El murciélago entre fuegos de artificio
Antonio Daganzo
RIL Editores, Colección AEREA/carménère, 2024
77 págs.
Una tentación poética para caer en ella y no arrepentirse
“El MURCIÉLAGO ENTRE FUEGOS DE ARTIFICIO” es el poemario más reciente de mi querido amigo y poeta Antonio Daganzo.
Desde el primer momento que tuve el libro entre mis manos me llamó poderosamente la atención su título y el diseño de portada, lo cual me llevó a cavilar un tiempo sobre la importancia de su mensaje implícito.
La impaciencia hizo que mis dudas se disiparan con prontitud, ya que, al adentrarme en las páginas del libro, el propio Antonio Daganzo me recibía en su pórtico con un impactante poema cuyo título da nombre a la obra y es abrazo al descubrimiento:
«Mirad / Fogonazos, de pronto / Antes, /quizá ya mucho antes os advertí / —¡cuántas veces!—: / Eso que imagináis un fabuloso fuego, / un fuego entre las manos que no quema, /son cerillas, / cuidado, / son cerillas y duelen / igual que una caricia en el rostro imposible / … este murciélago aterrado, / súbito, / tan súbito que ya os estorba en vuestro gozo, / es el fantasma negro de los héroes / —aviesamente heridos por la espalda— / que fuimos algún día».
En este poema se palpa el dolor. «¿Qué me espera?», pensé. Quizá la «celebración de lo posible, aunque a veces nos claven cuchillos por la espalda».
Ojeé el libro. Comprobé que los poemas estaban agrupados en cuatro secciones: «La librea de Haydn», «Estancia en Occitania», «Focos de resistencia» y «Dioses piadosos».
¡Qué interesantes referencias!
Después, una primera lectura ávida. Y después, otras más, sin que apremiara el afán, y degustando la exquisita poesía que guardaban las noches del murciélago inocente.
Para no extenderme, trazaré unos pequeños rasgos del paisaje poético de cada sección.
En «La librea de Haydn», Antonio Daganzo nos traslada, con su poética, la servidumbre del tiempo y de la vida. Permanecen aún las huellas de heridas abiertas que gestan dolor en la memoria. «Postrado. / Sé que será por unos pocos días, / pero postrado estoy / y todos los fantasmas se despiertan / y vuelven» (Del poema «Convalecencia»).
En «Estancia en Occitania» el poeta nos muestra la partitura que acoge esta sección con el poema «Occitania»:
«Una vez existió / el país de los versos y la música / Decidieron borrarlo de los mapas / sus duros enemigos /…».
En este pentagrama de su existir y de inquietantes recuerdos, deja escrito los sones del amor que le habita. Así termina el poema:
«No podía saber / que la mujer que amo / resucita en mi pecho a cada instante / la Occitania».
Daganzo nos transmite en esta estancia cómo podemos redimirnos de la servidumbre gracias al amor, aunque éste termine, y a la poesía, siempre fiel. La lectura se hace, en todo este segmento, remanso lírico ante la belleza de su canto.
«Focos de resistencia» es una breve e intensa sección de cuatro poemas; composiciones que dejan traslucir, desde distintos ángulos del sentimiento, el valor de la resistencia o resiliencia.
En «Dioses piadosos», la belleza es una forma de redención frente a la desesperanza, el sufrimiento, el miedo… En su «Homenaje a la vida», nos dice:
«Nunca recuerdo el día exacto / en que murieron / las personas a las que tanto quise».
La revelación sucede con el esplendor versal del último poema del libro, «Metamorfosis del murciélago», del que rescato algunos versos:
«Pasaron ya los fuegos de artificio, / las cerillas que duelen. / Habéis purificado las noches estivales / con vuestro desengaño / y vuestras lágrimas. / Y queda este murciélago o memoria, / sin pólvora ni estrépito; / todavía aterrado / mas ya nunca fantasma de los héroes que fuimos».
Más allá de sus diversas secciones y de los personajes que de vez en cuando lo cruzan, los poemas del libro forman un continuum de impecable resolución, con un lenguaje exquisito en la sencillez y diafanidad de un Haydn o de un Mozart en su decir.
«El murciélago entre fuegos de artificio» es una obra de gran madurez poética. Su registro sonoro es inconfundible, pero, como sucede con todo gran maestro y creador, Antonio Daganzo continúa explorando nuevas formas de expresión poética en su ya larga trayectoria de autor. Le gusta la poesía que propone vuelo, versatilidad, con estructuras cíclicas que remiten musicalmente a Wagner o Liszt, e ideas abundantes que van rotando a la manera de sus admirados compositores Puccini y Rachmaninov.
«Debemos interpretar bien el verso, como los músicos interpretan impecablemente su partitura». Así el pensamiento de Antonio Daganzo. Así su hacer.
Así la excelencia de quien es uno de los mejores poetas contemporáneos de nuestra lengua. Su honestidad creativa, la solidez de su poética, el cumplimiento de su vocación, lo avalan.
Antonio Daganzo (Madrid, 1976) es periodista, divulgador cultural y musical, narrador, ensayista y, sobre todo, poeta. Le acreditan los poemarios Siendo en ti aire y oscuro, Que en limpidez se encuentre, Mientras viva el doliente, Llamarse por encima de la noche, Juventud todavía, Los corazones recios, y La sangre Música.
Ha recibido, entre otros, el Premio «Sarmiento» de Poesía (2017), el Premio de la Crítica de Madrid en la modalidad de poesía (2015) y el Premio de Narrativa «Miguel Delibes» de Valladolid (2018).