diciembre de 2024 - VIII Año

‘Manhattan Transfer’… a un siglo de distancia

… Esas huestes de sombras
que tenemos delante,
devastándolo todo.
               Rafael Alberti

Dentro de pocos meses en el 2025, el calendario es implacable, se cumplirá un siglo de la aparición de “Manhattan Transfer”, la novela cumbre de John Dos Passos (1896-1970), cuya influencia ha sido sencillamente decisiva, no sólo en la literatura norteamericana sino en la europea, por sus innovaciones técnicas, sus hallazgos formales y su visión de una realidad compleja y terrible.

John Dos Passos, un auténtico trotamundos, fue un miembro destacado de la “Lost Generation”. Convivió en París y en Madrid con las vanguardias de entreguerras. Con su espíritu inconformista y sus deseos de indagar, de ir más allá, acertó a plasmar el desasosiego y la inestabilidad de un mundo en crisis.

“Manhattan Transfer” causó un profundo impacto. Muchos fueron sus epígonos e imitadores que continuaron las rutas que exploró, aunque algunos de ellos omitieran ignominiosamente, el modelo sin lograr ocultarlo.

Dos Passos con su fragmentarismo y multiperspectivismo fue pionero en llevar a la novela técnicas cinematográficas.

Nos hace convivir con seres anónimos cuyas vidas insustanciales toma, abandona y retoma… permitiéndonos conocer retazos de sus pequeñas historias, logrando así que Nueva York sea la protagonista de los cientos, miles de seres que la habitan como si de un gigantesco hormiguero se tratara.

Ese conjunto de personajes transmite una imagen de la realidad que no es la realidad misma pero que da cumplida cuenta de esa colmena, de ese avispero. Algunos críticos han denominado objetivismo a ese enfoque. No hay un atisbo de compasión. Ha desaparecido el humanismo. Los personajes son víctimas de sus prejuicios, mediocridad, convenciones y angustias. Aislados unos de otros, tantas soledades que conviven prefiguran un panorama desolador.

Se pone de manifiesto casi una visión entomológica en el ambiente social que se respira, con toda su crudeza, hostilidad e indiferencia ante lo que ocurre alrededor. La compasión y la solidaridad han desaparecido del panorama. El ruido es ensordecedor. Toda comunicación y diálogo han sido arrastrados hacia los desagües. Cientos de miles de hombres y mujeres se afanan y luchan, en medio de una cárcel, que no tiene barrotes sino que son prisioneros de sus propios prejuicios e inanidades.

Seres aturdidos y cercados por el miedo, la derrota y un futuro cargado de incertidumbres y progresivamente huérfano de certezas. Dos Passos ha acertado, como pocos, a describir una sociedad con miedo al porvenir, multicultural y mestiza.

Durante el escaso periodo que duró la Segunda República española y los Años Veinte que la antecedieron, nuestro país vivió una efervescencia cultural de la que en muchas ocasiones, no somos conscientes. No tiene nada que ver con la España represiva, aislada, en blanco y negro, inculta y hambrienta de la dictadura.

Un indicio y hasta una prueba de esa vida cultural abierta, interesante y acorde con los tiempos, es la revista “Octubre” de la que apenas tenemos noticia, porque al igual que las demás publicaciones republicanas, su memoria fue perseguida y aniquilada   sañudamente.

En su número tres, correspondiente a Agosto-Septiembre de 1933, esta revista de tendencia claramente revolucionaria, se hace eco de la aparición de “Manhattan Transfer” y, lo que es más importante, comprende el mérito de la obra atribuyéndole a su técnica las perspectivas que abre para la literatura posterior.

Armando Bazán, que firma la colaboración, nos informa de la miseria y el ostracismo en esta novela-documento. Para él, el capitalismo oprime y aliena a los seres humanos hasta convertirlos en insectos. Nos hace participes asimismo, de que John Dos Passos pertenece al “John Reed Club” y, nos recuerda, que no es la primera vez que escribe sobre España. Es el autor de “Rocinante vuelve al camino”, interesantes reflexiones sobre la lucha que el idealismo y el derrotismo dirimen en nuestras letras.

John Dos Passos fue durante buena parte de su vida, un escritor y un intelectual comprometido y crítico, aunque las decepciones hicieron mella en su ánimo y la segunda parte de su producción está marcada por un tinte más pesimista, conservador y desesperanzado.

Mantuvo siempre una actitud antibelicista y su ideología, siendo como era independiente, puede considerársele próximo al socialismo. Demostró una profunda indignación contra la injusticia, como lo demuestra el hecho de que se opusiera a las ejecuciones de Sacco y Vanzetti, lo que le ocasionó el figurar en más de una lista negra de las que comenzaban a circular.

Puede considerársele sin duda, un intelectual y un escritor intuitivo, como lo demuestra valorando la figura del director de cine Sergei Einstein que describe en sus memorias de poco antes de su muerte, tituladas “Años inolvidables” y que son extremadamente útiles para conocer y escudriñar toda una época.

Tuvo amistad con Scott Fitzgerald y Ernst Hemingway, entre otros, a quien dejó de frecuentar, hastiado de su escasa sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno.  Convivió en París con miembros destacados de la “Lost Generation”. Perteneció al círculo de Dorothy Parker, con sus enredos pero con un “hambre” ostensible de vivir la vida y comprender esos años turbulentos.

Por lo que a nuestro país se refiere, se cita muy poco que entrevistó a Manuel Azaña o que asistió a un mitin de Fernando de los Ríos. Su capacidad de observación le hace, no obstante, presagiar que el odio y el afán destructivo estaban firmemente asentados entre los enemigos de la República, anunciando funestas consecuencias para nuestro país.

“Manhattan Transfer” es, si no, el origen de la novela urbana contemporánea, si una escritura y un estilo que analiza y describe el gran vacío y el anonimato de las grandes ciudades. Las describe y analiza como auténticas estructuras vacías y sin alma. Las percibe como auténticos monstruos que trituran y fagocitan a los seres que las habitan.

En ocasiones se ha recordado que entre sus innovaciones radica, por ejemplo, la utilización de recortes de periódicos y titulares de prensa. Así, en cierto modo, inaugura una indagación literaria de carácter sociológico, que pone el punto de mira en lo colectivo.

La protagonista de “Manhattan Transfer” no es otra que una ciudad de Nueva York fantasmal. Un enorme conglomerado de obreros, empresarios, financieros, oficinistas, sindicalistas, amas de casa, triunfadores en pocos casos y victimas, la mayoría de las veces, de fuerzas que los pisotean hasta triturarlos.

John Dos Passos pretende ser objetivo. “Su ojo” es una fría cámara de un angustioso documental. En definitiva, los monstruos urbanos deshumanizan y alienan.

De esta forma “Manhattan Transfer” se convierte en un gigantesco espejo para abordar una realidad compleja e inmisericorde. Los espejos guardan en su envés las figuras de las generaciones anónimas que un día se reflejaron en ellos.

Los hilos de esa madeja permiten desentrañar y poner al descubierto estructuras sociales heterogéneas y asimétricas, que anulan y esclavizan a los seres humanos.

La mayoría de los relojes que marcaban el tiempo se han parado. Aunque todavía, algunos permiten que los lectores penetren en el corazón de las tinieblas ofreciéndonos imágenes feroces, anodinas y progresivamente más y más enloquecidas. La estructura social, es un cofre que nos permite hacernos una idea, en su desorden y confusión de las injusticias que encierra.

Podría entreverse la ciudad de Nueva York, como símbolo presente y futuro, de las grandes megalópolis. Se compone de distintas “capas” que se superponen pero no se integran… ofreciendo una impresión desoladora. “Manhattan Transfer” más que un lugar para vivir es un tiempo infernal y un laberinto sin salida.

Los seres anónimos que la habitan han perdido la memoria. No se reconocen unos a otros, sino que forman parte de una masa indiferenciada.

La mirada “se posa” alternativamente en unos y otros. La propia realidad y el tiempo son fragmentarios. Una Nueva York deshumanizada y brutal continua impertérrita…  su errabunda marcha hacia ninguna parte.

Mucho más habría que decir de “Manhattan Transfer” un siglo más tarde de su aparición. Basten de momento estas reflexiones para que meditemos unos instantes sobre todo lo que ha traído consigo como corolario esta obra llena de hallazgos formales, premoniciones… gritos silenciosos y angustias sin límite.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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