Gómez Suárez de Figueroa, que era como se llamaba, aunque luego se cambiara el nombre en España por el que ha pasado a la Historia, es decir, el Inca Garcilaso de la Vega, nació en Cuzco en el año 1539 y murió en Córdoba en España en 1616, por lo que tuvo una larga vida, y entre dos continentes, el americano y el europeo. Su madre era inca, la princesa Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui y sobrina del Inca Huayna Capac. Así pues, por parte de madre era descendiente directo de la realeza inca. Su padre fue el conquistador y capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, miembro de la nobleza extremeña. Fue bautizado con los nombres de antepasados de su padre, vinculados a la Casa de Feria. De esta unión, pues, surgió el que se ha considerado el primer mestizo de América por su intensa brillantez y porque siempre sintió orgullo de esta mezcla, de sus dos orígenes, y que quedarían plasmados en sus escritos.
El niño Gómez Suárez de Figueroa fue educado en las dos culturas, un hecho capital y que se reflejará en sus obras. En Cuzco recibió el magisterio de Juan de Alcobaza, un conquistador que terminó siendo ayo o preceptor de nuestro protagonista, y al lado de los hijos de Pizarro. Pero, además de recibir una educación europea, estuvo muy vinculado a la familia de su madre, que le transmitió la intensa y larga sabiduría inca. El mismo dejó escrito en su fundamental Crónicas Reales cómo de niño estaba presente en las conversaciones de los que habían quedado de su familia, escuchando sobre la historia de su estirpe.
Pero muy pronto la vida de nuestro protagonista se complicó. Su padre se vio obligado a abandonar a su madre por la presión de la Corona para que los nobles se casasen con mujeres españolas, aunque dotó a la princesa Isabel para que pudiera casarse. Pero, además, fue el momento en el que comenzó el duro período de las guerras civiles en Perú con sus sangrientas consecuencias. Su padre estuvo en los dos bandos. El adolescente Gómez Suárez fue testigo de toda la violencia desatada y hasta tuvo que ayudar a su padre a salvar la vida en una ocasión. Lo que quedó claro es que fueron un padre y un hijo muy unidos. El Inca lo dejó reflejado posteriormente, y el padre le legaría importantes bienes y dinero en su testamento.
Con veintiún años de edad, en 1560, su vida cambió. Había fallecido su padre y se dispuso a emprender un complicado y arriesgado viaje hacia España donde casi pierde la vida.
Consiguió llegar y estuvo un tiempo en Extremadura con sus familiares paternos, para luego pasar a residir en Montilla donde residía un tío suyo, Alonso de Vargas. También estuvo un tiempo en Madrid para solicitar el cumplimiento de una merced real a su padre, pero fracasó en la Corte. Eso le desanimó y estuvo a punto de regresar al Perú en 1563. En su estancia en Madrid conoció a Hernando de Pizarro y a Bartolomé de las Casas. Al final, decidió quedarse en Castilla y comenzar una carrera militar, como su padre. Ese fue el momento en el que cambió su nombre para siempre.
El Inca Garcilaso fue un ejemplo de la combinación de armas y letras tan propia de su siglo, como había ocurrido con el gran Garcilaso de la Vega. Como militar estuvo en la represión de la revuelta de las Alpujarras de los moriscos granadinos con las tropas que comandó don Juan de Austria. Combatió a las órdenes directas del marqués del Priego y consiguió el grado de capitán. Por ese tiempo conoció la muerte de su madre y de Alonso de Vargas. Su tío le legó importantes bienes, aunque usufructuados por su viuda. A la muerte de ésta pasarían a nuestro protagonista. Todo esto permitió que el Inca Garcilaso pudiera dedicarse a las letras sin agobios. Se convirtió en un rentista.
A pesar de su vocación militar el Inca Garcilaso terminó licenciándose, quizás un tanto desengañado porque no había conseguido prosperar en su carrera, seguramente porque era mestizo. Decidió, en consecuencia, entrar en religión. En 1579 recibió las Órdenes menores.
De forma paralela comenzó a salir su gran vocación intelectual. Siempre fue un estudioso, especialmente de la Historia y de la literatura clásica y renacentista. Su primera obra le consagró como un humanista. Se trata de una traducción del italiano de los Tres Diálogos de Amor de León Hebreo, obra terminada en 1586 e impresa en Madrid en 1590. En el prólogo informaba al lector de las obras que pretendía publicar. Es importante destacar que iba firmada por su nuevo nombre y dejaba claro cuáles eran sus orígenes, confirmando el orgullo de su estirpe. Se trata del primer trabajo intelectual dentro de la cultura occidental de un americano.
El Inca conoció a Luis de Góngora, aunque sus relaciones fueron más bien económicas. También coincidió en Montilla con Cervantes, dedicado a sus tareas de recaudador, y es sabido que conocía la primera obra de nuestro protagonista.
En 1587 fue nombrado procurador por el Cabildo de Montilla. Al año siguiente nace su hijo Diego de Vargas, fruto de su relación con Beatriz de Vega.
En 1591 pasó a residir en Córdoba y allí se dedicó de pleno a su vocación intelectual, entrando en relación con algunos personajes importantes de la cultura como el jesuita Juan de Pineda, que le inspiró para que elaborara un comentario a las Lamentaciones de Job.
Nuestro protagonista dedicó tiempo y esfuerzo para documentarse con el fin de emprender su magno proyecto de abordar sus obras de Historia. Para ello, empleó tanto la información oral que le podían proporcionar protagonistas de los hechos, como el estudio de la bibliografía existente. El caso de La Florida del Inca, obra que publicaría en el año 1605 en Lisboa es muy significativo. En primer lugar, se valió de su relación con el viejo conquistador Gonzalo de Silvestre, al que visitó periódicamente en Las Posadas (Córdoba), pero luego, al conocer la obra manuscrita de Alonso de Carmona y a Juan de Coles, soldados ambos que estuvieron con Hernando de Soto, tuvo que corregir su primera redacción que era de 1592. La obra relata los hechos que protagonizaron los españoles en La Florida a finales de los años treinta y comienzo de los cuarenta del siglo XVI, comandados por Hernando de Soto y luego por Luis de Moscoso. Como era habitual en este tipo de obras, por la larga tradición iniciada en la Antigüedad, se complementó con una descripción geográfica y etnográfica de los pueblos con los que se encontraron los conquistadores. En esta obra defendía el derecho de la Corona de Castilla a la conquista. El Inca siempre fue fiel a sus dos culturas o mundos. En este caso encontramos una defensa de su parte europea.
En 1596 escribió la Genealogía o Relación de la descendencia del famoso Garci Pérez de Vargas, un caballero medieval de los tiempos de Fernando III el Santo, tomando parte en la toma de Sevilla. Pérez de Vargas era antepasado del Inca. Es el ejemplo castellano o europeo del orgullo que sentía por sus antepasados, como luego haría con los de su estirpe peruana. La obra no vio la luz en su día, y ha habido que esperar al siglo XX para que lo hiciera.
En 1609 salió a la luz la primera parte de su obra fundamental sobre la Historia del Perú, los Comentarios Reales de los Incas, en la ciudad de Lisboa. En 1612 terminó la segunda parte, con el título de Historia General del Perú, aunque no pudo verla publicada en vida. Se editó en Córdoba en 1617. Al parecer, el título no era del autor, sino del editor.
Para la elaboración de los Comentarios el autor se valió de las fuentes orales que había escuchado en su niñez y adolescencia en el seno de su familia materna y también de lo que conoció de su trato con personajes destacados del Perú. Por otro lado, empleó fuentes escritas, según el método que hemos apuntado. Aunque se pueden apreciar algunas incongruencias en la obra estamos hablando de un libro fundamental porque supone un esfuerzo de preservación de la civilización andina. No es exagerado considerar que la literatura americana tiene en esta obra su comienzo. En este libro late su yo americano, su vinculación con la cultura inca a la que pertenecía en los niveles más altos.
La segunda parte o la Historia del Perú relata la turbulenta época de la conquista, las guerras civiles, el establecimiento del Virreinato del Perú y la resistencia inca. Aprovechó la obra para reivindicar a su padre por su participación en las guerras civiles.