septiembre de 2024 - VIII Año

ALBRICIAS / Natural

La Naturaleza basa su continuidad en mostrarse en un permanente cambio, de ahí su esencia dinámica que jamás, ni para recuperar el resuello, se muestra quieta. El movimiento, con el intrínseco cambio que conlleva, es la base de la supervivencia.

Nada en el planeta Tierra es inmune a la modificación, las tormentas y las nevadas cambian la orografía terrestre, en el desierto las dunas se desplazan constantemente, las mareas y el viento no paran de alterar el estado de los mares y océanos, cuando un volcán entra en erupción todo muta a su alrededor.

Por tal motivo poco caso les hago a los predicadores que me quiere concienciar del cambio climático, me parecen unos bocazas pseudointelectuales de medio pelo que pregonan haber descubierto la sopa de ajo. Y ya no te digo si es un diletante que para presumir de progresista va ataviado con chupa de cuero y habita una mansión en la que gasta una ingente cantidad de dinero en enfriarla en verano y en calentarla en invierno. Claro que hay cambio climático, por supuesto que lo hay, como lo ha habido siempre, sencillamente porque siempre ha habido cambio del clima y de todo lo demás; y, es más, siempre lo habrá.

Y por ese motivo para que todo cambie, porque todo tiene que cambiar para que nada se haga eterno se precisa que todos los seres vivos sean mortales, y como además del cambio lo que caracteriza a la Naturaleza después de tantos siglos es la sabiduría, que más sabe el diablo por viejo que por diablo, a la muerte le permite hacer su aparición por dos vías, las que permiten distinguir entre morir y quitar la vida. En el primer caso de manera puntual, tranquila y seria viene a buscarte, en el segundo sonriendo de manera canalla previamente te está unos segundos acechando.

De todas las especies, solo la humana es prepotente e hipócrita, si talamos un bosque para construir una ciudad o si perforamos una montaña para hacer un túnel que nos ahorre tener que rodearla, a tales hechos lo llamamos progreso; pero si aparece un tifón que destruye el túnel y la ciudad lo llamamos tragedia y calamidad. Cuando lo primero nace de la voluntad del hombre que siempre todo lo que construye es artificial, útil para él, pero al fin y al cabo un mero pegote para este nuestro planeta; y en cambio lo que cambia la Naturaleza, aunque perjudique nuestro confort y nos fastidie, por propia definición es natural.

Tampoco nos rasguemos las vestiduras, la prepotencia humana también es natural, no nos equivoquemos pues nosotros, aunque la ejercemos no la hemos creado; y por ello es necesaria, es el elemento que más ayuda a la muerte a cumplir con una de sus dos naturales funciones, la de quitar la vida. Es más, desde que aparecimos hemos empleado mucho tiempo y mucha energía en perfeccionar tan luctuoso arte. Así hemos desarrollado las herramientas para proceder a matar y ejecutar, los métodos para con ellas asesinar y exterminar, y los posteriores rituales oportunos para otorgarle boato y protocolo a la altura de las circunstancias, pero no de las circunstancias que acompañan al óbito, sino a las que acompañan a la prepotencia humana.

No somos la única especie que mata a sus congéneres, también por ejemplo el león macho con dura contundencia aniquila a los desvalidos y tiernos cachorros engendrados por la competencia, y todo solo para que la deseada hembra vuelva a estar en celo. Pero aquí no hay prepotencia, y eso que es el rey de la selva, si te paras a pensar, verás que solo hay humildad pues obedece a una triste necesidad, la de no quedarse a dos velas y a que no hay ni existe otra forma de poder procrear en el breve lapso temporal que la naturaleza para ello le proporciona y le da. Y encima, mientras tanto, en su máxima expresión de crueldad esa misma Naturaleza le obliga a seguir vigilante.

Para diferenciarnos, y desconozco a este respecto lo que pudo influir nuestra prepotencia en ello, inventamos para ordenar el comportamiento social, la moral; y para regir la conducta individual, la ética. Y así, la una y la otra como servicio a nuestra prepotencia, pues los cargos implican cargas, sirven para poner coto a nuestros desmanes e imponer responsabilidad a nuestros actos, de forma y manera que nuestra prepotente naturaleza no nos fue dada para promover, impulsar y coadyuvar a realizar sus naturales cambios a la Naturaleza, y por tanto obviamente tampoco para ayudar a que se materialice el cambio climático.

Pero sin dejar de recordar lo anterior, es muy importante no olvidar nunca que la Naturaleza hace que cada especie vele por su propia supervivencia y cumpla su función, sin contemplar si con su conducta beneficia o perjudica a las demás; y hace que el mundo, en su sentido global, a su vez proteja la suya [su propia y particular supervivencia] sin importarle una higa a título particular la de las especies que en el habitan, pues que estas vengan y vayan es lo normal, es más así fue, así es, y así siempre será, al igual que si te muerde el culo un tiburón al bañarte en la playa, de lo más natural.

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