octubre de 2024 - VIII Año

ALBRICIAS/Rival

Para evitar la pereza y activar la voluntad, para eludir la rutina y el tedio, no hay mayor suerte ni nada más útil que tener a nuestra disposición por ser digno de serlo a un leal adversario. Está más que comprobado, para prosperar como combatiente un buen rival es mano de santo.

Con un permanente contrincante a la altura del reto, inevitablemente te garantizas la mejora continua. Porque para avanzar hay que dejar, sin posibilidad de recuperación, jirones vitales por el camino, y para ello nada como un buen combate.

La pelea, cuando eres bueno luchando, no te permite olvidar y constantemente te recuerda que la vida es solo una y no hay dos; que lo de la segunda oportunidad no existe en el ring; si por un casual descuido, con independencia del motivo, bajas la guardia y abres hueco, en tu cabeza retumba a modo de maldito eco lo último que querrías oír, un doloroso “clinch”.

En la refriega inspirar y expirar convenientemente se convierte en mucho más que simplemente respirar; su buena sincronizada coordinación, básica para no despilfarrar las energías trabajosamente acumuladas con el sufrido entrenamiento, puede establecer la pequeña diferencia, esa que te lleva a perder o a ganar.

La sensación que produce, antes de comenzar, mirar los ojos del rival y ver que fieros te anuncian “hoy caerás”, a la par que observas tras esa máscara su respeto y cautela no tiene igual; y eso se produce a la par y en el mismo instante que, conociendo perfectamente la respuesta, piensas: ¿Este certero cabrón, habrá visto lo mismo?

Para después reparar atentamente en sus primeros movimientos, fundamentalmente como pega la barbilla al cuello y como por la lona se aproxima al centro, si lo hace por la derecha o por la izquierda de una imaginaria bisectriz en el cuadrilátero; si penetra con las manos ya alzadas o las eleva a la vez que avanza; si mueve solo las piernas o las acompaña con un ligero balanceo de las caderas. Como bien se sabe se boxea con los pies y se golpea con las enguantadas manos.

Sin dejar de padecerlo en el cuerpo propio lo que más duele no siempre es el propio golpe recibido, es no haberlo sabido evitar a tiempo bien por esquiva bien por parada; darlo [el golpe] es cuestión de una ajustada combinación de oportunidad, atención y rapidez, eludirlo es solo cuestión de anticipación, si te esperas a verlo venir ineludiblemente impacta seguro, debes sentir que se aproxima y comenzar a responder antes de que llegue.

En la lid, malo es pensar y peor dedicar a ello demasiado tiempo, se debe actuar sin hacerlo [el pensar], por simple reacción automática ganada e interiorizada a base de la constancia y la repetición en el gimnasio cuando te preparas, lugar donde se piensa, se analiza y se perfeccionan las reacciones.

Ni en brazos ni en piernas, en tu cerebro está la herramienta de donde nace la intuición dimanante de la experiencia que te dirige como lo hace un buen ordenador con una máquina bien preparada y programada para una tarea concreta. Es un baile donde con el ritmo acompasado en la cabeza se procura acertar con los pasos y los golpes, y simultáneamente que fallen los del contrario. Un golpe al aire consume mucha energía, y además lo hace en balde.

En el intercambio de golpes, hay quien solo ve violencia y algunos incluso crueldad (nunca discuto al respecto, que cada cual piense lo que considere, para eso hay libertad), pero hay mucho más; hay árbitros, hay rígidas reglas que no se pueden quebrantar, y a mayores hay lo que solo ven quienes ven más allá, hay pequeñas treguas silenciosas y tácitamente pactadas entre los púgiles que lejos de alejarlos en sus emociones los van aproximando conforme avanza el lance.

En un buen combate siempre se alcanza un punto de inflexión que dura un segundo donde los guerreros en confrontación no se sienten uno contra el otro, se sienten unidos por el dolor, frente a un público que cómodamente sentado disfruta de su entregado valor.

Por eso al terminar ellos se abrazan, y al público, sin importar su favorito y el resultado, si entiende que han sido honestos y han dado y recibido todos los golpes que les ha permitido su potencial, le toca aplaudir y felicitar por igual a los dos. Y gustosos lo hacen porque eso en su estado puro solo puede verse en el boxeo.

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Archivo Entreletras

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