noviembre de 2024 - VIII Año

Día de gloria

Todo pueblo tiene su idiosincrasia, un alma en su almario que, cuando sale, convoca al gentío a un frenesí de fervor, una orgía emocional de consecuencias inenarrables e imprevisibles cuando las condiciones ordenan la acción y el motivo es trascendente. No es el caso.

El domingo, 14 de julio pasado, Carlos Alcaraz en Inglaterra y la Selección Española de Fútbol contra Inglaterra cosecharon sendos éxitos, que desataron la apoteosis de la multitud. Uno, en singular, y otros, en equipo, defendieron sus destrezas, el fruto de la disciplina, la constancia, la seguridad en sí mismos, el trabajo diario, la confianza en el equipo, el esfuerzo, el afán de superación, la humildad para aprender siempre, la fe puesta en alcanzar el objetivo inmediato y la obediencia a un líder, el respeto al magisterio que encarna el entrenador. Son valores éticos para triunfar en cualquier ámbito.

El escenario lúdico no empequeñece la gesta. Los acontecimientos recientes no son menores. Ambas gestas proclaman la excelencia de sus protagonistas, cada una a su modo. Pero, son un modelo a secundar, o no son más que un espejismo casual, una ilusión evanescente, que caerá en el olvido.

La Selección ha adoptado un himno, titulado Potra salvaje, polisémico, que descubre que tener potra es para quien se la trabaja y que de salvaje no tiene nada. La poetisa comienza confesando que: con la garganta llena de arena / Y con el odio, el orgullo y la pena / Así no puedo sentirme libre como el halcón. Es bien cierto. La energía negativa no es combustible para hacer un buen viaje. Rechinando los dientes, mascullando el resentimiento, deglutiendo la envidia y recelando del otro sólo podemos arribar a un lío cainita y, en el peor de los casos, somatizar un lío mortal en el propio cuerpo.

La libertad exige ir ligero de equipaje, sin servidumbres, confiando en el ojo avizor propio para descubrir la oportunidad ocasional y las asechanzas ajenas, que son seguras. No hay trampa, ni cartón. Estar atentos facilita el triunfo y los descuidos son antecedentes del fracaso.

Y aclara el himno: No quiero hierro ni sed de venganza / Quien odia muere y quien perdona avanza. / Le pido al cielo que pueda reírme de ser como soy…Yo solo quiero curar cicatrices y ser como soy. Nada más y nada menos. Saber reírse de uno mismo, como un Niño, es el primer paso para tomarse en serio. La risa es catártica, libera angustia, descarga tensiones, desguaza “los deberías”, nos otorga libertad para empezar otra vez y deja expedito el camino para ser como somos. Inmensa aspiración y base de la autoestima.

Y lo de perdonar para avanzar es toda una revelación. Sólo se puede perdonar cuando, previamente, hay un acto sincero de contrición, un reconocimiento del error. Si no, es una estupidez, o una añagaza del doctor Sánchez, que perdona con tal de cobrar y sin esperar el propósito de enmienda. Cosas de perdedores…, que hoy no tocan.

La potra cambia de significado cuando dice que: Como una potra salvaje / Que en el oleaje no pierde el sentido / No quiero riendas ni herrajes. Aquí, la potra se ha transformado en una fuerza natural, un acto de fe en sí misma, un crédito de confianza, que ha ido a pedir al banco de la Naturaleza, y se lo ha concedido para que se haga un proyecto a desarrollar frente al oleaje.

Indicar que va de viaje a lo desconocido es un cántico a la incertidumbre de cada día, con la que hay que contar; pero, será a sabiendas de adónde se quiere ir, porque quien no sabe adónde va, puede acabar en la cuneta de ninguna parte. No es el caso de la Selección, ni de Alcaraz, que fijaron metas y etapas para sus singladuras. Para eso cuentan con el magisterio, el propio que otorga la experiencia personal y el de sus mentores, la voz de la autoridad que enriquece a la potra. Fuerza y sabiduría, trabajando al unísono, son imparables. La autoridad, la categoría de ser autor, nos singulariza y nos da aplomo. En cambio, el poder sin saber es caos, un ir y venir al tuntún. Que tampoco toca hoy, que es día de gloria.

Dice la poetisa con coletas que Ya tengo seis tatuajes / Debajo del traje por siete motivos… Son pocos. No los ha debido contar bien, porque los girones que da la vida, las cicatrices que deja, los baldones de inciertos errores de antaño, son siete veces siete. Un centón de zipizapes y actos fallidos que dejan una estela de intentonas y fallos, porque la potra no hace viajes lineales, sino circunvoluciones y caracoleos, retoza en las curvas, sube cuestas bufando y baja honduras mientras relincha, transita llanos sosegados al galope y afronta cambios de rasante inciertos, pero al trote. Todo forma parte del viaje y configura el aprendizaje a integrar, que el norte de la potra es llegar a ser yegua madura y fértil.

El resultado del viaje de la potra es un icono que alienta el griterío ensordecedor de la muchedumbre. Ésta se desgañita son sus Viva España, como si fueran rugidos de los leones Atalanta e Hipomenes, que tiran del carro de Cibeles. Tales alaridos reflejan tanto ahínco y fuerza fortificante, como si la potra cabalgara por cada garganta, sin bridas ni herrajes, sin complejos ni miedos atávicos. Y la potra pretendía que Gibraltar fuera español y que el Presidente del Gobierno no pasara de ser un mindundi al que no cabe mirar a la cara, ni escuchar su perorata retórica, hecha de espaldas a los triunfadores, para que estos, simplemente, resultaran comparsa, teloneros del grandilocuente y falso discurso. Es el punto negro en este encuadre, que hoy no toca analizar.

La fuerza galvanizadora está ahí, es el deporte y su intrahistoria. La respuesta también floreció ufana: es la emoción, el sentimiento de pertenencia dignificado, la identidad reencontrada tras el éxito. Toda noticia buena, es un punto de encuentro, una oportunidad de ser, un momento de sentir el orgullo de ser compatriotas. La ciencia, el arte, la dirección de empresas, la música, los logros tecnológicos, la literatura, la presencia en los foros de decisión, la gastronomía, el diseño, etc., son otras tantas oportunidades para que la potra siga vociferando “¡Viva España!”, en días de gloria.

Mientras la potra cabalga, ladran los perros celosos. Sin duda, una buena señal. Pero, hoy no toca prestarles atención. El éxito hay que paladearlo y asimilarlo, para que sea carne y sudor de triunfadores.

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Archivo Entreletras

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