octubre de 2024 - VIII Año

Julián Zugazagoitia y la Memoria Democrática

La tarea ineludible hoy es descender hasta las entrañas de la historia
portando una luz implacable que purifique y revele.
María Zambrano
(Persona y democracia)

En unas pocas semanas se cumplirán ochenta y cuatro años desde que Julián Zugazagoitia fue fusilado junto a las tapias del cementerio de La Almudena. Las sacas y las ejecuciones eran moneda de uso corriente en esos lóbregos e insufribles años.

No podemos renunciar a la  memoria y estamos moralmente obligados a rendir un homenaje y un tributo de admiración y agradecimiento a las víctimas de la durísima represión que tuvo lugar al finalizar la Guerra Civil… cada madrugada las detonaciones  dejaban un reguero de sangre incrementando el miedo.

Desde hace dos años, contamos con una Ley de Memoria Democrática, mas la extrema derecha y la derecha extrema están decididas a no cumplirla poniendo toda clase de trabas. Consideran que todo gobierno, con el que no se sienten identificados, es ilegitimo y, por tanto, hay que derribarlo a cualquier precio y sin contemplaciones. Para ellos es una usurpación del poder político cualquier gobierno que no responda a sus deseos e intereses.

Recordar es necesario… aunque sea doloroso. Muchos ciudadanos ignoran, en su mayor parte, lo que voy a exponer a continuación. Es el resultado de años de desinformación y de tergiversación, seguidos de una retahíla de revisionismos, falsificaciones y bulos, destinados a tejer una cortina de humo para que la responsabilidad de quienes se levantaron frente a un gobierno legítimo quede diluida… y triunfe el olvido frente a la memoria.

Cuando Julián Zugazagoitia, político socialista, periodista y escritor huyó a Francia al finalizar la Guerra Civil, fue testigo del avance de las tropas hitlerianas en territorio francés. Al poco de ocupar los nazis el país vecino, implantar el gobierno títere de Vichi, Julián Zugazagoitia fue detenido por la Gestapo, torturado y entregado a las fuerzas franquistas que, tras un consejo de guerra sumarísimo, lo fusilaron junto a Cruz Salido y otros republicanos. Jugó un papel destacado en su detención y entrega un siniestro personaje, Pedro Urraca, que actuaba a las órdenes del franquismo.

Quizás otro día hablemos de este sujeto, porque no debe tolerarse que sus delaciones, tropelías y acciones sanguinarias, queden impunes. Igualmente merece la pena destacar que Julián Zugazagoitia fue el encargado de pronunciar el discurso fúnebre en honor de Antonio Machado en Colliure.

Otros aspectos que ensalzan y prestigian su figura es que nombró a Julia Álvarez Resano gobernadora civil de Ciudad Real. Hoy, cuando el feminismo está recuperando la lucha de mujeres, que por primera vez rompieron barreras, es oportuno recordar que Julia Álvarez fue la primera gobernadora civil, ahora bien, también merece un reconocimiento quien se atrevió a nombrarla.

No pocos violentos recurren a la fuerza porque no saben lo que quieren.  En contraste con ellos hay que mencionar la actitud ilustrada y humanista de quienes en tiempos difíciles supieron estar a la altura de las circunstancias.
Ahora más que nunca hacen falta miradas empáticas con las causas justas y que sepan ponerse en el lugar de los más vulnerables.

Otro rasgo de Zugazagoitia poco valorado es que es autor de interesantes biografías, como las dos que dedicó al fundador del Psoe “Pablo Iglesias, de su vida y su obra”  y también, “Una vida heroica: Pablo Iglesias”  Estas biografías han circulado tarde y mal entre nosotros.

Su faceta periodística es encomiable. Dirigió “La lucha de clases”, publicación del partido socialista de Bilbao, donde durante un tiempo colaboró Miguel de Unamuno y que es un buen ejemplo del nivel que alcanzó la prensa obrera.

Más tarde, se trasladó a Madrid donde colaboro primero y  fue director después, de “El socialista”.  Su firma aparecía con frecuencia en numerosas publicaciones, primero en España,  más tarde en Sudamérica.

Es prácticamente desconocida su vertiente de escritor. En esta colaboración para Entreletras quiero detenerme, brevemente, en una más que interesante novela “El botín”. Puede adscribirse a la Narrativa del 27, siendo en cierto modo precursor de un tipo de novela política y social, que ponía de manifiesto la vida y luchas de la clase obrera y que algunos autores consideran precursora de la novela social de los años 50. En esta novela que ha sido recientemente reeditada por Txalaparta,  se pone de manifiesto como entrelaza episodios históricos y de ficción que la convierten prácticamente en una obra precursora de lo que posteriormente se ha dado en llamar literatura obrerista.

Son relevantes y verdaderos documentos históricos sus descripciones de las formas de vida de la clase trabajadora y del Bilbao de comienzos de siglo XX, concretamente de la usura y el enriquecimiento, que obtiene la burguesía vasca  de la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial. Igualmente, se describen, con vivacidad mancebías y tabernas. “El botín”, narra con agilidad y rigor las huelgas duramente reprimidas, las condiciones infrahumanas de las cárceles. No puedo detenerme, pero en sus páginas aparecen junto a personajes de ficción, otros de carne y hueso como  Pablo Iglesias, infatigable luchador, admirado y respetado por los trabajadores, Tomás Meabe e Indalecio Prieto, entre otros.

Es reseñable que en los cargos que desempeñó fue moderado y ecuánime. Se le puede considerar seguidor de Indalecio Prieto y, en su haber, está una actitud hostil contra todos los excesos, así como que siempre que pudo prestó ayuda a quienes como Wenceslao Fernández Florez pretendían escapar de la zona republicana.

Desempeñó distintos cargos políticos, desde Concejal a Diputado a Cortes. Fue nombrado por Juan Negrín, Ministro de la Gobernación. Al igual que el político canario era partidario de resistir y de no entregar Madrid a los sublevados.

No puede pasarse, tampoco por alto, que escribió en su exilio parisino, antes de ser detenido por la Gestapo, una extensa colección de artículos y ensayos, donde narra, comenta y valora lo que acontecía en la zona republicana durante la Guerra Civil. Fueron reunidos y publicados bajo el titulo “Historia de la Guerra de España”, con el que no estaba muy conforme, puesto que él lo concebía como una serie de vivencias y testimonios. No me resisto a poner de manifiesto que el historiador Santos Juliá, fallecido en 2019, dice de él nada menos “que es el más valioso de los escritos desde entonces, por ningún dirigente de la República”, valorando su honestidad y capacidad autocrítica.

Recuerdo, con emoción, unas páginas del poeta José Hierro que cuenta como estando detenido, tuvo la ocasión de observar a Julián Zugazagoitia en el patio de la prisión, poco antes de ser ejecutado.

Regresemos a nuestro presente.  La Comunidad Autónoma de Cantabria acaba de iniciar los trámites para derogar la Ley Cántabra de Memoria Democrática, con los votos de PP y Vox. Lo que significa, entre otras cosas,  paralizar las exhumaciones de fosas y otras acciones de justicia y reparación. La lógica totalitaria, heredera de la dictadura no hace otra cosa que intentar eliminar cualquier tentativa de reivindicar la memoria de los vencidos.

Insistir en una retórica vana y hueca es un ejercicio de cinismo nihilista. No ha desaparecido el afán por el control social y por imponer un relato partidista y plagado de errores y falsedades.

El pasado no ha muerto, mientras lo recordemos y valoremos  su alcance político y humanista. Por el contrario, los alegatos fundamentalistas y llenos de bulos son promesas que nunca se cumplen cargadas de toxicidad y rencor… desgraciadamente, enemigas de la convivencia y la normalización democrática.

Frente a tanto nacionalismo alicorto y rastrero, es preciso recuperar los valores del internacionalismo. Quienes creemos firmemente en los valores republicanos y humanistas, defendemos una vez más que es necesario cimentar y robustecer con firmeza la arquitectura social del sistema democrático.

No es baladí, por tanto, leer y conocer el legado de Julián Zugazagoitia y de aquellos hombres y mujeres que, contra viento y marea, defendieron el sistema democrático y los valores que conlleva.

Por eso, me atrevo a sugerir que se debatan sus ideas y trayectoria política y que dialoguemos con serenidad y adecuada información las cuestiones e interrogantes que su figura suscita.

No lamentaremos este ejercicio de Memoria Democrática.

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Archivo Entreletras

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