noviembre de 2024 - VIII Año

‘La rosa contra el lino’, de Verónica Aranda

La rosa contra el lino
Verónica Aranda
Editorial Polibea, 2024

La mirada al mundo de Verónica Aranda en La rosa contra el lino

  La editorial Polibea de la mano de su editor Juan José Martín Ramos ha publicado La rosa contra el lino, antología de la poesía de Verónica Aranda, muy reconocida por su recorrido en el mundo de la palabra, de la voz poética. Con un prólogo del mismo editor, donde nos habla de una erótica del arte:

“La comprensión de la poesía de Verónica Aranda, como ya estableciera Susan Sontag en relación al arte, no precisa una hermenéutica sino una erótica. Es desde esta perspectiva que no podemos pasar por alto la filiación modernista —pero contemporánea— de su obra”.

Desde el uso de la métrica clásica en Poeta en India, de 2005, donde transita por la belleza de la palabra que rima, no exenta de esa musicalidad ancestral de nuestros primeros vates de la palabra:

“Cuando ya eras visión almacenada / en el denso baúl de lo perdido / y el polvo de los años, desvaído, / hizo de tus llanuras sombra helada”.

Corresponde a “En el avión” y vamos contemplando en el poema el vuelo hacia la India, el deseo de transitar desde el tiempo hacia la eternidad. Viajera por muchos países, Verónica Aranda agrega a su nomadismo su mundo interior, que logra conjugar una poética de gran calado existencial.

Y en “Llegada”, la descripción de ese mundo oriental:

“Supe que estaba en India. / Me recibió su denso olor a especias, / sus tonos rojos, su infinita seda / y me cegó su luz azafranada, / la luz del más inmenso mediodía / que no volví a sentir en otros puertos”.

Belleza de la palabra, viaje hacia los sentidos, hermoso itinerario que desvela un mundo. Y en Tatuaje de 2005, un poema magnífico titulada “No me quieras tanto”:

“No me quieras tanto, estaba escrito / en la frontera de sus celosías / y en la palma de manos afiladas”.

Y su paseo por Roma, y el instante final cuando dice:

“Bajé un día al Paseo de los Tristes, / dejando atrás la Alhambra sin saberlo…”

Ese transitar que dice el poema lo hace con la belleza del que mira y es mirado, del que contempla y es contemplado, porque el paisaje es metamorfosis, se convierte en luz germinal que deslumbra a la mujer que camina. La idea sustancial es el viaje, pero a veces desde el interior, envolviendo la palabra, como si permaneciese en un lugar único y orbitase por toda la cartografía humana.

Y en Alfama del 2009, la bella Lisboa que envuelve el amor y sus ropajes, que abriga en cada esquina, entre tranvías y sueños, entre esperas y besos. La piel entonces es frontera, pero también caligrafía por la que navega Verónica Aranda. En el poema “Filosofía de vida” dice:

“Esperarte en desórdenes de puertos, / a bordo del azar de los tranvías, / y aferrarme a tu piel con la ceguera / de dalias sábanas de lino”.

Y “escanciar heterónimos en tascas”, declaración de amor a Pessoa, la ciudad de Lisboa, al amor que la acompaña, al que está y que deja de estar, porque todo es espejismo cuando se ama, todo se convierte en niebla, cuando tocamos el cuerpo amado. La transparencia de la piel, los besos, todo respira en el poema.

Y en Postal de olvido, del 2010, me gusta el poema “El Cairo”, porque el que escribe lo hace desde los lugares, en cafés, en miradas hacia el río, hacia la ventana que ilumina con su transparencia la mañana:

“Quise ser escritora en un hotel de El Cairo. / Me hubiera recluido en esa alcoba / de cortinas corinto que filtraban / la luminosidad entre las once / y las tres de la tarde y, a intervalos, / la llamada ancestral del muecín”.

Y es entonces cuando la poesía es llama, cuando se filtra el conocimiento de la vida, en cada ciudad respira el interior de una mujer que late en el paisaje. Y llama “languidez creativa” a la literatura, porque es reposo, ocio contemplativo, como nos dijo Juan Gil-Albert.

Y me detengo en los haikus, cuando el haijin que es Verónica Aranda mira en el cristal del tiempo y nos sorprende en la belleza de lo creado. Dice así en el libro Senda de sauces, 99 haikus, del 2011:

“Cuarto creciente / Dando la espalda al río / dices mi nombre”.

Resplandor, que cimenta el mundo, que lo da a luz, lo crea a través de la palabra, el haiku es pálpito, llama y hoguera, madrugada y amanecer.

Llega en el 2012 Café Hafa, y cito el poema del mismo título:

“Veo morir los mitos, mientras pienso / en la literatura: / Paul Bowles, viajeros nómadas, / las fiebres amarillas en hoteles de época. / Esta enajenación del extranjero / que envejece tendido en el jergón, / dando lentas caladas a la pipa de Kif”.

Y pensamos en El cielo protector de Bowles, en su literatura que nos toca, que acaricia nuestra piel, en la película de Bertolucci y en John Malkovich y Debra Winger, envueltos en el paisaje que lo es todo y es nada, otro espejismo de la vida. En el amor roto, en la muerte lenta de él, en el silencio de los cafés, donde la vida es respiración y oscuridad, solo la ilumina el café que hierve y el lejano sonido del muecín.

Y me quedo extasiado ante Épica de raíles, cuando habla del viaje, en el 2016. No es su último libro, pero dejo a los demás el tesoro de leer los poemas de los últimos libros, ya que mi intención es dar una pincelada al hermoso mundo que transmite Verónica Aranda. El poema que cito es “Himachal Express” y dice sobre el viaje:

“El viaje nos libera o puede condenarnos / al miedo irracional de las llegadas. / Mi soledad de lámpara de albergue”.

Y parece, como nos comentaba Juanjo Martín Ramos que el viaje es interior, es habitar en un único espacio y girar sobre él, hasta que sea nuestro para siempre. Podemos recorrer el mundo, pero siempre desde la ventana de nuestro interior.

Magnífica antología que concluye con el último libro de esta gran poeta, titulado Hammam de mujeres, del 2021, y me gusta mucho cuando dice:

“La piel traspira libre. / Sale su melodía, se proyecta / luz almagre en las fuentes”.

Solo una gran poeta podría describir de esa manera, con una precisión tan exacta de la palabra, podría darnos la respiración del mundo que, en definitiva, es esta antología. Verónica Aranda transita por el ser y lo habita, todo un logro que se cumple en su obra poética ya consolidada. Y, para culminar, decir que la cubierta hermosa, donde se aúna Oriente y Occidente, culturas que se encuentran, como amantes en la noche.

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Archivo Entreletras

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