Contra la actualidad. Treinta preguntas ante la robotización del presente
Albert Lladó
Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2024
El tema-asunto va de ‘inteligencia artificial’ Pero, de verdad ¿no resulta inoportuna, por no decir impertinente, una expresión tan falsamente formula por implícitamente alusiva? ¿Quién, y bajo qué intereses, pretende alejar (ignorar) el viejo y sabio axioma: ‘Conócete a ti mismo’
Existe hoy, a través de las máquinas, una forma de interpretar la realidad mediante un orden, aleatorio, de acumular datos obtenidos —maquinalmente— para dar respuesta a muchos de los posibles supuestos consultados. Luego, previa consulta, un tal algoritmo se encarga de mezclar palabras para aproximarse a una respuesta material lejos de cualquier contenido de los que avalan, en sentido de lenguaje significativo-especulativo, la expresión inteligencia (y su valor ontológico).
¿Ha oído usted, lector, asociar en algún momento la palabra duda a la palabra máquina? Sí se ha asociado a la respuesta racional, a cualquier valor relativo a la filosofía, a tantos actos del vivir; no a la máquina. Leemos oportunamente aquí, p21: “Anuncio, luego existo. Hemos canjeado la máxima cartesiana, que defiende la duda como principal método filosófico por una cultura de la proclamación constante, continuada” (a la manera del vendedor habitual, irredento siempre, dentro de la mecánica de comportamiento mercantil, fingido y no, del hombre) “Pronto eso caducará. La obsolescencia programada es el verdadero invento. Funciona mejor que ningún otro. Impacto, luego existo”.
La respuesta de la máquina se basa en la enunciación acumulativa-interpretativa de datos, lo que aboca —acepción 4 de la RAE— a la estadística, que, como se sabe: “al igual que los bañadores, enseñan mucho pero ocultan lo esencial” (Borges dixit) Se obtiene así, digamos, una forma de realidad; ahora bien, consideremos que, dado que la realidad no la construimos solos, no cabe ignorarla, sea cual fuere su argumentario, a riesgo de sufrir su peso, muy acusado o traumático.
Pero, ¿a qué maquinizar al hombre racional? ¿a qué hominizar absurdamente a la máquina? “¿Por qué —sostiene G. Steiner— las humanidades, en el sentido más amplio del término, y por qué razón las ciencias no nos han proporcionado ninguna protección ante lo inhumano? (…) Ni la gran lectura, ni la música ni el arte han podido impedir la barbarie total Se queja, incluso, de que, en ocasiones, la cultura y la creación no sólo no han significado un refugio, sino que muchas veces han servido como ‘ornamento’ de esa barbarie, “han ofrecido con frecuencia un decorado, una floritura, un precioso marco para el horror” consentidor, lamentablemente permisivo.
Sea éste ya el momento para evitar interesadas suspicacias, para dar por bueno todo progreso, todo avance en el campo que fuere: el hombre será el beneficiado tal como lo ha sido a lo largo de la historia gracias al esfuerzo, al intelecto humano. Pero respetemos cada campo en su lugar, sin perversiones humano-máquinas innecesarias cuando no deformantes.
¿Habrá que buscar, como defensa, un vade retro’ cualquiera contra ese lenguaje mercantilmente convincente?; ¿quién tiene necesidad de cualquier argucia para invertir el orden humano establecido entre máquina y poesía, entre el sueño y el interés depredador? ¿Habrá que esgrimir la imaginación como el gran argumento de rechazo ante la grosera incursión material dejada a su libre provecho? ¿habremos de alterar el nítido Romancero hasta el punto de trastocar los afamados últimos versos y tener que decir: “matómela el internauta, dele Dios mal galardón”?
Tome el hombre, de la mano del poeta, el verso “Tú, que me has donado el amanecer” y verá correr despavorido al falso interlocutor/chatGPT en ayuda del diccionario que, en su estricto cometido, le sugerirá la respuesta: ‘ojo, el amanecer no es un bien que se done, peligro’ ¡Qué profunda y lamentable ignorancia de vida!
Al tiempo, insisto, por qué no proclamarlo, sea aquí: bienvenidos los resultados útiles que las máquinas puedan propiciar como ayuda al doliente género humano, pero sin confundir, sin empujar de una manera tan osada por no decir, en ocasiones, tan vil.
Este libro, considero, es revelador, oportuno, necesario, y si se formula preguntas es porque el bien es mayor bien cuanto más avalado venga por la libre, incluso estética, razón argumentada, por la inteligencia (‘inter legere’) de verdad.
O el amanecer.