanchas, poniendo al alcance del que mira-piensa una realidad más rica. Al menos eso me ha parecido percibir en tu poema. ¿Va por ahí tu voluntad, en ese tratamiento o ese mirar la realidad?
– Entiendo que la poesía tiene raíz en la emoción. Después el pensamiento busca decodificar esa emoción, hurga a ciegas en ese terreno, y es ahí donde pensar no es mera repetición, sino producción. Esa suerte de recorrido se cristaliza imagen. La imagen es finalmente aquello que materializa la idea del poema, y lo hace más allá de la razón: salta los límites de la razón. También su don es el de un envoltorio; nos permite presentar aquello que el poema trae en sus manos, en su interior: su decir, su carácter de significado. Y es ahí donde quizás veamos algo de esa Realidad, hasta el momento no percibido. Mi voluntad busca ese gesto: descorrer. Es decir, la realidad ya está ahí, es anterior a mí, y es lo suficientemente inagotable; con el poema uno entra en dialogo con esa materia y en ese ejercicio, a veces, surge lo inadvertido, así la poesía es una forma de conocer. Uno va tanteando el vivir con el poema, anda con ese bastón, elije ese bastón. Cada nuevo rostro que se advierte en la Realidad, hace indefectiblemente de espejo: le devuelve al que busca otra imagen de sí mismo.
– Dime, ¿el ser argentino crees que aporta a tu obra –teniendo en cuenta vuestra rica tradición literaria- un plus de originalidad, de recurso poético, de cultura del decir?
– Sin dudas. Cuando uno mira la historia y el presente de la literatura argentina, no puede menos que sentir que ponerse a escribir es una osadía. Resulta que allá lejos, a medias tintas del siglo XIX, una generación de intelectuales, de entre los cuales se destacó Sarmiento -genial escritor- sembró en esta tierra una pasión por la vida intelectual y un íntimo lazo ente Buenos Aires y la cultura europea. Fueron aquellos tiempos el germen, del que irían naciendo con los muchos años, nombres como Borges, Cortázar, Sábato, por citar entre tantísimos, y la intensa vida literaria de Buenos Aires; lecturas, certámenes, talleres literarios, editoriales y poetas de la talla de Hugo Mujica o Diana Bellessi. Era el mismo Borges quien decía que se escribe con la tradición. El acervo cultural es una fuente de la que todos buscamos un poco de agua para nuestro molino; es el regalo de los otros, que uno toma para, en definitiva, trascenderse a sí mismo.
– ¿Cómo sientes el español, la lengua, en tu decir poético? ¿Qué características ves en él para la confección de tu obra?
– El idioma castellano es de una riqueza insondable, es su particularidad tal vez, y sorprende la cantidad de acepciones de un mismo término. El bagaje terminológico de nuestra lengua es un abanico de recursos expresivos que no cualquier otro idioma dispone, las posibilidades que le ofrece al escritor en ese aspecto parecen infinitas. Como contrapartida, a nivel musical, cosa tan importante en el poema, tal vez su elemento definitivo, siento que el español presenta cierta dureza en su huella sonora, en comparación, por ejemplo, al inglés. De todas formas, me expreso a modo intuitivo; desconozco las raíces lingüísticas de nuestra lengua y de otras, de manera de poder establecer comparaciones que me permitan reconocer aún más las riquezas o limitaciones.
– Como poeta, en tu discurso ¿te diriges a un lugar imaginario determinado? ¿Te anima un pensamiento literario preconcebido?
– Me anima un pensamiento preconcebido en el sentido que busco meditar acerca de qué es lo que quiero decir, cómo lo quiero decir, qué temas quiero tocar, cuáles no, etcétera. Entretanto uno está en el encuentro con la realidad. De ese encuentro, si algo me afecta especialmente, va a surgir una tergiversación natural del mismo: pensar la realidad ya es otra realidad, ya es un lugar imaginario. Y es ahí donde se empieza a construir el poema, que es necesariamente reconstruir la realidad que le dio origen. Se gesta, probablemente, una suerte de segunda escena sobre la base de una primera, y uno poetiza aquello que imaginó de la vivencia, y lo hace claro, a la sombra de la paciencia… Lógicamente, en ese pasaje hay una pérdida o una distancia, y ahí aparecen decisiones que tiene que ver con lo mencionado al inicio; el estilo o la búsqueda literaria específica de cada autor. Hay elementos, sí, hacia los cuales me dirijo casi inconscientemente, como lugares imaginarios ineludibles; el silencio, los pueblos, o la naturaleza.
– ¿Qué ves como panorama próximo en tu obra?: ¿un cambio de registro en el tono?, ¿más silencio?, ¿más palabras con sugerencias, como las que te distinguen?
– Bueno, uno siempre está re-dirigiendo la escritura, y preguntándose al servicio de qué estamos usando la palabra. Una palabra es el medio que vehiculiza algo y desde ya,
no sabemos bien que es aquello que traslada, apenas intuimos ese camino. Creo que la búsqueda es por un lado, la tarea de decodificar que es lo más auténtico que se manifiesta en los textos, para capturar ese germen y hacerlo crecer. Hay una depuración permanente. Por otra parte, intento profundizar cada vez más, elementos como la sencillez de estilo, la austeridad en el lenguaje, y la dimensión metafísica de la realidad. No busco la complejidad, sino la profundidad: ir hacia lo hondo y decir algo. En la poesía, siento que lo fácil es lo difícil, el desafío es lo sencillo, y en la sencillez está la hondura, A veces la complejidad, es la primera escapatoria frente al hecho de no encontrar el modo de decir lo que queremos decir. Estoy trabajando en un material que se llamará Adelina. No avizoro grandes cambios o giros en el tono o el registro, sino seguir cavando en el mismo sitio ese pozo sin fondo de la realidad, donde no hay dos veces lo igual y sí, claro, al final (o al principio) siempre está el silencio…
– Muchas gracias, Gustavo, y gracias sobre todo por ayudarnos a soñar con algo tan sencillo como esas palabras-gorriones de la realidad, a las que tú adornas de una manera especial para inducir al viaje imaginario con el que todo lector desea ser sorprendido.
(*) todo el poema en http://elmensu.blogspot.com.es